miércoles, 24 de octubre de 2007

'Johann De Eyck fuit huic 1434'


- ¿Has terminado?

Preguntó Michele Arnolfini mientras se acercaba a Jan, que permanecía impasible ante la llegada del hábil banquero y contemplando la obra que acababa de concluir con el último retoque de su firma “Johann De Eyck fuit hic 1434”.

- Tan solo me queda grabar los versos de Ovidio en los laterales

Respondió sin inmutarse el pintor. Estaban uno junto al otro. Los dos miraban el cuadro detenidamente, cada uno inmerso en sus pensamientos.

Michele Arnolfini se sumergió en su memoria y comenzó a buscar los recuerdos que despertaba la escena de la obra. Michele era banquero. Su familia, los Arnolfini, comerciaban en Brujas no sólo con mercancías, sino también con dinero. Brujas era una ciudad rica en aquellos años, el enclave comercial más importante del norte de Europa. “La ciudad más famosa del mundo por las mercancías con las que comerciaba y por los mercaderes que en ella vivían” llegó a decir Felipe el Bueno, duque de Borgoña de 1419 a 1467, reino al que pertenecía Brujas, y con el que los banqueros de Lucca, ciudad de origen de los Arnolfini, tenían una relación bastante estrecha. Michele había elegido como esposa a una modesta joven flamenca llamada Elisabeth, con la que contrajo matrimonio en su habitación. Lo recordaba todo perfectamente, pues tan solo habían pasado algunos días desde el enlace. Observó el cuadro y se vio retratado en el momento de realizar el juramento y cogiendo la mano de la que iba a ser su esposa. Sonrió al comprobar la conjunción de ambas acciones en una. Primero se habían tomado las manos, lo que se llamaba fides manualis, y luego realizó el juramento, denominado fides levata, con la mano alzada. Ante la dificultad de representar los dos actos en una escena, se mantuvo el juramento con la mano derecha, mientras su izquierda tomaba la de su esposa. Jan era inteligente. Lo conocía y sabía que no era un pintor común. Michele comenzó a posar su vista en algunos detalles que no recordaba exactamente. Estaba algo desconcertado... extrañado por algunos elementos que aparecían en la obra. Miró a Van Eyck fijamente, pero el pintor no dejaba de contemplar su obra. Sabía que era un extraordinario artista pero no comprendía algunos pormenores que aparecían en el cuadro. ¿O quizás era su disposición?. Volvió a mirarlo con insistencia. Esperaba que reaccionase y le hablara. Pero Jan no se inmutó.


Jan Van Eyck sabía que Michele lo estaba mirando. Sonreía para sus adentros mientras admiraba la obra que acababa de concluir. Recordaba aquel día. Michele había hablado con él personalmente y le había pedido que fuera de testigo a su enlace y que representara la escena en una obra. Los mercaderes italianos cultos se sintieron tan fascinados por la pintura flamenca como cualquier noble de Borgoña. Aunque Jan sabía que éste no era el único interés del banquero, ya que la presencia de testigos no era obligatoria en el enlace matrimonial, pero sí se necesita para otra formalidad frecuente entre los cónyuges con fortuna, como era el caso: la acreditación del contrato matrimonial escrito, que reglamentaba las condiciones económicas y tenía que ser firmado por dos testigos. Aquí era muy importante, y Van Eyck lo sabía. Se trataba de un enlace “de mano izquierda”. El hombre toma la mano de su mujer con la suya izquierda, y no con la derecha, tal como era costumbre. Este tipo de matrimonios estaba reservado a los esposos que procedían de distinta clase social. Este era el caso. Y él lo sabía.


Había interrumpido las paredes de la confortable y decorada habitación con el marco, creando un efecto de extensión hacia delante, invitando a entrar y participar de la escena al espectador, que se siente impulsado a acercarse, no solo por la reducida escala de la obra, sino también por la riqueza de detalle en la representación de cada fragmento, por la suavidad de las prendas de piel, el brillo del metal pulido e incluso la delicada talla de ebanistería. El sutil juego de luces acentuaba la sensación de intimidad, y no solo ilumina, sino que también unifica, comunicando al cuadro una cualidad casi mística. Jan observó de soslayo que Michele seguía mirándole fijamente.


