Aún no hace un año que el Betis fue a Santander. Le daba vueltas a este dato cuando enfilaba la boca de la calle Verónica. Ni un año hace que entré en Híspalis. Y no me refiero a la ciudad romana de Sevilla. A esa ciudad que me espera en la confluencia de Mármoles y Aire. Esa urbe de la que pocos vestigios quedan, como ese rincón escondido. Esa capital romana que aparece tras la reja alta del corazón de la Alfalfa y la Judería. A veces me cuelo en el portal del bloque abierto. Apoyado en la barandilla me pierdo entre los rincones de mi imaginación y contemplo las tres inmensas columnas que me transportan al pasado de Híspalis. Al pasado de la Colonia Iulia Rómula Hispalensis. La misma que padeció una Guerra Civil. La misma que recibió a Pompeyo primero y Julio César después. Pero esta... es otra historia. En la Híspalis que entré el año pasado era distinta. Aunque no mucho más.
Mientras proseguía mi camino al antiguo convento en esa tarde del recién estrenado marzo, lo recordaba todo a la perfección. El calor apretaba ya en Sevilla. Era junio. Un calor anormal, pero que sería un preludio del extraño verano que estaba por acontecer. El Real Betis se debatía entre bajar a la profundidad de los infiernos o seguir con los grandes. Así estaba la cosa cuando dirigí mis golpes de ratón a un nuevo espacio que había encontrado. Por una Sevilla Justa. Hacía unos días que lo visitaba, pero escondido. Sin dejar rastro. Simplemente leyendo sus artículos sin opinar. Ese día apareció una entrada que se titulaba “Marcha verde hacia Santander”. Su texto hablaba de verdades. Hablaba de la realidad que se vivía en el fútbol sevillano en ese momento. Decidí dejarle un comentario, y fue entonces cuando entré de lleno. Así fue como conocí a Híspalis. Así fue como, desde entonces, se amplió el significado de esa palabra para mí. Además de ser el nombre que encarnaba la Historia de mi ciudad, Híspalis se convertía en el nombre de una persona enamorada de Sevilla.
Esta semana juega el Real Betis en Santander, estaba inmerso en mis pensamientos y ya me acercaba a la iglesia. No es el mismo caso, pero me acordé de esa entrada. Me acordé del último partido en Santander. En aquella ocasión ganamos. El Betis se salvó después de estar unos minutos sufriendo las brasas del infierno. Pero luego, con el tiempo, me di cuenta de que no sólo fue el Betis el que ganó. También gané yo. Me acordé del texto de Híspalis. Me acordé que, gracias a esa marcha verde, decidí dejar mi opinión. Gracias a ese partido, dejé mi primer comentario en su blog. No sabía que los meses siguientes iba a conocer a una gran persona.
El Real Betis dio el pistoletazo de salida, luego vendría todo lo demás. Su amor incondicional por Sevilla. Híspalis siente su ciudad con amor y dolor. La siente con dolor cuando alguien le hace daño. Le duele cuando la ve ultrajada. Cuando la ve desaparecer ante un falso ‘modernismo’. Pero a su vez la quiere con locura. La ama con pasión. Como sólo quieren aquellos amantes que darían su vida por aquella mujer que les hace perder la cabeza. La quiere desde el principio al final. Sus calles. Sus tradiciones. Sus fiestas. Su gente. Su perfume. Su color y su luz.
También descubrí su pasión por esas pequeñas cosas, esos pequeños detalles, que hacen especial el paso de los días. Una canción, un gesto, unas palabras amables, un recuerdo, una imagen que se graba a fuego en el eco de los días. Empecé a darme cuenta que Híspalis era una gran persona. De pronto, un aviso. Un secreto compartido con aquellos amigos anónimos que lo visitamos. Era 30 de noviembre y la buena nueva se presentaba en forma de entrada en su blog. Ya la esperaba. Una sevillana venía en camino. Conseguí ver su sonrisa en el trazo de sus palabras. Me di cuenta que lo consideraba mi amigo cuando me sorprendí ante la pantalla del ordenador sonriendo. Alegre por la noticia. Desde entonces tengo apartado una jarra de agua fresca endulzada con un aromático higo que he exornado con los primeros frutos de azahar que han florecido en nuestra amada Sevilla.
