martes, 18 de diciembre de 2007

Don Anselmo y la maldición


Se atusó el bigote y se acarició la barba. El Lorenzo había salido radiante ese día y don Anselmo disfrutaba del aire de la mañana. Ya había comido calentitos en el Postigo, donde Juana se luce todos los días, que para algo el Arco del Aceite es como su casa y su vecina la Pura y Limpia, aunque don Anselmo sabe que se sale cuando la noche es eterna y se convierte en Madrugá en Sevilla. Caminaba altivo y contento allí donde se unen las murallas del Alcázar con la historia de la Lonja y la antigua parada de autobuses en la esquina de la Catedral. Paseaba su barriga en cuarto creciente, que se acercaba cada vez más a la de parasceve, y es que a don Anselmo no solo le gustaban los calentitos de doña Juana, también los mantecados de chocolate, que para algo tenía el carné de rancio. Este año tendría que cambiar las correíllas del cinturón de esparto.

Con el izquierdo por delante encaminó su paso hacia la Giralda. Qué bella estaba esa mañana. A don Anselmo le encantaba pasear por los alrededores de la Catedral y contemplar la esbeltez delicada del minarete musulmán, perfectamente armonizada con el campanario cristiano. Pensaba que la combinación había sido tan extraordinaria como la fina capa de azúcar glasé que baña a un petisú por encima. Y el petisú relleno de crema estaba muy bueno, que don Anselmo lo sabía bien, pues se encargaba de no olvidar su sabor cada vez que pasaba por la puerta de la Campana. Cuando templaba el paso deleitándose con la radiante mañana los calentitos de Juana aparecieron ardientes por su garganta. Demasiado aceite en el Postigo del mismo, o tal vez el azote disimulado del aliño de adobo del cazón de anoche. Don Anselmo no se arriesgaba, que para eso tenía siempre en el bolsillo de su chaqueta una tabletita de Almax. Sacó una pastilla y se la puso en la boca con la esperanza de que la batalla se decantara a favor de la efervescencia que comenzaba a hacer efecto. Reanudó su marcha hacia la Giralda. Radiante. Tanto la Torris Fortissima como él mismo. Fue entonces cuando vio emerger una figura. Don Anselmo estaba dentro de su plenitud matutina y no había visto aquellas dos personas que se emparejaban en la esquina de la Magna Hispalensis. Tampoco había visto como habían cruzado unas palabras y una de ellas abandonaba su posición. Fue entonces cuando don Anselmo se percató. Venía hacia él a paso de mudá, la mirada de ella clavada en su persona, o quizás en su barriga, el delantal agarrado con alfileres y descosido por los bajos, lleno de lamparones, abrazaba una redondez curtida en los mejores tanques de salmuera, le seguía un mantoncillo graciosamente recogido, andando con un vaivén oscilante que le recordaba a su vecina, la Paquita, tal vez por la misma constitución. Con una sonrisa de oreja a oreja dejó ver un teclado a caballo entre la miseria y la opulencia, pues tres espacios vacíos mostraban la ausencia de habitantes, colindando con dos piezas que reflejaban el brillo dorado del oro. Cual si fuera un salteador de caminos, la gitana se encajó frente a frente, romero en mano, como si portara un rifle, y obstaculizando el izquierdo por delante de don Anselmo.

-Toma un romerito guapetón – A don Anselmo se le cambió la cara. Los ojos desorbitados y una mueca en su boca resumían la desesperación y sorpresa que le angustiaba – No habráh venío a Sevilla pa no cogé romero ¿no?, “er que pasa por el romero y no coge de él, ni sabe lo que son amore ni sabe lo que e queré”. Don Anselmo dio un paso atrás y negó con la cabeza. En su mente bullían las dudas y le asaltaban las preguntas. ¿Cómo lo había confundido con un turista?. No podía ser. Él, que lo único por lo que conocía el pan Bimbo era por ser la base de las torrijas, que sacaba su papeleta de sitio todos los años, que comía calentitos en lo de Juana y mantecados de chocolate, el mismo que degusta bacalao los viernes de cuaresma y quema incienso en su casa, que cuando llega Navidad pone el Nacimiento y se perfuma con azahar en vísperas.
-¡Señora que yo soy d’aquí!, ¡que yo prefiero el romero con Curro delante! – contestó indignado don Anselmo mientras esquivaba a la gitana con un cruce de piernas saliendo al exterior como antaño hubiera hecho Joaquín por la banda derecha.
-Será esaborío er tío... ¡Así te sarga un cardo borriquero en er sobaco! – espetó la salteadora calé mientras don Anselmo apremiaba el paso para pedir la venia de la cordura a buena hora. Su cabeza le daba vueltas. Tenía miedo. La gitana le había soltado una maldición clara y sonora, pero eso no le preocupaba. Si le salía un cardo borriquero o una tagarnina en el sobaco se la arrancaría y la cocinaría para una sopa o un caldito. A don Anselmo le preocupaba que le hubieran confundido con un turista, cuando lo más lejos que iba era a Chipiona y en agosto. Mirando de soslayo a la Giralda emprendió una chicotá hasta el Rinconcillo, donde se endosaría un vinito (o dos) para recuperar esa confianza perdida.


