jueves, 6 de noviembre de 2008

Secundarios Protagonistas: el Sayón de La Exaltación

“El Pregonero nuevo vive esta hora con el mismo temblor ilusionado con el que vio su primer paso. Era por Santa Catalina: un colosal barco dorado y largo, con la cruz sólo intuida. Un paso que deberían de llevarlo por lo menos cien costaleros valientes y esforzados, que lograban ese milagro sevillano del movimiento armonioso y esbelto en su andar recio. De chico, admire ‘Los Caballos’. Ahora que ya el niño creció y supo del porqué de las Lágrimas tan tristes de aquella Virgen, y del sentido de la cruz, de su dolor y de su vida, admiro ‘La Exaltación’.”Pregón de Eduardo del Rey Tirado, 1999


Hay algo en la tarde del Jueves Santo que flota en el aire como el aroma del azahar. Hay algo en la tarde del Jueves Santo que se presiente efímero como la vanitas del Barroco. Algo que muy pocos pueden sentir. Algo que se escapa de las manos como la arena del tiempo. Esos detalles que brillan como plata bruñida, que apenas son reflejos de una realidad eclipsada de lo que está por llegar. Hay un halo de tránsito que aparece como velo de alquitrán imperturbable que oscurece el presente para instalarnos en el futuro. Son pocos los que atraviesan ese telón de espera para vivir una jornada fugaz que se ha convertido en vestíbulo de una noche eterna. Pero los que consiguen llegar hasta ella, los que consiguen palpar las maniguetas de la tarde del Jueves Santo, vuelven a disfrutar como lo hicieron cuando eran pequeños. Vuelven a sentirse más vivos que nunca. Porque los niños no han dejado de disfrutar con el Jueves Santo, son algunos mayores los que lo han olvidado.

Y allí estaba yo. Esperando. A todos los niños les gusta ese paso, y yo volvía a sentirme imberbe, atrapado en un mundo sin problemas y lejos de las preocupaciones que asaltan la edad madura. Un río de cirios encendidos presagiaban que la luz mortecina del crepúsculo se cerraba sobre Sevilla. Pronto sería de noche, y la luz azulada del cielo se tornaba púrpura y el morado de los antifaces se confundía con el horizonte y la cera pronto tendería su manto tiniebla sobre los adoquines. La primera fila me dejaba observar el cortejo a la perfección y me hacía regresar a la niñez. Junto a mí una niña miraba con atención el cuerpo de nazarenos, deteniéndose en cada uno de ellos. La observé con una sonrisa. Vestía un bonito vestido celeste que remataba en un lazo anudado a su espalda con un equilibrio perfecto y una pulcritud magnífica. Sobre éste, una rebeca de punto enfundaba sus bracitos y plantaba cara al fresco que comenzaba a sentirse. Para rematar, un bello lazo rosa tocaba su cabello recogiendo el pelo hacia atrás. En una de sus delicadas manos, portaba un programa, y en la otra aferraba con fuerza a su madre. Sus ojos buscaban algo. Buscaban a alguien. Sus ojos buscaban una mirada familiar bajo uno de aquellos antifaces morados que precedían aquel paso que tanto gustaba a los niños. Alcé la vista y encontré un millar de ojos entre los resquicios abiertos de la penitencia. Ojos que me devolvían promesas nuevas y otras gastadas. Y entonces vislumbré que, tras la esquina que giraba un poco más allá, se acercaba el Misterio. Aún no lo veía pero podía sentirlo... no hay nada como intuir la llegada de un paso.


Gracias a Semana Santa de Sevilla siglo XXI


Los ciriales asomaban con su danza inestable al caminar y la sombra delató que avanzaba con paso firme aquel impresionante altar. Los candelabros de guardabrisa aparecieron primero y luego aquel sayón que siempre abría la escena, como el figurante que tira de las cuerdas del telón para que aparezca de un plumazo todo aquel movimiento barroco de ascensión. El increíble paso de Misterio de la Hermandad de la Exaltación apareció con todo su esplendor en la esquina, avanzando con porte y señorío mientras giraba para enfilar la calle en la que me encontraba. El sayón tiraba un poco más en cada paso que daba el Misterio. Atrás estaban los caballos, ejemplo de imágenes secundarias, pero yo siempre me había fijado en aquel esforzado hombre que tensaba sus músculos para elevar en su último suplicio al Hijo de Dios. Ahora sabía algo más sobre él. Obra más que segura de don Pedro Roldán, para arreglar el entuerto dejado por su yerno Luis Antonio de Los Arcos al marcharse a Cádiz. Don Pedro no dejaba las cosas a medias, y este ejemplo no sería un buen detalle para el transcurrir de su taller. Así pues, solucionó la papeleta. De frente, podía observar cómo se desarrollaba la escena. Y ese sayón... ese esfuerzo pictórico de otra crucifixión hecho escultura ante mis ojos. Para mí se había convertido en un secundario protagonista. Un personaje que siempre era el primero en aparecer. El que avisaba de lo que estaba por llegar.


