lunes, 21 de septiembre de 2009

911

Norman Bale tenía la esperanza de encontrar al culpable atrapado en el hilo de voz de la llamada que esperaba. Era su última carta, y ni siquiera estaba en la manga de la comisaría. Maldita corrupción. Estaba solo y masticaba con dificultad el ambiente viciado del escenario del crimen. Un experto en líneas telefónicas le había dicho que encontrar los apellidos del asesino sería tan difícil como besar a una mujer al empezar la noche. Se quitó el sombrero y pasó los callos de su diestra por la incipiente calva que se derretía por la coronilla. No le dolía el corte que tatuaba su mano de bellas costras amorfas. El humo etílico hace heridas que la memoria es incapaz de recordar. Echó un vistazo a su alrededor y observó la tramoya de aquel teatro grotesco. El cuerpo había caído más allá de la puerta de entrada. Se encontraron de frente pero fue estrangulada por la espalda, algo realmente extraño. Se conocían. El cabrón la atacó cuando se dio la vuelta, justo después de abrir. Ella estaba hablando por teléfono y no pudo reaccionar. Su último suspiro ahogado en el auricular, ése era el eslabón perdido, saber quién la llamó. Nylon hilado para apretar las cuerdas vocales de la víctima. Aún no había visto a la pobre mujer. Habían llevado el cuerpo al depósito y cuando llegó ya no estaba. A Norman siempre le parecía la muerte una dama excesivamente pálida y fría, portadora del invierno, y no por su aspecto, sino por su relación con el depósito de cadáveres. Tal vez por eso solía decir que prefería morir en un incendio o borracho de ron en la playa, donde la muerte no se atreviera a llegar. Le dieron un par de fotos que todavía no había ojeado, siempre tenía la costumbre de respirar con la vista cualquier detalle que flotara en el ambiente. En la casa no había ninguna pista del autor de aquella obra del crimen. Ningún indicio de robo ni tampoco de violación sobre la víctima. Y algo muy extraño… había agua en el suelo, pero ni rastro de sangre o cristales. Bale chasqueó la lengua y suspiró. En su cabeza había un concierto ilegal de tambores zulú que convertía el alcohol de la noche anterior en un malestar espectacular. Mientras aquella muchacha bailaba la danza de la muerte con un asesino, él fabricaba una impresionante resaca en algún garito putrefacto de la ciudad que ni siquiera recordaba. Era uno de esos días en los que odiaba la vida y buscaba venganza en la muerte. Sacó un cigarrillo y empezó a consumir el tiempo en volutas de humo.

Volvió a mirar el móvil. Steve le había pasado el número de un contacto capaz de piratear las llamadas de la centralita de teléfonos. No podemos hacer eso hasta que tengamos una orden, le habían dicho en comisaría. Menuda gilipollez. Él se buscaría sus medios para averiguar lo ocurrido. Todo confidencial. Todo ilegal. Norman conocía al colega de Steve por un número, el 911, y por supuesto, con esto el susodicho gusano se aseguraba protección, y no precisamente bajo tierra. No preguntaría para quién iba dirigida la información ni nada por el estilo. Algo limpio, fácil y eficaz. Sólo tenía que decir el nombre y colgar, entonces Norman tendría al asesino. A Bale le daba igual tener que recurrir a la calaña de los bajos fondos de aquella manzana podrida con tal de obtener buenos resultados en su trabajo. Terminó el cigarrillo y hurgó en el bolsillo de su gabardina buscando las imágenes de la víctima que pretendía vengar. El rostro que vio en las fotografías le arrancó la resaca de raíz y requisó su halitosis. Un brillo húmedo decoró la frente pálida que servía de visera a dos ojos incrédulos inyectados en sangre. En ese momento sonó el móvil. Pegó un salto y miró la pantalla como si no comprendiera nada de aquello. Un número oculto.

- ¿Sí?
- 911
-
Sí.
- Norman Bale.

13 comentarios:

La gata Roma dijo...

Nueva vuelta de tuerca al cazador cazado, encima por el mismo… Lo cantaba Serrat, es caprichoso el azar.
Por cierto, será la deformación de CSI, espero que lo sancionaran por fumar en la escena del crimen y contaminar pruebas con eso…

Kisses

Juan Duque Oliva dijo...

Azpalla que era él el asesino que poca vergüenza el tio.

Me has recordado a Mike Hammer.

Un abrazo aguaó.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Tienes mucho arte Aguador.

Ahora que te conozco leo los textos tuyos de otra forma.

Felicidades.

Paços de Audiência dijo...

Pues sí, si te pilla la científica fumando en la escena del crímen, lo mismo se mosquean un poco.

Aunque nunca se sabe, lo mismo agradecen que dejes una colilla en el lugar del crímen, porque si pasados unos años no encuentran al culpable, siempre podrás ser el nuevo Tony King.

Un fuerte abrazo.

Er Tato dijo...

¡Qué cabrón! El Norman éste, no tú.

Un abrazo, artista

María_azahar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
María_azahar dijo...

A la entrada le metería yo también de fondo otra BSO tipo "La Dalia negra" para seguir con el suspense jeje. Me la ha recordado mucho esta entrada.

Juanma dijo...

Aggggggg....subidón literario al final, que ha sido para mí absolutamente sorprendente y deslumbrante.
Qué buena semana bloguera llevamos. Está el nivel alto.

Y ahi una frase que me ha bloqueado. La busco..."Todo confidencial. Todo ilegal"...me alucinó eso.

Un fuerte abrazo, querido Ram.

Zapateiro dijo...

Jejejeje, qué bueno. El final es estupendo.

Un beso.

Moe de Triana dijo...

Bendito móvil el de Norman, el mío no tiene cobertura nuuuuuuuuuuuuunca...


¡Un saludasso miarma!

Reyes dijo...

Me imagino tu historia con una voz grave en off.

¿Que es difícil arrancarle a una mujer un beso al empezar la noche?

Ariel dijo...

Muy bueno tu trabajo Aguador. Un gusto leerte.
Te dejo un abrazo y que estes bien.

María_azahar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.