lunes, 15 de septiembre de 2008

Ajenjo


Herida. En silencio y herida. Como siempre que se encontraban. Herida por el pasado. Vapuleada por el presente. Desorientada y a la deriva de un mar de sentimientos. No tenía sabor. Inodoro, incoloro e insípido. El ahora no tenía sentido. Sentada en aquel viejo Café, daba pequeños sorbos de ajenjo y grandes bocanadas de amargura, que tragaba con dificultad. El pasado acudía a su cabeza una y otra vez. Tan sólo unos momentos antes lo había vuelto a ver. Se había vuelto a perder en sus ojos, en la comisura de sus labios, en sus manos y, como casi siempre, su corazón había dado un vuelco. Sólo entonces cobraba vida su alrededor. Volvían el color y el sabor de las cosas. El sentido de la existencia. Su sonrisa. Y ella volvía a ser feliz. Guiños del pasado, de lo que pudo ser y no fue, sonrisas cómplices y miradas encontradas. Recuerdos y esperanzas que se desvanecían cuando llegaba el adiós. Y ella se quedaba sentada. Una vez más. Sintiendo aún el calor de su presencia. Escuchando su voz. Perdida en aquella mirada de amor. Y luego el tiempo pasaba. Y ella volvía a apagarse. Desaparecía su hálito de vida como si de una llama asfixiada por la falta de oxígeno se tratara. Ahogándose en un eterno vaso de ajenjo. Lenta o rápidamente. Daba igual. Qué más da. Sencillamente pasaba. Se dejaba vivir. Martilleando su ajado corazón con el paso de los minutos, las horas, los días y los meses... hasta que lo volvía a ver. Y volvía a sentir ese fuego en su interior. Esa pasión reservada para los amores verdaderos. Aquella nube de arena que arrasaba su pecho y le devolvía la vida de un solo golpe.


Pero mientras, el tiempo pasaba y lo devoraba todo a su paso. Dicen que curaba heridas. Que cicatrizaba los cortes del destino. Ella no pensaba eso. La flecha etérea que atravesaba su corazón le dejaba un dolor constante. Siempre elegantemente vestida y con tocado, esperaba que su hombre entrara por la puerta del Café y volvieran a charlar un rato. Unos minutos. Horas con suerte. Pero mientras... mientras esperaba sumergida en recuerdos del pasado. Atada a un destino que no le quería. Un destino que no la amaba. Un destino que la engañaba con una vida de cartón. En ocasiones aparecía por el Café y se sentaba junto a ella. Siempre de negro, con su sombrero y su maraña de pelos y barba. Se encendía una pipa, se pedía una copa y dejaba pasar el tiempo. Apenas cruzaban unas palabras. Sin importancia. Banales. Cargadas de una rutina insoportable y escasas de amor. Aislados el uno del otro. Como dos desconocidos. Marido y mujer. Sometidos a un presente maldito que los ahogaba en su propia existencia. Luego, el que ejercía como su esposo, se marchaba y ella esperaba a que entrara el verdadero amor de su vida. Siempre acompañada de su ajenjo. Bebida de borrachos decían en el viejo París, a la que se achacaba el alcoholismo de la clase trabajadora. Pero no le importaba. Jaleo y bullicio en el Café. Pero ella estaba sola. Aislada. No escuchaba nada. Su rostro rezumaba la tristeza de lo más profundo de su ser y su mirada se perdía en los recovecos del pasado. En sus recuerdos. En aquella noche. La noche en la que salió a cenar con él.