En mi entrada “Las letras rojas”, muchos de vosotros le dedicasteis cariñosas palabras al creador del virus, muchas de ellas me recordaron a maldiciones gitanas. El amigo Canónigo Alberico le deseó que “ojalá le entren los albañiles en su casa y se queden seis meses, mínimo”, nuestro querido Bogar le daba una recomendación, “al del virus que le entren ‘caguetas’ y se tenga que tomar el Tanaget con mangueras”. El amigo Vicenteeldelasalmendras aportó la maldición y el escenario: “Al del virus sólo decirle lo que le dijo una vez una gitana en la feria a un amigo mío cuando no quiso comprarle una flor: a ver si te salen almorranas”. Nuestro querido Tato aportó la suya, que escuchó una vez a una gitana: “Ojalá te entre un dolor de barriga que mientras menos corras más te duela y si te paras, revientas”.

¿Os han echado alguna vez una maldición gitana como a don Anselmo?, ¿cuáles son las más estrambóticas que habéis escuchado?, ¿le saldrá a don Anselmo un cardo borriquero en el sobaco?, ¿cómo sería vuestra maldición gitana?, ¿os han ofrecido romero alguna vez en las inmediaciones de la Catedral?, ¿habéis comido calentitos en lo de Juana? ...entrad y echaos un trago de agua, que el vino se lo ha pimpado don Anselmo.

20 comentarios:

el aguaó dijo...

El cuadro que encabeza la entrada es de Frans Hals, titulado "Gitana". De 1628-1630.

Antonio dijo...

Vaya buche de agua fresquita que macabo de pegá.
Y es que, efectivamente, tras Noviembre, Don Anselmo dejó secas las maderas del mosto de Umbrete.

Da gusto leerte, para los que nos cuesta tanto escribir, tan fluido.

Saludos
Antonio

Diego Romero dijo...

¡Te veas cagao y el agua lejos!

...sin acritud.

Bienvenido al mundo de los desinfectados.

Un abrazo.

P.D. Mi cita de Domingo de Ramos, ya sin avisar, porque los contertulios también lo saben. Es a las nueve de la mañana en el puesto de Juana. Ahí empieza mi particular Gloria.

Finidiblanco dijo...

Sevillanía en estado puro, agüita fresquita en jarra de loza, ojú que bueno!!!!!!!!!!!!!!!

Er Tato dijo...

Por lo que se ve, el virus le ha sentado bien a tu creatividad. ¡¡Devuélveme el antivirus que te he pasado, ya!!

Fresquita, fresquita. Sí señor.

Un abrazo, querido aguaó

Híspalis dijo...

Precioso relato como siempre, amigo Aguaó. ¿quién no le ha parado nunca una gitana para ofrecerle romero? la verdad es que ya menos, supongo porque se quedarán con las caras de los guiris, que algunas por cierto son inconfundibles...

Magristal como siempre, amigo.

Un fuerte abrazo, me quedo mientras tanto en el rinconcillo tomándome una copita.

Alberto Ramírez Jiménez dijo...

Aguaó, por qué eres así???? Otra entrada a imprimir. Estas dispuesto a dejarme sin papel!!!!???

del porvenir dijo...

Los calentitos ya son de Ángela, su sobrina, Juana estará siempre en el recuerdo

el aguaó dijo...

Don Anselmo se tenía que recuperar amigo Antonio. Se tomó más de uno.

Muy buena esa amigo Lacava. No la conocía. Si necesitas agua, ya sabes donde encontrarme.

