domingo, 23 de septiembre de 2007

Historia de un Crucificado

El esplendor iba pasando como el oro que arribaba al puerto del mundo. Aún faltaba para que las riquezas se trasladaran al sur, allí donde la Caleta se convierte en realidad y la sal perfuma el aire. Pero de momento seguía siendo la puerta hacia el nuevo mundo. No hacía mucho, se había levantado un gran túmulo funerario por la muerte del rey que más hizo por ampliar las fronteras españolas. En 1598 expiraba Felipe II en el Palacio Monasterio de El Escorial y Sevilla le homenajeaba con el monumento al cual don Miguel de Cervantes le dedicaría un soneto:

Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla;
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
Esta máquina insigne, esta riqueza?
Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!
Roma triunfante en ánimo y nobleza
Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.
Esto oyó un valentón, y dijo: - Es cierto
cuanto dice voacé, señor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente.
Y luego incontinente
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuése, y no hubo nada.


Bien sabía de lo que hablaba don Miguel, que por aquellos años moraba en la Cárcel Real de Sevilla, desde donde podía contemplar y sentir como la gloria de la llamada Nova Roma pasaba a transformarse en decadencia, que acompañaba a la monarquía española, hundida en la tristeza y sumergida en el más profundo ocaso del esplendor, que se desvanece y enturbia con el paso de los años, donde las guerras dilapidarán la moral de soldados y la riqueza de América. Sin embargo, eran buenos años para las Letras y el Arte, no en vano, fue reconocido como el Siglo de Oro aquél que entraba un año después del nacimiento de don Diego, pupilo y yerno de un pintor nacido en Sanlúcar de Barrameda, que trabajaría en el túmulo funerario de Felipe II junto a un escultor que se había afincado en Sevilla en 1582, alcalaíno de origen y apodado más tarde con el sobrenombre de Lisipo andaluz.

En ese siglo que comenzaba Sevilla era la ciudad más importante en el orden social, económico y religioso, y también era el centro artístico más relevante del territorio hispano, no obstante, sus 120.000 habitantes hacían de ella una urbe populosa y activa, que se beneficiaba del comercio con América y Europa, pese a la decadencia que se venía encima a marchas forzadas, prologada por la peste de 1596. Por aquella época era muy normal encontrar personajes ávidos de riqueza y grandilocuente apariencia. Era importante aparentar, sobrevivir y si era posible, con éxito económico, y esto último era muy usual por estos años en la ciudad que ostentaba el privilegio de albergar el Puerto del Mundo, donde la picaresca y el descaro eran vecinos.

En esa Sevilla de apariencia vivía un personaje que se había criado en el Palacio Arzobispal, a la sombra del cardenal Rodrigo de Castro, tocado por la diosa fortuna y heredero a los 18 años de don Mateo Vázquez de Leca, su tío, el cual fue secretario particular de Felipe II, que no solo le dejó fortuna familiar o un cargo prestigioso, como era la canonjía y el arcedianato de Carmona, sino también su nombre y apellidos. Así pues, Mateo Vázquez de Leca, se convirtió en arcediano de Carmona en un período de esplendor en la ciudad del Betis, donde el oro arribaba un día sí y otro también al Arenal, mientras gozaba de plena juventud, fortuna y cargo prestigioso, que se dedicaba a pasear por las calles de la urbe. Como he dicho anteriormente, era una época de apariencias, y el joven arcediano se encargaba de airearlas, no respetando siempre el cargo que poseía en la Iglesia, ordenado tan solo de epístola o subdiácono, a lo que el padre Aranda solía decir como la edad era poca y la renta mucha, no fueron sus pasos tan ajustados a las obligaciones en que el estado de eclesiástico le ponían...”. Pero Sevilla comenzaba su descenso, aunque aún le quedaban días de gloria. En uno de esos días del año de 1600, el flamante Vázquez de Leca había vuelto a la Catedral tras la procesión del Corpus, fiesta que cada vez adquiría mayor importancia en la ciudad, y entonces observó una figura que se movía en la penumbra de la Magna Hispalensis. Era una visión borrosa o acaso la figura de una mujer la que se dibujaba al contraluz, y que además parecía llamarle, hacerle señas para que le siguiese. El arcediano, gran sabio de los placeres mujeriegos, se había dejado llevar por los encantos de bellas damas en múltiples ocasiones, y en esta sazón una curiosidad morbosa se apoderó de su mente. Siguió la insinuante figura hasta la Capilla de la Virgen de los Reyes, donde la descubrió quieta en uno de los oscuros rincones. Se acercó a ella y vio su rostro oculto por un manto. Vázquez de Leca le pidió que se descubriera, pero la figura permaneció impasible. La ansiedad y expectación del subdiácono lo espolearon y se dirigió convencido para descubrir la cara de la sensual silueta que lo esperaba en las sombras. Con delicadeza y sin prisa apartó el manto que cubría el rostro, y ante los ojos atónitos del arcediano apareció la visión de la oscuridad, la penumbra del mundo, la carestía de esperanza, apareció el rostro de la muerte. Pegó un respingo hacia atrás mientras la visión se apoderaba de su mente y comenzaba a gritar de terror. Las piernas le flaqueaban y los músculos se habían engarrotado a causa de la tensión, un sudor frío le perlaba la frente y su vestido de brocado y la sotana se pegaban a su espalda, empapada de un miedo helado, pero pudo recomponerse y trastabillar para coordinar sus piernas en una carrera despavorida a los gritos de “¡eternidad, eternidad, eternidad!” mientras salía de la Capilla de la Virgen de los Reyes con el rostro desencajado.