Recordaba su perfume. Las risas. La comida. Las miradas que se repartían. Las sonrisas encontradas. Cómo les guiñaba la luna. Su traje de chaqueta. Su vestido verde estampado. Aquellos secretos que se confesaban con el silencio de sus gestos. Esa atracción mutua que la pasión se encargaba de avivar. Esas abejas en el estómago. Ese zumbido en el corazón. Ese galope incontrolado de la sangre. Ese fuego interior que emergía cada vez que se tocaban. Sabía que el amor tenía que ser algo parecido a eso. ¿Acaso era amor?. Se había dado cuenta de que iba a estar enamorada de ese hombre toda su vida. Pero entonces llegó el alba. Todo había sido a escondidas. Llegaba la hora de la despedida. Ella estaba prometida y él también. Compromisos que los separaban de sus verdaderos impulsos. Y allí estaban. Uno junto al otro. La aurora se convertía en testigo de lujo. Se miraron y naufragaron en los deseos más profundos de su interior. Parecía que se iban a fundir en un beso. Un beso prohibido. El contacto de sus labios formando un único ser. Ella lo deseaba con toda su alma... pero aquel compromiso la ataba. Lo miró y deseó con todas sus fuerzas que él la hiciera suya. Pero aquel hombre también respetó su palabra. El beso fue el único ausente aquella noche. Llegó la hora de separarse. El mutismo de sus gargantas había reinado en los últimos minutos. ¿Para qué romper aquel hermoso silencio?, ¿qué decir cuando son las almas las que hablan?. Llegó el adiós, huérfano de broche dorado, y rematado con una sonrisa de melancolía. Ya se echaban de menos cuando una última mirada quedó eclipsada por el amanecer y los primeros rayos del sol. Aquella noche había acabado.


Y luego pasó el tiempo. Él se casó y ella se casó, pero ninguno con el otro. Pasaban los días. Y las semanas. Y la arena de aquel reloj no cesaba de caer. Y el sol salía y se ponía. Y ella se instaló un día en aquel Café y comenzó a ver pasar su vida a través de un vaso de cristal bañado con ajenjo. Tiempo muerto. Ajenjo y espera. Vaga existencia apoyada siempre en la esperanza de volverlo a ver una vez más. De que apareciera por la puerta. Y un día entraba. La pasión surgía de nuevo y la llama de la vida la llenaba por completo. Olvidaba su vida actual y se dejaba perder entre las miradas de aquel hombre y su voz. Se dejaba perder en aquella maravillosa noche donde sus vidas pudieron cambiar, pero no lo hicieron. Ignoraba si él, al que verdaderamente amaba y esperaba todos los días, quería a su mujer. La misma a la que llamaba esposa y acompañaba en el lecho por las noches. Lo ignoraba y le daba igual saberlo, porque cuando venía y se sentaba con ella, era el único momento que vivía. Eran los únicos instantes en los que se sentía viva y todo se removía en su interior. Luego él se marchaba diciendo que volvería. Y ella lo esperaba. Nunca la besaba. Nunca lo besaba. Nunca se besaron. Nunca se dijeron que se querían. ¿Amor?, tal vez... Pasaban los años y el beso no llegó, pero siempre se encontraban para perderse en sus rostros y sumergirse en lo más profundo de sus deseos. En los recuerdos de aquella noche y de lo que pudo ser y no fue.

Un día ella faltó del Café... y él no llegó. Nadie los volvió a ver. Unos dijeron que fue el tiempo el que la devoró. Que ella había gastado el reloj de arena. Otros que se cansó de esperar. Algunos se atrevieron a decir que él dejó de venir. Y fueron muy pocos los que rumorearon que habían huido juntos. Nada más se supo. Un día de 1876 apareció un cuadro en Brighton. Se titulaba “En el Café” y su autor era un tal Edgar Degas. Era conocido por participar con sus cuadros en la primera Exposición de los Impresionistas un año antes. La obra sufrió fuertes y drásticas críticas, pero aún así hubo un comprador. Dicen que era alguien con sombrero negro y pelo canoso. Un hombre mayor con una barba teñida de pinceladas blancas y que fumaba pipa. Unos dicen que era amante de la pintura de Degas, pero los más osados contaron que le escucharon decir que el hombre del cuadro era él, y que la mujer era su desaparecida esposa, “La bebedora de ajenjo”. Algunos rieron, pues sabían que los protagonistas de este cuadro eran dos amigos de Degas que habían posado para el pintor, pero otros aseguraron haber visto a aquel hombre años atrás, en un viejo Café de París, acompañado de una mujer con la vista perdida en el fondo de un vaso de ajenjo...