Nada de lo que se veía en la pintura era anecdótico o espontáneo, sino que obedecía a un meditado plan que Jan Van Eyck había representado a la perfección. Comenzó a fijarse en esos detalles que desconcertaban al banquero Arnolfini, que no dejaba de navegar con su vista entre el cuadro y su rostro, que ahora dibujaba una leve sonrisa de satisfacción. El pintor se sumergió en su creación. La ventana abierta a la izquierda de la escena es uno de los focos de luz, pero no el único, si atendemos a la iluminación de los rostros. Del techo cuelga una lámpara de araña, que sólo tiene un menudo cirio encendido, símbolo de Cristo, que todo lo ve y es aquí testigo de las promesas nupciales. Por ello se descalzan ambos esposos, porque decía el Antiguo Testamento, cuando Dios habló con Moisés, “No te acerques, quítate las sandalias de los pies, porque el lugar que pisas es tierra sagrada”, y cuando dos esposos celebran el sacramento del matrimonio, un simple suelo se convertía en un lugar sagrado. Abajo un pequeño perrillo es el símbolo que indica bienestar y fidelidad. El espejo posee diez medallones que representan las estaciones del Via Crucis, y en su reflejo aparecen las vigas del techo, una segunda ventana y dos testigos frente a los esposos, entre los que se encuentra el propio pintor. Tanto el espejo, entendido como objeto sagrado, speculum sine macula, como las cuentas transparentes del rosario que cuelga de la pared, hacen alusión a la pureza de la mujer, mientras que los frutos que hay sobre el arca y el alféizar son recordatorios del estado de inocencia antes de que Adán y Eva cometieran el pecado original. Aunque también eran símbolos de estatus social, pues no mucha gente podía permitirse el lujo de consumir naranjas, pues su coste era elevado, al proceder de Portugal. Alto estatus social que también se demuestra con las ricas telas que visten ambos personajes, contrastando los colores oscuros y sobrios masculinos, incluido el sombrero, pues Felipe el Bueno llevaba colores oscuros en los acontecimientos oficiales, que no deben hacer olvidar que él no viste con menos suntuosidad por ello, que su esposa, en la que destaca la intensidad del verde como color principal o el blanco de su toca, mientras se insinúa un vientre pleno, signo del gusto de la época, y que no tenía porque estar embarazada, aunque una figurilla de Santa Margarita venciendo al dragón, patrona de las parturientas, aparezca en el respaldo de una silla junto al lado del lecho nupcial...

- ¿No vas a decirme nada?

La voz de Michele Arnolfini le sacó de su ensimismamiento. Estaba zambulléndose por el interior del cuadro y todo el significado que había encerrado en él. No se había limitado a pintar una de las primeras obras realistas, ya que para él y sus coetáneos todas las cosas estaban asociadas a una afirmación, tenían la capacidad de hablar. Jan parpadeó intentando recordar sus últimas obras. Sin lugar a dudas, el "Políptico del Cordero" había sido la protagonista de su fama y éxito, pero algo estaba cambiando. El siglo en el que vivía estaba metamorfoseándose para dar paso a la temática profana, y quizás esta obra resumía esa transición. Realismo transfigurado o simbólico, pero realismo al fin y al cabo. El artista volvió a mirar el cuadro, ante la desesperación contenida de Michele. Pintura realista sí, pero, asimismo, imagen simbólica, una pintura profana pero cargada de elementos sagrados. Jan volvió a sonreír.


No se daba cuenta Michele Arnolfini que en las obras de Jan Van Eyck siempre había una planificación compositiva y temática muy intelectual y estudiada, y esto constituye una característica que llevada a ese extremo, no comparte con ningún pintor contemporáneo nórdico. Por eso fue, es y será uno de los grandes nombres de la Pintura, capaz de enganchar con su obra a todo aquel que la observe y contemple, como la que acababa de realizar: "El Matrimonio Arnolfini".



Para Guillermo...

20 comentarios:

Maru Serrano dijo...

Un buen repaso a todos los detales de este cuadro tan flamenco. Aunque para cuadros, el tuyo. Un saludo.

Anónimo dijo...

Llevo todo el dia entrando en tu blog a la espera de este artículo,lo habré hecho como unas 20 veces y sin exagerar.
Me encanta este autor y sus obras,no se que tienen pero me enganchan y no dejo de mirarlas.
Gracias por el artículo de verdad.

Reyes dijo...

Es absolutamente increible, cuando ves un cuadro omites detalles que son imprescindibles.
No puedo por menos que darte las gracias.

Paços de Audiência dijo...

Has triunfado. Me has dejado con la boca abierta. Jamás imaginé que hubiese tanto en ese cuadro.

En fin, que en este blog siempre se aprende algo. Supongo que eres historiador del arte o algo parecido. Tus conocimientos exceden en mucho de la media.

Gracias de nuevo, con blogs así, leer es un gusto.

aiNOha dijo...

Querido Aguaó, me has dejado completamente sorprendida. Estoy de acuerdo con "Cabezota"
Mira que suelo fijarme siempre en los detalles, y más aún de un cuadro,(con lo que me gusta el arte)pero este.. se me pasó por completo.

No hay día que no aprenda algo nuevo, y menos aun desde que soy lectora asídua de tu blog.

Un abrazo.

Er Tato dijo...

Espectacular. El cuadro, los detalles y el viaje al pasado con un cicerone de lujo.

Aunque con esos pucheros que te metes por el cuerpo, no me extraña.