Entonces la sombra del canasto nos alcanzó y la luz de sus candelabros la disipó. El niño de mi interior volvió a abrir la boca y el tiempo regresó al pasado. La corneta destemplaba el sentimiento de emoción y el tambor marcaba el ritmo de nuestros corazones. Todos los presentes volvíamos a nuestra infancia ante Los Caballos de Santa Catalina. Volvíamos a ser niños y a sorprendernos un Jueves Santo por la tarde. Y ¿acaso no es ese el milagro de una jornada así?. Giré la cabeza y contemplé como la niña junto a mí, que ahora cogía su madre, contemplaba alejarse el Misterio. Sus ojos brillaban y permanecían completamente abiertos. Era la inocencia de la infancia. La felicidad de aquello que se puede sentir sin saber nada más. Sin preocuparse por nada más. Se alejaba el Misterio y el presente irrumpía con paso firme en mi cabeza, acostumbrada a merodear por divagaciones efímeras como el pabilo de un cirio. Hacía sólo un momento estaba viendo el paso de Los Caballos, enfrascado en la imagen de aquel sayón caravaggiesco, atrapado en el niño que ninguno de nosotros debemos expulsar nunca de nuestro interior, cuando la madurez acudió a mí. Sólo tuve que fijarme en unas Lágrimas de cristal. Se alejaba el palio de la Virgen de las Lágrimas y algo se movía en mi interior. Como dijo aquel pregonero, vibré como un niño cuando pasaron Los Caballos, y ahora estaba viendo alejarse a La Exaltación. El corazón en un puño. Y la tarde muriendo. La tarde del Jueves Santo, que tiene algo que muy pocos ven.


Se movía la turba y se deshacía el aglomerado. Busqué a la niña que había estado junto a mí. La encontré, perdida su vista, en aquel manto que se perdía al fondo. En su rostro, a diferencia del mío, no había melancolía. Ella sonreía. Una sonrisa amable y dulce. La sonrisa de la inocencia. De la felicidad. Bajó la vista y abrió el programa con la mayor naturalidad del mundo. Yo sonreí y me perdí en busca de mis recuerdos, caminando al filo de mi infancia de Los Caballos y mi madurez de sayón que antecede a las Lágrimas de cristal. Cuando me marchaba, escuché la voz de su madre que la llamaba “¡Claudia vamos!”. Algo me hizo levantar la vista. Ya sabía a quién buscaba entre aquellos capirotes morados...


Gracias a Finidiblanco


Hay algo en la tarde del Jueves Santo que la hace especial... ¿saben vuesas mercedes qué es?, ¿creéis que el sayón que tira de la cruz es un secundario protagonista?, ¿han vuelto a ser niños la tarde de un Jueves Santo?, ¿Los Caballos o La Exaltación?...hace frío en estos últimos días y no hace falta cántaras de barro para enfriar el agua. Hace tiempo que no abría este puesto, pero vuelvo para saciar la sed de todo aquél que quiera arrimarse al fuego de la fragua de don Diego... la misma que servía a Vulcano.

Para mi amigo Finidiblanco, al que pronto buscarán dos ojos más la tarde del Jueves Santo...

22 comentarios:

Diego Romero dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Diego Romero dijo...

El Jueves Santo, amigo aguaó, es un gozo para los sentidos desde su amanecida.
Y no hay mejor manera de despedirlo que viendo entrar la cofradía de La Exaltación.

SôL puro de mediodía
cae por Santa Catalina,
y los sones de Anabasis
resuenan por sus esquinas.

Por Gerona viene andando
y los balcones floridos
va rozando con su cruz,
mientras el sol le va dando
sobre su rostro divino
dándole luz a la Luz.

Y en la Cuesta del Rosario
el tiempo se nos detiene,
embrujados por la briega
de su gente costalera
andándole suave y leve.