boomp3.com
Y pasaron los días. Y llegó el año nuevo. Y casi sin avisar, la Cuaresma. Y el azahar florece. Y las vísperas se consuman en Sevilla. Y el Real Betis vuelve esta semana a Santander. Ni un año hace que se salvó del infierno en el Sardinero. Ni un año hace de esa marcha verde que anunciaba mi amigo Híspalis en su blog. Volvía a este detalle, como si estuviera atrapado en un bucle, cuando entré en la iglesia. Olía a incienso. Cerré los ojos y aspiré el aroma de lo que está por llegar. Algo se escuchaba en el interior del templo. Sonaba una marcha. Los vellos se erizaron. La piel se encogió en círculos convexos. El tambor destemplado. Y allí estaba. El Nazareno con la cruz al hombro. Su piel morena le daba luz a su alrededor. Me acerqué totalmente ensimismado. Atraído por esa fuerza que lo caracteriza. La Saeta se mezclaba con el incienso. La voz quebrada levantaba ampollas en el corazón. La emoción se hacía patente. Me quedé frente a Nuestro Padre Jesús de La Salud. Y entonces me acordé de él. Me volví a acordar de mi amigo Híspalis. Se acercó un hombre que llevaba una niña de su mano. Su padre se agachó y comenzó a contarle lo que significaba ese Hombre para él. Lo que significaba Aquel Gitano de piel morena. Lo que simbolizaba para Sevilla. Le contó cómo se pone la plaza la Madrugá del Viernes Santo. Lo que siente la gente cuando llega al centro de la ciudad. Las palmas que se escuchan en La Campana. Le contó lo que siente al ponerse la túnica y acompañarlo. Le contó las lágrimas de emoción que se le escapan cuando vuelve al templo. Lo que siente cuando lo ve aparecer en la plaza. Cuando lo ve venir. Cuando al son de una Saeta se despide de Su pueblo. Cuando entra para ver a sus nazarenos y ya trae sus labios morados de pasar la noche fuera. Le contó, mientras su hija abría los ojos y la boca de asombro, que esa era la noche más importante del año para él. Luego le dio un beso a la chiquilla y le sonrió. Se persignaron y se dieron media vuelta. Cuando pasaron junto a mí escuché que la chiquilla sonriendo le decía a su padre: ¡estoy deseando que llegue la Semana Santa papa!. A lo que su padre le contestó con una sonrisa: y yo hija y yo.
Mientras proseguía mi camino al antiguo convento en esa tarde del recién estrenado marzo, lo recordaba todo a la perfección. El calor apretaba ya en Sevilla. Era junio. Un calor anormal, pero que sería un preludio del extraño verano que estaba por acontecer. El Real Betis se debatía entre bajar a la profundidad de los infiernos o seguir con los grandes. Así estaba la cosa cuando dirigí mis golpes de ratón a un nuevo espacio que había encontrado. Por una Sevilla Justa. Hacía unos días que lo visitaba, pero escondido. Sin dejar rastro. Simplemente leyendo sus artículos sin opinar. Ese día apareció una entrada que se titulaba “Marcha verde hacia Santander”. Su texto hablaba de verdades. Hablaba de la realidad que se vivía en el fútbol sevillano en ese momento. Decidí dejarle un comentario, y fue entonces cuando entré de lleno. Así fue como conocí a Híspalis. Así fue como, desde entonces, se amplió el significado de esa palabra para mí. Además de ser el nombre que encarnaba la Historia de mi ciudad, Híspalis se convertía en el nombre de una persona enamorada de Sevilla.