Esto se merece un ¡BRAVOOOOO!

Un par de abrazos, mi querido aguaó.

Roberto Villarrica dijo...

Para que luego digan que el arte o visitar un museo es aburrido.

Excepcional entrada, aguaó. Espero futuras entradas de este tema.

Saludos

Anónimo dijo...

Me encanta cuando me das la oportunidad a estas horas de cambiar el libro por tu página...

-"¿A donde vas?
- A beber un trago de agua...

Buenas noches y gracias

ANDRÉS dijo...

Fascinante cuadro de Van Eyck,el cual supo reflejar en un pequeño cuadro un sinfín de simbologías con respecto al matrimonio Arnolfini.
Parece mentira que hace ya algunos años en una clase de Historia del Arte en COU, nos disponíamos lupa en mano a constatar la firma del autor en la diminuta obra.
Me gustado mucho tu post.
Un Saludo.

Finidiblanco dijo...

Gracias, es uno de mis diez cuadros preferidos

el aguaó dijo...

Es que Don Diego es demasiao querida Criticona.

Te la debía Capitán...

Gracias a ti por tus palabras amiga Dama.

Tus palabras son un gran honor para mí amigo Cabezota. Muchas gracias. Y sí. Lo has 'clavao'. Soy un Licenciado en Historia del Arte enamorado de su ciudad y eterno estudiante. Un Licenciado que no deja de estudiar e investigar. Un 'loco' del Patrimonio que tiene como deseo dar a conocer los tesoros que encierra la Historia del Arte y cuyo único fin es despertar el interés de todos aquellos que quieran beber del agua que ofrezco. Como diría Paco Robles, soy "un tonto del Arte" (aunque también de capirote). Y gracias a ti...

Muchas gracias por tus palabras querida Ainoha.

Muchísimas gracias querido Tato. Cada vez se va apeteciendo más los pucheros... parece que la calor, aunque se resiste, está viniendo menos a nuestra ciudad.

Gracias amigo Roberto. Las habrá... no te preocupes.

Aún a riesgo de que me tachen de repetitivo, gracias a ti amiga Glauca, por elegirme para leer... por tus palabras.

Ahí fue donde terminó de florecer mi pasión por la Historia y el Arte. En el instituto querido Andrés.

A ti amigo Finidiblanco... ¿sería mucho preguntar cuales son los otros nueve?

Muchísimas gracias a todos queridos amigos. No sabéis lo que aprecio y valoro vuestras palabras, que insuflan ánimos para nuevos proyectos.

Un fuerte abrazo a todos.

Anónimo dijo...

Llegó tarde, como casi siempre. Magnífica entrada. Me he trasladado al Instituto Velázquez, unos muchos años atrás...
Y he escuchado la vocecilla de aquella profesora explicando los detalles de esta obra. Hasta he llegado a oler los pasteles por la ventana de la calle Almudena.

Un saludo.

Fdo.- Orfila.

Enrique Henares dijo...

A mi me ha ocurrido algo parecido. Descubrí este cuadro en clase de Historia del Arte en Cou y desde entonces siento una especial predilección por él.
Ha sido una agradable sorpresa esta entrada, querido aguaó. Continúas sorprendiéndonos.

david santos dijo...

Amigo, por favor!

Envía un Mail para la embajada del Brasil en tu País y habla de la injusticia que los tribunales do Brasil están cometiendo con esta niña.
Gracias.
Viva la solidaridad entre los humanos.

JmCejudo dijo...

Muy buenas aguaó, me alegro que te haya gustado mi blog y que hayas dejado tu aportación, espero más.

Tu blog está de lujo, supercurrado y veo eso que dices que compartimos pasiones tanto beticas como cofrades, que maravilla.

Prometo volver por aquí.

Saludos

Anónimo dijo...

Ojalá mi profe de arte se hubiese parecido a tí...
Menudo tostón era la criaturita, siempre perdía el que se despertaba antes...

el aguaó dijo...

Tu nunca llegas tarde amigo Orfila. Gracias por tus palabras.

Me alegro amigo Pregonero. Esa es mi intención.

Bienvenido a esta tu casa querido Jmc. Vuelve cuando quieras.

Muchísimas gracias querida Glauca. El Arte es algo que debe enseñarse partiendo del interés. Cuando éste desaparece... es inútil seguir.

Un abrazo a todos.

Les Corts dijo...

Gracias, Gracias, Gracias.

Si no es el cuadro de mi vida, está muy cerca de serlo.

Muchísimas gracias, MAESTRO.

el aguaó dijo...

Siempre gracias a ti amigo Calleferia. Ya te echaba yo de menos.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

¿"Pureza de la mujer"? pero si tiene un barrigón de 7 meses... jejeje.

Bueno, bromas aparte te agradezco que vuelvas a enseñarnos y a descubrirnos cosas que muchos no acertamos a descubrir. Gracias y magnífica entrada.