María_azahar dijo...

Con tu entrada, ya estoy deseando ver ese colosal barco de conseguidísima teatralidad de Los Caballos (prefiero su apodo popular) y ver derramarse por las calles de Sevilla las Lágrimas de su preciosa Virgen. Esperemos que pronto podamos disfrutar de sus pasos montados en Santa Catalina.

Gracias por habernos anticipado y hacernos partícipes de estos hermosos y entrañables sentimientos de Jueves Santo, para mi gusto de los días más grandes y vividos de la Semana Santa.

Con tus palabras, ahora sí que le hace justicia el conocido dicho popular de "Hay tres jueves que lucen más que el sol...".

Besos.

Juan Duque Oliva dijo...

Me dolían hasta los pies de estar de pie esperando.

¿Donde hay que ir ahora para ver la próxima?

Antonio dijo...

Sin duda has superado con tu narrativa lo que en su día escribí y que pretendía recoger ese algo especial que ocurre en la tarde del Jueves Santo, y que se que esto puede ir contra de la generalidad, supera a la madrugá... que no es poco, incluso diría que es Todo teniendo al Señor de Sevilla en la calle.

Saludos
Antonio

ANTONIO SIERRA ESCOBAR dijo...

Sencillamente magistral. Nos has llevado de la mano de tu prosa al lugar mágico de Sevilla donde nunca hemos dejado de ser niños, aquellos niños que de mayor siempre nos fijamos en el sayón de la Exaltación porque tiran muchos los "caballos" de nuestra tierna infancia. Un abrazo.

Zapateiro dijo...

Para mí el Jueves Santo tiene un color distinto. Ese día marca la decadencia de una semana de ilusiones desbordadas; de nervios; de regreso a nuestra niñez; de emociones a las que que, tras haberlas contenido tanto tiempo, se dan riendas sueltas. Las estampas cambian; la sobriedad se hace más patente ante el júbilo que supone, en gran parte, la noche que le sigue. Todo está más ordenado. El espacio se distribuye mejor. Y nosotros queremos atrapar el tiempo, ese tiempo que ya no tiene marcha atrás y que desencadenará las sensaciones más difíciles de explicar que siento cuando mi Señor de la Salud y mi Virgen de las Angustias me regalan su mirada entre el gentío.

Me has puesto los pelos de punta.

Un beso aguaó.

Jordi de Triana dijo...

Genial querido Ramsés. Perfecta narración, mejor puesta en escena y cuantas emociones tras un fondo de ausencias y recuerdos. En mi memoria el último año que partía desde Santa Catalina, en una esquina de Gerona asomaba el sayón como portada del portentoso Misterio de la Exaltación. Cerca quedaba el milagro de la inenarrable subida por la Cuesta del Rosario. Me asomé a la puerta principal de Santa Catalina y pude ver al Palio de la Virgen de las Lágrimas alejándose en la profundidad del Templo para asomar por Gerona e iniciar el sueño de Jueves Santo por las calles de Sevilla.
¿Cuándo volveremos a vivir las mismas estampas en idéntica tarde?.

Reyes dijo...

Eres un genio, Aguáo.
Es precioso, emocionante y muy bien contado.
A tus pies siempre.

Enrique Henares dijo...

Qué pedazo de cofradía ésta!!!

Anónimo dijo...

Claudia siempre recordará lo que la pequeña Claudia buscó y encontró.

Finidiblanco dijo...

Sin palabras, impresionante; me quito el sombrero. Muchísimas gracias

Verdial dijo...

Lo he vivido con cada letra, con cada palabra... Jueves Santo en Sevilla...
Todo un mundo por descubrir.

Un abrazo

La gata Roma dijo...

En fin, no sé si esto ayuda a mi “mono cofrade” o lo empeora.
Desde luego hay grandes secundarios protagonistas; este es un gran ejemplo. Nunca podré olvidar la impresión que de pequeña me daban ciertos pasos, este es uno de ellos. No quiere decir que la perdiera de mayor, pero es otra visión.
El Jueves Santo es un día para el que me pueden faltar palabras. Personalmente incluso agradezco que muchos se vayan a la playa o decidan prescindir de él por cualquier cosa. Se producen momentos realmente íntimos viendo imágenes tan importantes para mí como el nazareno de Pasión, o el increíble crucificado de Los Negritos. No falto ni un Jueves ni una Madrugá; es el cansancio mas agradable del mundo para mi.
Kisses

sevillana dijo...