32 comentarios:

La gata Roma dijo...

Tal vez el sabor de lo que se fue sin ser sea el del ajenjo, el de la noche que no “fue”… O tal vez el ajenjo es el sabor del consuelo de verse de cuando en cuando, de aquella manera…
Pensar que se fugaron… es como las películas de final felíz, te queda la duda de saber si la realidad está cerca o lejos…
Me ha encantado.

Kisses miles

Antonio dijo...

Estoy seguro que están juntos bebiéndose el tiempo...

¿Tu fuiste guionista en otra vida de 'Mirar un cuadro'?

Saludos

Antonio

Anónimo dijo...

Hubiera preferido tu historia a la de que fueran dos amigos del pintor posando.
Es como la famosa foto El beso de Robert Doisneau (http://www.clarin.com/diario/2005/04/26/sociedad/s-03301.htm)
Lo que parecía un beso espontáneo fue un posado programado.
He saboreado tu relato junto con las tostadas con mermelada y un café.
Esto se llama empezar bien el día.
Un beso, Aguaó.

Anónimo dijo...

Renunció a mucho la señora
del ajenjo, aunque si no lo hizo sería porque había algo más importante que la ataba a la otra persona. A lo que no debió renunciar nunca fue a ese beso al alba, a ese encuentro de los cuerpos al amanecer. Quizás ese vacío que se le quedo fue de imaginar lo que pudo ser y no fue.

"Que no se quede con las ganas, el ajenjo seguro que no se puede comparar con lo otro".

"Mirar un cuadro" era un programa que siempre que podía veía, pero lo tuyo va mucho más allá.

Gracias por tu agua tierna, suave, fresca.

Un fuerte abrazo con sabor a ajenjo

Zinquirilla dijo...

La imagen sigue siendo actual, si ya se quiso reflejar el individualismo emergente de la Rvolución Industrial, ahora nos veríamos refejados, cuando podemmos estar rodeados de gente y sentirnos solos, por ejemplo.

Por cierto, aguaó creo que no te pasaste para ver el enlace ;-)

Mer dijo...

Ay!!! Cómo me toque el Euromillones!!! Te invitaré a viajar por museos, cicerone ideal, iríamos varios dias a cada uno, pero como lo disfrutaría!!
Besos

el aguaó dijo...

¿Y cómo es ese sabor querida Gata?, ¿dulce o amargo?. Pensar que se fugaron o no, está en la imaginación de cada uno. Me alegro que te haya gustado.

Siempre es más placentero beberse el tiempo con alguien amigo Antonio. ¿Guionista?, que más quisiera amigo.

Tanto la historia como los dos amigos pueden ser reales, el lector decide cual de ellas lo es amiga Soboro. Gracias por elegirme como lectura matinal.

Quizás amigo Juan, no debió renunciar a ese beso, pero ambos tenían ese compromiso que no podían romper. Si lo hubieran hecho, tal vez no hubiera cuadro.

Querida Zinquirilla, los cuadros tienen esa magia que nos envuelve y que, con el tiempo, nos hace partícipes de aquello que narran. He estado (y estoy toda esta semana) muy liado, pero voy a verlo ahora mismo.

De cicerone y por museos... ¿trabajo ideal querida Mer?

Esta semana estoy muy liado, pues tengo que hacer un curso que me ocupa toda la mañana y parte de la tarde, así que quizás me prodigue enos por vuestros blogs y el mío propio, aunque haré todo lo posible.

Gracias por vuestros comentarios y un fuerte abrazo a todos.

La gata Roma dijo...

Evidentemente, agridulce y no vuelvo a poner nada de Lope, que ya me repito…

Kisses

Carmenchu dijo...