Vázquez de Leca dio un giro radical a su vida con ayuda de Fernando de Mata, un santo varón que vivía por aquel entonces en Sevilla, y que le ayudó gracias a su dirección espiritual, ordenándose posteriormente como sacerdote. Pero tres años después de lo ocurrido, encargó la hechura de un Crucificado a Juan Martínez Montañés. El encargo era preciso y en la escritura de concierto se estipula que el Cristo ha de estar vivo, antes de haber expirado, con la cabeza inclinada sobre el lado derecho, mirando a cualquier persona que estuviese orando al pie de Él, como que le está el mismo Cristo hablándole y como quejándose que aquello que padece es por el que está orando, y así ha de tener los ojos y rostro, con alguna severidad y los ojos del todo abiertos. Tanto el cliente como el artista dejaron constancia documental de que la imagen debía ajustarse a un determinado mensaje religioso. Tal vez también se tomó como referencia el Cristo del Auxilio de la Iglesia de la Merced de Lima, que Montañés hiciera en 1602-1603.

Y el gran escultor, apodado Dios de la Madera, hizo honor a su fama y creó, probablemente, el más bello Cristo Crucificado de la escultura Barroca española. Posee un canon alargado y apolíneo en su anatomía, así como una gran belleza y suavidad que exhiben sus formas corpóreas, con cuatro clavos y sudario que envuelven las caderas suavemente. Corona a modo de casquete que enmarca el bello rostro de exquisitas proporciones. Sus pies aparecen cruzados, siguiendo las recomendaciones de Francisco Pacheco y las Revelaciones de Santa Brígida. Paño de pureza con menudos pliegues orquestados, contrasta con el suave tratamiento dado a la piel, cuya exquisita encarnadura mate huye de todo exceso sanguinolento, y fue aplicada por el suegro sanluqueño de don Diego. A ello debemos agregarle una composición serena y reposada, de gran belleza formal y serenidad espiritual, pero dotada de un dramatismo contenido y un bellísimo estudio anatómico. Posee una belleza idealizada.


Todos estos detalles hacen que la obra tenga un magistral equilibrio, verdaderamente clásico, entre las apariencias visibles y la sugestión de lo sobrenatural y trascendente, el escultor revela profundos contenidos espirituales de signo contrarreformista, sin asperezas dramáticas externas ni fatuas gesticulaciones, apoyándose en un refinamiento formal y preciosismo técnico. El clasicismo ‘montañesino’ alcanza cotas insuperables de espiritualidad y belleza formal, con una gran suavidad de las formas, así como una profunda unción sagrada, de sentido místico-ascético, que invita a la oración.

Mi memoria me trae recuerdos de chanzas y corrillos, pero también de rumores. Este Cristo, al que Mateo Vázquez de Leca le puso de La Clemencia, fue encargado para el oratorio particular de su casona en la collación de San Nicolás, donde le rezaba en silencio y le pedía clemencia por sus pecados, quizás con la mente puesta en aquel espectro que le había visitado tres años antes. Al morir el arcediano, fue donado a la Cartuja de las Cuevas, y tras la exclaustración llevado a la Catedral, donde fue depositado en la Sacristía de los Cálices, lugar en el que adquirió el sobrenombre de Cristo de los Cálices. Con el tiempo se mereció un lugar privilegiado en la gran obra gótica y obtuvo una capilla propia, donde aparece iluminado constantemente, mientras a sus pies algunos han llegado a comentar que han visto una figura arrodillada que no para de rezar.