Sírvete la que quieras amigo Finidiblanco.

Un parón pa' refrescar las ideas querido Tato.

Gracias amigo Híspalis. Si ves a don Anselmo salúdalo de mi parte.

Muchas gracias querido Moris. Me alegro que te guste.

Amigo Del Porvenir, no sabía nada. Doña Juana siempre quedará en el recuerdo. Vaya para ella esta entrada... allí donde esté.

Un fuerte abrazo a todos.

Anónimo dijo...

Genial el personaje de D.Anselmo, Aguaó.
Deberías pensarte recopilar tus textos y editarlos, ganarían todos aquellos que están deseando aprender disfrutando.

Antonio dijo...

Aguaó pásale a Don Anselmo el artículo de A. Burgos sobre tantas cosas que pasan en el postigo. Gracias por tus textos.

Calentitos de plata

Saludos
Antonio

Anónimo dijo...

A mi no me han echado una maldición, romero me ofrecen cada vez que estoy en el centro o en la Feria, algunas veces digo que no quiero nada muerto y otras me callo, pongo mala cara y sigo "palante".
Yo los churros que como son los de mi barrio, que están buenisimos y son baratillos.
Muchas gracias amigo aguaó, ya se te echaba de menos por aquí.
Un saludo a todos.

Reyes dijo...

Excelente!!!!
¿Sabíais que la reina Dª Sofía, cada vez que viene a Sevilla, pide calentitos del postigo?
Lo que más me ha gustado es la curiosa manera de definir su dentadura.
En cuanto a las maldiciones, se de alguien que metió en el congelador la foto de cierto entrenador de fútbol y no le pudo dar mas buena suerte, la maldición se le tornó a él...

el aguaó dijo...

Muchas gracias amiga Glauca. Ya me lo han sugerido en más de una ocasión. En cuanto a don Anselmo, se me ocurrió al pensar en un personaje que fuera entrañable, que cayera bien y que reuniera las características de un rancio. Si os cae bien es muy probable que aparezca en un futuro.

Los leí en su día amigo Antonio, pero me alegrará recordarlos. Gracias por el enlace.

Calentitos amigo Capitán...

No sabía el detalle de Doña Sofía querida Dama. Curioso. Lo de la foto... que se puede decir.

Un abrazo a todos.

Maru Serrano dijo...

De mi boca si que ha salido más de un mal deseo para mucha gente. El que me robó el radio del coche, rompiendo la luna del mismo, todavia se estará rascando...

Aunque el de "mal cance te caiga" es el que más me suena.

Rascaviejas dijo...

Pasaba una moto con el tubo de escape a lo ruidoso y le largaba: "anda que debía caer más jondo que suena..."
Antepasados brutos que tiene uno...

Paços de Audiência dijo...

Ya que es navidad te encuentro una historia protagonizada en Huelva por un gitano hace innumerables años. Todo verídico, Paco Gandía dixit:

Estaba viendo el Cortilandia y salió un jipi corriendo del Cortilen. Detrás unos securatas lo pillan y lo machacan a palos. El tío agarrado a una chaqueta dice: "soltadme, que es Navidad".

Mientras, de banda sonora, se escuchaba: "Cortilandia, Cortilandia".

Los niños, mientras, ajenos al espectáculo del capitalismo o mejor dicho muy atentos a él.

Ya recibí la mercancía. Pronto recibirás la tuya.

Anónimo dijo...

Felices Pascuas Aguaó.
Un beso .
Hasta la vuelta.

Les Corts dijo...

Queridísimo amigo:

No creas que por no escribirte más a menudo, dejo de leerte; el dichoso trabajo, la dichosa carrera y el poquísimo tiempo hacen que no pueda participar tanto, pero no por eso dejo de aprender diariamente contigo.

Que pases una muy, muy Feliz Navidad con toda tu gente.

Un fortísimo abrazo.

el aguaó dijo...

Querida Criticona... en el estado en el que te encontraste el coche no es ninguna locura soltar alguna maldición.

Yo diría que son antepasados genuinos querido Rascaviejas.

Me hace gracia aquello de "Soltadme que es Navidad". Este hombre se creía que se podía robar en estas fechas ¿no?

Felices Pascuas querida Glauca. Me acordaré de tí.

Igualmente amigo Calleferia. Pero no tardes tanto en volver.

Un fuerte abrazo.