Hola Aguaó
Hacía mucho tiempo que no "blogueaba" y encontrarme esta entrada ha sido para mi una experiencia que me ha recordado una cuenta pendiente.
No porque yo dejase de encontrarme con un amor platónico en ningún café.
Si no porque dejé mi doctorado apalancado y mis estudios iban en esta línea de la intertextualidad, de cómo un cuadro, una letra, un poema, un edificio...la expresión artística que sea da lugar a otras. Polifonía de textos.
He jugado mucho a eso. Algún día, cuando me toque el euromillones, como dice mer, podré dedicarme a hacer mi tesis y seguiré investigando sobre este fenómeno.

Realmente bello.

Un abrazo

Er Tato dijo...

Imagino que tu comentario en mi entrada "Transacciones" tiene algo que ver con esto ¿no?

Fantástica entrada, artista.

Un abrazo enorme

América dijo...

Es lo maravilloso del arte, en un momento determinado puede sugerir otras ideas....

Juanlu dijo...

Gran entrada, mejor cuadro, uno de mis favoritos del pintor.
Un saludo aguaó.

Anónimo dijo...

Permíteme felicitar a Marta por haberte inspirado a igual que el concepto de vacío inspiró a Edgar...(a veces pienso que lo da el nombre... )

Un abrazo y un beso anónimo.

sevillana dijo...

Me encantó la historia bien podía haber sido real, de hecho pienso que alguna vez en algún sitio alguien haya pasado por lo mismo.
Muchos besitos

Unknown dijo...

Maravillosa historia, querido Aguador. Tienes el don de hacer que el cuadro o el tema del que trate la entrada pase a un segundo plano, ya que tu texto lo envuelve todo. Genial.

Saludos.

Anónimo dijo...

Un cuadro para no olvidar. Una historia que recordaré siempre.

A dijo...

¡¡ Increible entrada !!

¿Te has dado cuenta de que lo que has escrito, no sólo vale para el cuadro...?

Un abrazo

Canónigo Alberico dijo...

oju pare que bonito joe!! que me gusta leerte

el aguaó dijo...

El ajenjo puede ser agridulce querida Gata. Quizás el sabor exacto sea de tristeza, rabia y quizás, angustia.

Querida Carmenchu, me alegro mucho de volverte a ver por aquí. Me ha gustado eso de "amor platónico". En cuanto a tu doctorado, no lo dejes. ¿Puedo preguntarte qué estudiaste?

Quizás... todo querido Tato.

El Arte siempre puede sugerir otra cosa amiga América, tan sólo tienes que dejarte llevar.

Degas era un genio querido Juanlu, y la perspectiva que posee este cuadro es una muestra de ello. Me alegro que te guste.

Amiga Glauca, como bien has dicho, ha sido ella la que me ha inspirado. Una persona muy especial para mí.

Querida Sevillana, yo también estoy seguro que puede haber sido real.

Querido General, muchas gracias por tus palabras. Cuando quieras nos fajamos de nuevo.

Yo también la recordaré, mi querida Anónimo.

¡Qué alegría verte por aquí mi Capitán! Me he dado cuenta amigo...

Gracias amigo Canónigo. Cuando quieras nos enrrinconamos entre coroneles y soldaos.

Un fuerte abrazo a todos y gracias por vuestras palabras.

Persa dijo...

Hoy el sorbo de agua me ha sabido amargo, muy familiar.
Siempre me encantó esta obra (ese espacio tan vacío a la izquierda), pero desconocía que estuviera tan ligada al autor.

Le nombro mi nuevo profesor de Historia del Arte. Qué lujo tenerle.

María_azahar dijo...

Con historias así da gusto conocer el Arte.

En mi blog hay dos cuestionarios esperándote.


Un beso.

Reyes dijo...

Sólo matan los besos que no han dado los labios del pecado...
Excelente entrada.
¿te inspira el cuadro o es que estás sensible a los besos tras la entrada del Tato? Nos han marcado a los dos sus transaciones...
Espero ansiosa a que me cuentes mi cuadro.