Esta semana juega el Real Betis en Santander, estaba inmerso en mis pensamientos y ya me acercaba a la iglesia. No es el mismo caso, pero me acordé de esa entrada. Me acordé del último partido en Santander. En aquella ocasión ganamos. El Betis se salvó después de estar unos minutos sufriendo las brasas del infierno. Pero luego, con el tiempo, me di cuenta de que no sólo fue el Betis el que ganó. También gané yo. Me acordé del texto de Híspalis. Me acordé que, gracias a esa marcha verde, decidí dejar mi opinión. Gracias a ese partido, dejé mi primer comentario en su blog. No sabía que los meses siguientes iba a conocer a una gran persona.
El Real Betis dio el pistoletazo de salida, luego vendría todo lo demás. Su amor incondicional por Sevilla. Híspalis siente su ciudad con amor y dolor. La siente con dolor cuando alguien le hace daño. Le duele cuando la ve ultrajada. Cuando la ve desaparecer ante un falso ‘modernismo’. Pero a su vez la quiere con locura. La ama con pasión. Como sólo quieren aquellos amantes que darían su vida por aquella mujer que les hace perder la cabeza. La quiere desde el principio al final. Sus calles. Sus tradiciones. Sus fiestas. Su gente. Su perfume. Su color y su luz.
También descubrí su pasión por esas pequeñas cosas, esos pequeños detalles, que hacen especial el paso de los días. Una canción, un gesto, unas palabras amables, un recuerdo, una imagen que se graba a fuego en el eco de los días. Empecé a darme cuenta que Híspalis era una gran persona. De pronto, un aviso. Un secreto compartido con aquellos amigos anónimos que lo visitamos. Era 30 de noviembre y la buena nueva se presentaba en forma de entrada en su blog. Ya la esperaba. Una sevillana venía en camino. Conseguí ver su sonrisa en el trazo de sus palabras. Me di cuenta que lo consideraba mi amigo cuando me sorprendí ante la pantalla del ordenador sonriendo. Alegre por la noticia. Desde entonces tengo apartado una jarra de agua fresca endulzada con un aromático higo que he exornado con los primeros frutos de azahar que han florecido en nuestra amada Sevilla.
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Y pasaron los días. Y llegó el año nuevo. Y casi sin avisar, la Cuaresma. Y el azahar florece. Y las vísperas se consuman en Sevilla. Y el Real Betis vuelve esta semana a Santander. Ni un año hace que se salvó del infierno en el Sardinero. Ni un año hace de esa marcha verde que anunciaba mi amigo Híspalis en su blog. Volvía a este detalle, como si estuviera atrapado en un bucle, cuando entré en la iglesia. Olía a incienso. Cerré los ojos y aspiré el aroma de lo que está por llegar. Algo se escuchaba en el interior del templo. Sonaba una marcha. Los vellos se erizaron. La piel se encogió en círculos convexos. El tambor destemplado. Y allí estaba. El Nazareno con la cruz al hombro. Su piel morena le daba luz a su alrededor. Me acerqué totalmente ensimismado. Atraído por esa fuerza que lo caracteriza. La Saeta se mezclaba con el incienso. La voz quebrada levantaba ampollas en el corazón. La emoción se hacía patente. Me quedé frente a Nuestro Padre Jesús de La Salud. Y entonces me acordé de él. Me volví a acordar de mi amigo Híspalis. Se acercó un hombre que llevaba una niña de su mano. Su padre se agachó y comenzó a contarle lo que significaba ese Hombre para él. Lo que significaba Aquel Gitano de piel morena. Lo que simbolizaba para Sevilla. Le contó cómo se pone la plaza la Madrugá del Viernes Santo. Lo que siente la gente cuando llega al centro de la ciudad. Las palmas que se escuchan en La Campana. Le contó lo que siente al ponerse la túnica y acompañarlo. Le contó las lágrimas de emoción que se le escapan cuando vuelve al templo. Lo que siente cuando lo ve aparecer en la plaza. Cuando lo ve venir. Cuando al son de una Saeta se despide de Su pueblo. Cuando entra para ver a sus nazarenos y ya trae sus labios morados de pasar la noche fuera. Le contó, mientras su hija abría los ojos y la boca de asombro, que esa era la noche más importante del año para él. Luego le dio un beso a la chiquilla y le sonrió. Se persignaron y se dieron media vuelta. Cuando pasaron junto a mí escuché que la chiquilla sonriendo le decía a su padre: ¡estoy deseando que llegue la Semana Santa papa!. A lo que su padre le contestó con una sonrisa: y yo hija y yo.