Quizás sea verdad o simplemente una leyenda, o tal vez divagaciones de este pobre viejo, al que un muchacho que luego se convirtió en genial pintor, plasmó en un lienzo que serviría para mantener mi alma inmortal, y así poder vagar por mi ciudad hasta la eternidad y llevar el nombre de Sevilla más allá de los confines de la vieja Europa.

No se la fecha exacta de todo esto, pero un buen amigo mío puede decírosla... ¿su nombre? Por estas tierras se le conoce como Rascaviejas.

Para Manuel Jesús...

16 comentarios:

el aguaó dijo...

"El Arte y la Ciencia no bastan, además es indispensable la paciencia" - Johann Goethe

"Lo que es imposible corregir, la paciencia lo hace tolerable" - Flaco Quinto Horacio

Quizás me ocurra eso precisamente, que soy incorregible.
Estoy preocupado porque es un texto largo. Lo se. Llevo gestando y elaborando este artículo desde hace un tiempo, y soy consciente de la extensión del mismo, por la cual os pido disculpas y espero sepáis perdonarme, pero una vez concluido lo leí varias veces e intenté resumirlo sin éxito. De hecho pensé prescindir de una buena parte para dejar lo sucinto y necesario, pero no supe que trozo sacrificar, todo lo contrario, sentí una profunda necesidad de publicarlo completo, aún sabiendo que se podía convertir en un texto poco leído o esquivo, cuya extensión corría el riesgo de convertirse en símbolo de rechazo por aquella persona que abre el blog y se encuentra una entrada de tales dimensiones. Sin embargo, creo que el artículo no podía ser de otra manera, y prescindir parte del texto significaría dejar incompleto mi dedicatoria a mi amigo Rascaviejas.

Un abrazo y gracias.

Anónimo dijo...

Largo?... Esta noche cuando los niños se duerman... no abriré un libro, mas bien levantaré el telón y beberé un intenso trago de agua.

PD: El profesor no se merecía menos...

bogar dijo...

Cuando se escribe con el corazón,como vos lo haceis,jamas será largo el texto.Impresionante el articulo,impresionante la obra e impresionante la foto.Gracias por enseñarnos cosas de nuestra tierra sin salir de casa,Como dice Goethe,yo tendré la paciencia necesaria para esperar sus enseñanzas y disfrutar leyendolas.
Un abrzo

El Caliz de la Canina dijo...

Expléndido aguaó¡ nos has dado un lección de historia y leyenda de nuestra querída Sevilla.Todos los años, sin yo saberlo, pasaba cada año con mi hermandad`por la calle Vazquez de leca y ahora sé algo de este hombre universal para Sevilla.Concretamente está en Triana ,como no, tierra de aventureros,navegantes,ceramistas etc ,todo ello lleno de embrujo y leyenda.Tambièn existe un cruxificado en la Catedral de Triana,entrando, a la derecha,donde hay una fuente,arriba, está ésta obra insigne y desconocida para mi ,que tendrá una leyenda digna de la ciudad de Sevilla.Yo cada año le rezo un padre nuestro.Para mi es una tradicíon.Antes de acompañar a mis titulares.

Sin más me despido, la canina seguirá pensativa,como siempre, y es que a Sevilla, le gusta así ....

Un fuerte abrazo aguaó.
P.D: Gracias por dejarme comenrarios.

del porvenir dijo...

Uno de los silencios más impresionantes de Sevilla se encierra en su capilla

Rascaviejas dijo...

Gracias, gracias, gracias. El comentario y los datos los dejamos para otro día, que ahora andamos corto de tiempo. A su grandeza contesto con una simpleza: gracias de nuevo. ¿Sabía usted por casualidad que hoy, día de la Merced, celebra un servidor su cumpleaños? No tengo ni que decirle que un regalo en forma de palabras me ha llegado a lo más profundo...

Reyes dijo...

Esta mañana, en el trabajo, no lo pude leer a fondo, y ahora, como Glauca, que ya he acabado con las comidas varias y estoy SOLA he leido tu texto.
Absolutamente increible.
Siempre pensaba, cuando pasaba por Santa Ana, en quién sería este Vázquez de Leca.
Has tenido que ser tú y de la mejor manera posible.