Gran entrada la tuya, me has hecho volver a mi antiguo barrio, nunca me perdía la salida de Los Caballos, yo entonces vivía en la calle Sol.
Y te voy a dar una dato, según mi padre antiguamente la Hermandad llevaba cuatro caballos, me dice también que hay fotos de ello, voy a intentar buscarlas para ver como era entonces el paso. Si las encuentro te pasaré el enlace para que las veas.
Besitos

sevillana dijo...

Querido aguaó por ahora he encontrado que antiguamente en el paso de Misterio también llevaban a parte de las que lleva actualmente las siguientes esculturas que con el tiempo fueron quitadas.
- un judio acompañando a los ladrones
- otro esbirro provisto también de escalera
- un sayón en vanguardia tocando una trompeta
- y otro sayón que va voceando la sentencia de Cristo.
Saludos

María_azahar dijo...

Si la memoria no me falla, yo tengo un testimonio gráfico de lo que comenta sevillana, si la encuentro entre los traspapeleos de la mudanza os la dejo por aquí. De todas formas, creo que viene en alguno de los coleccionables de la historia de la Semana Santa.
Magnífica aportación la de nuestra querida y mi ahora vecina sevillana.

Besos a ambos.

nefer dijo...

Otra gran lección amigo. Otra vez nos ayudas a aprender y a no olvidar.

Ese misterio tiene algo distinto, más fuerza que cualquier otro, y si alguien no está de acuerdo, deseoso de aprende sigo.

1BESO.

América dijo...

Una estupenda entrada que ha sido un placer leer y ver en tan bello vídeo.

Moe de Triana dijo...

¡¡¡Que ganitas de Jueves Santo miarma!!!

Y por cierto, que el sayon tiene que tener la espalda el pobre esbarataita perdía...

Un saludasso.

Persa dijo...

Yo soy mucho de figuras secundarias. Éstas son de las que más me gustan, con mucho sabor rancio de principios de siglo. Además, ese paso me trae un bonito recuerdo de cuaresma... Qué bien explicado, Waterman, me alegro de su vuelta.

el aguaó dijo...

¡Qué regalo más bello amigo Lacava! Gracias por endulzar el agua de este humilde rincón con tus sutiles versos.

Muchísimas gracias por tus palabras querida Charo. La verdad es que hacer justicia del Jueves Santo es algo que a todos nos corresponde. No hay que tratarlo como un mero pasaje o trámite, sino como una jornada plena y cargada de tesoros.

Mira el programa -o pograma- mi querido Juan. Pero no te preocupes... la próxima no tardará en volver.

Es un conjunto completo e indisoluble que hace que Sevilla viva un ramillete de horas intensísimo querido Callejonero.

Amigo Antonio, tu comentario no puede ser más certero. Esos Caballos tiran de nuestra infancia.

Amiga Zapateiro, esa sensación es indescriptible. Como bien has dicho, queremos atrapar el tiempo.

Ojalá que muy pronto mi querido Jordi, porque Sevilla lo necesita.

No puedes ponerte a mis pies querida Dama, pues están bajo mis rodillas al postrarme ante voacé.

Amigo Pregonero, siempre la he visto cmo una cofradía de Señorío. Y enhorabuena por el nombramiento de tu padre.

Y esa es la magia mi querida Glauca, que no debemos olvidar.

Gracias siempre a ti amigo Finidiblanco. Te buscarán dos ojos más... ya lo sabes.

Y cada año se descubre algo nuevo... algo diferente amiga Verdial.

El cansancio más agradable del mundo para mí. Estas palabras hacen una idea de lo que pensamos los sevillanos de esta inconmensurable jornada querida Gata. Pero lo mejor de todo... es que llevas razón.

Efectívamente amiga Sevillana. El paso de Misterio era un grandísimo barco repleto de figuras que sorprendía a todos con su majestuosidad. Sin embargo, actualmente incluso me gusta más. Gracias por completar mi entrada.

El no olvidar es lo importante, para que vuelva a aparecer ese niño que se sorprende amigo Nefer.

Muchísimas gracias querida América.

El sayón tiene que tené la espalda como una arcayata amigo Moe.

Muchísimas gracias amigo Persa. Creo que este paso trae recuerdos a todos.

Un fuerte abrazo a todos.