Emocionado, permanecí en silencio. Terminaba La Saeta. Contemplaba al Nazareno Gitano. Me persigné y salí de la iglesia. Ni un año hace, y he descubierto que mi amigo es un enamorado de Sevilla, del Real Betis, de la Semana Santa, que es nazareno de Los Gitanos y que será un padre extraordinario... me metí las manos en los bolsillos de la chaqueta. Había vuelto el frío. Sin avisar. Arreciando con aire. Comencé a caminar. Rodeado de mis propios pensamientos. Otra vez a Santander. Ni un año hace. A ver si ganamos.
Para mi amigo Híspalis...
Imágenes: Balcón con banderas - Híspalis; Nuestro Padre Jesús de la Salud - Roberto Villarrica
14 comentarios:
Yo también recuerdo aquél día de Junio, mi hermano volvía de Madrid, en un AVE y sin radio. Me pasé todo el tiempo mandándole mensajes… Menos mal esas promociones de “no hay montaña lo suficientemente alta, ni valle…” Que tardecita…
Y también recuerdo como conocí a Híspalis, fue un 14 de Febrero (día simbólico para quien necesite de simbolismos, jejeje) que entró en mi blog; no sé como llegó allí, pero gracias a ello yo entré en el suyo. Ahora le he visto emocionado, y no es para menos. Me alegro de ser testigo de un momento tan bonito.
Kisses
P.S. Seguro que volvemos a ganar en el Sardinero…
No sé señor con nombre de Faraón. Pero si algún día me caso, Dios no lo quiera, perdona usted que no le presente a mi mujer.
Se lo digo yo, porque seguro que si le dedique una cosa de esas que usted escribe, me la "roba".
SEguro que volveremos a ganar mañana, amigo aguaó... Será fantastico, pregon de Brugos y victoria del Betis...
Un abrazo, amigo
Mañana ganamos, seguro; hay que ser optimistas
Mi Beti gana mañana (hoy, mejor dicho).
A ver si teneis suerte y le ganais a los santanderinos siesos miarma, ahora, que manda cojones irse tan lejos a jugá un Dominguito de Pasión al furbo, con la de besamanos que hay mañana por aquí, como que entre una cosa y otra, los equipos de Sevilla no tendrian que jugar más partidos hasta mediaos de Mayo por lo menoos...
Bueno, pues de Santander nos acabamos de traer un disgusto, y un acercamiento a los puestos que precisamente, en Santander, conocimos el año pasado en esos fatídicos 12 minutos...
Tus palabras para el amiho Híspalis, maravillosas, como siempre, y completamente merecidas.
Otra vez lo mismo... Bueno, me quedo con tu magisterio a la hora de tratar lo temas.
Un abrazo de visperas, Aguaó.
¿Qué tienes Señor de los Gitanos,
que ante tu movimiento
mis rodillas se doblan al momento?
¿Qué tienes Señor de la Salud,
que al mirar tu cara
entra en mi alma un halo de luz?
El Manué y el Betis ¿qué más se le puede pedir a Sevilla?
SEVILLA AMIGO, SIEMPRE SEVILLA, ESTA ES NUESTRA INMENSA SUERTE, QUE VAYAMOS DONDE VAYAMOS, SIEMPRE VOLVEMOS A SEVILLA.
1BESO,
Solo tu sería capaz de describir a Híspalis, mi querido Aguaó.
Gracias a todos por vuestras palabras. El amigo Híspalis se lo merecía.
Un fuerte abrazo a todos.
sabes... es que te leo y al llegar a esa imagen me quedo sin palabras...¿de que estabas hablando?, ah...de futbol, ajaja...mmm como quedó la cosa?...
besos...Qettah
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