Eres un artista ¿te lo he dicho alguna vez?

Jordi de Triana dijo...

El relato supera la belleza de una imagen atravesando el alma de su lienzo. Has sabido captar con exactitud un momento, un mensaje e incluso has ido un paso más allá traspasando los límites del espacio y el tiempo. Un amor cegado por los recuerdos, las miserias del pasado y la crueldad del presente. Veo un ser derrotado y hundido y sin la valentía necesaria para gritar a los cuatro vientos la verdad de un viejo amor. Una vida de sombras y dolor, tristeza acallada por la fugaz luz de un encuentro pasajero. Una vez llegado a su destino el compañero de viaje abandonaba a la dama acompañada y los fantasmas del pasado reabren viejas heridas. Hermosas historias, amores y desamores y ahora sólo quedan vagos recuerdos, mucha soledad y la eternidad en una respuesta.

Magnífico Aguador.

Carmenchu dijo...

Estudié periodismo y después relaciones públicas y protocolo, que es a lo que me dedico. Pero el doctorado lo empecé en Literatura y Comunicación, y he de decir que disfruté mucho en las clases e invetigando. Pero el trabajo...no deja tiempo para casi nada y vivir de investigar en literatura en España está complicado. Así que esperaré...algún día podré hacer mi tesis.

Ludwig Constantine dijo...

Se nota que recargaste bien las pilas durante las vacaciones, porque desde que volviste estás que te sales.

Anónimo dijo...

Lo he leido hijo mio, a q lo dudabas?jajaja una historia q le puede pasar a cualquiera verdad??? y no hay mayor tristeza que pasar tu vida durmiendo con una persona y soñando con otra...tu "oma" lo sabe. Un beso.

Óscar dijo...

;-) Que bonita Historia.

el aguaó dijo...

Muchísimas gracias por tus palabras y tu nombramiento querido Persa. Si te suena familiar esta historia, espero te fugaras con ella.

Gracias querida Charo. Ahora me paso.

¡¡Tú sí que eres una artista mi querida Dama!! Las transacciones de mi querido Tato vinieron después. Me inspiró Marta, y el cuadro vino después.

¿Y cual es la respuesta amigo Jordi?. Muchísimas gracias por tus palabras. Me quedo con esta pincelada y la crueldad del presente. Tú también creas historias amigo.

Pues no te rindas querida Carmenchu. Disculpa mi curiosidad. Y eso sí... vivir de la investigación está muy complicado.

Muchísimas gracias por tus palabras querido Ludwig.

No sabes la alegría que me ha dado ver tu comentario querida Patri. Dicen que sabe más el diablo por viejo...

Muchísimas gracias querido Oscar CS y bienvenido a este humilde puesto del agua. Sírvete cuanto quieras, y no dejes de hablar con la gente de por aquí, pues todos son grandes personas.

Un fortísimo abrazo a todos.

Anónimo dijo...

Sabiendo que lo has escrito para dedicarselo a alguien, me ha emocionado.

nefer dijo...

Genial amigo, genial. Al final me has dado lo que deseaba, leer que un día marcharon juntos, porque eso es lo que pasó, el amor consiguió liberar a dos de los cuatro que estaban presos en la carcel del compromiso.

Por cierto, que familiar esa mirada perdida en el dolor, para nosotros los sevillanos.

1BESO.

el aguaó dijo...

Gracias amigo Javi. Gracias de corazón.

Amigo Nefer, no puedes imaginarte lo que me gustaría ese final.

Un fuerte abrazo a todos.

Verdial dijo...

que preciosa historia, y aunque tú la cuentas con un famoso protagonista y en tiempo pasado, se sigue dando en la actualidad y con protagonistas anónimos.
Ya ves la historia que puede salir de nuestras mentes cuando contemplamos cualquier maravilla del arte, sea del tipo que sea. E incluso con sólo mirar la naturaleza podemos echar a volar la imaginación.

Una fabulosa entrada Aguaor. Me ha encantado.

Un abrazo