Gracias, y un hermoso detalle a nuestro profesor.

el aguaó dijo...

Pues a tu salud querida Glauca, me permito la licencia yo también, de tomarme un buen trago de agua. Un fuerte beso... y gracias.

Amigo Bogar, muchísimas gracias. Ya te echaba de menos por este humilde rincón.

Tomo nota querido Cáliz de la canina. Me pasaré por Santa Ana e intentaré averiguar algo sobre ese Crucificado.

He tenido la suerte de entrar dentro y colocarme justo debajo de Su mirada. Allí donde Vázquez de Leca se arrodillaba a orar, y como bien dices, el silencio es de recogimiento. Es un silencio especial. Impresionante.

Es lo menos que podía hacer. Te mereces más querido profesor. Y por supuesto, siempre gracias a ti... y de paso me tomo la libertad de felicitarte.

¡Qué hermosas palabras amiga Dama! Muchísimas gracias.

Vuestras palabras me dan ánimos para continuar escribiendo. Muchas gracias. Un fuerte abrazo a todos.

Paços de Audiência dijo...

Siempre me ha parecido una imagen impactante.

Quizás sea la serenidad que transmite.

Híspalis dijo...

De largo nada. Es más, lo he imprimido para poder detenerme más en la lectura. Gracias a artículos como éste los blog ganan día por día interés. Y si se trata de cosas de mi Sevilla... más interesante aún. Gracias por este fabuloso y rico trago de tu búcaro Aguaó... contigo los costaleros de Sevilla harían la carrera oficial de una sola chicotá.

Alberto Ramírez Jiménez dijo...

Muchas gracias amigo Aguaó por saciar mi sed de Barroco. Ha merecido la pena imprimir el texto para leerlo en el bus.

Personalmente, me gusta más la cabeza del Señor de Pasión, aunque la imágen del Xto de la Clemencia es conmovedora.

No conocía muy bien la historia que rodea la hechura de este magistral Crucificado, que tiene una morada a la altura de su valía artística y devocional.

Un pregunta, ¿has leido la novela, reciente, La Gubia del Alumbrado, de Fernando de Artacho? Si es así dime que tal es.

Saludos y continúa con la historia y el arte. Enhorabuena por esta entrada.

el aguaó dijo...

Es una imagen que clava su mirada en la tuya. Impactante como bien dices amigo Cabezota.

Muchas gracias por tus palabras amigo Híspalis. Son todo un honor.

Gracias por tus ánimos de continuidad querido Morís. "La Gubia del Alumbrado" me la compré hace poco, pero tengo que terminar la que estoy leyendo. Cuando lo lea ya te contaré.

Muchas gracias a todos y me alegro que os haya gustado.

Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

El artículo no es ni corto ni largo, simplemente bueno. Como en todo lo que haces, has demostrado el máximo. Que suerte contar contigo para el futuro, querido Aguó, nos vas a venir de perlas. Tu socia.

el aguaó dijo...

Muchísimas gracias socia. Vuelve cuando quieras, y a ser posible pronto. Ya sabes que esta es tu casa.

Un fuerte beso.

Anónimo dijo...

Aunque leo todo lo que escribes rara vez dejo algún comentario, pero eso de la extansión, suele ser un peñazo cuando se dicen naderías. Y en este caso nada de nada. No conocía ese Cristo, aunque he visitado la Catedral en muchas ocasiones. Pero tu magnífica descripción hace innecesario el visitarlo porque ya lo he visto. Perdón por el comentario. Gracias por la lección.

Anónimo dijo...

La figura de Vázquez de leca es mi fascinación llevo muchos años con el... aquí he leído cosas interesantes pero hay muchas mas...su viaje a Roma junto a Bernardo del Toro para conseguir el Dogma Concepcionista 1616 ...el breve con el que la Iglesia reconoce a María sin Mancha es lo que trae a Sevilla Mateo,quedándose en Roma,donde muere Bernardo (LA CABEZA)de la congregación de la Granada de la que ambos formaron parte..Mateo como AlUMBRADO...sus amoríos sus letras...el tiempo pasa pero la historia continua y Sevilla escondida en su Fe aún le rinde homenaje y los seguidores de esa Congregación aún en este siglo escondidos con su legado seguiremos esperando la revelación que nos libere ....