miércoles, 26 de marzo de 2008

Todo pasa y todo queda... (I)

Dos golpes. Dos golpes secos al canasto. Bajé el cirio. Una nueva parada. Demasiadas en los últimos minutos. Se intensificaba el dolor del brazo izquierdo. Un picotazo en la mano me despabiló. La cera se solidificaba rápidamente. Me ceñí el antifaz a mi rostro. Todo olía a cera. Todo olía a esparto. Todo olía a ruán. Parpadeé varias veces. El frío entumecía mis manos. Pasé la siniestra por el cuerpo alargado de la llama que alumbra el camino del Señor. Sentí el calor penetrar con fuerza. La oscuridad tiznó mi mano. Oscuridad de un frío implacable. El año pasado hacía más, pensé mientras repetía el mismo movimiento con la otra mano. El parón comenzaba a ser largo. Todos los años se repetía en el mismo sitio, sin embargo, en esta ocasión se estaba prolongando en demasía. Había pasado ya el Postigo, donde el olor de los calentitos de la estirpe de Juana había alertado a mi olfato, que inmediatamente despertó a mi estómago. Cosquillas y mariposas. Seguro que Juana estaba dentro de la capilla de la Pura y Limpia del Cielo, donde ya había visto pasar al Señor y esperaba a su Bendita Madre del Mayor Dolor y Traspaso. Arfe con Castelar. Parón. Un pasito. Tal vez dos. Pecho y espalda. Base del capirote del hermano que me antecede. Miro a mi derecha. ¿Habrá algún amigo o amiga entre las miradas que buscan entre mis ojos?. Escribiría un artículo para el blog. Tal vez recordando todo lo que había hecho en esta gran Semana que concluía. Que se iba. Que cuando amaneciera se desvanecería rápidamente. Viernes Santo fugaz y apenas un brillo de plata el Sábado Santo. Suspiré. Realmente es Barroco. La fugacidad del momento. La Semana Santa es y profesa el Barroco. La vanitas del bodegón. Esa fruta pasada. Ese reloj de arena que no para. Es en ella, más que nunca, cuando se hace patente la brevedad del tiempo. De los momentos. De los minutos. De la vida. Miré la cera de mi cirio. Se derretía. Se consumía. ¿No era, pues, un ejemplo de esa fugacidad?. Entonces, perdido entre mis pensamientos. Sumido en aquel goteo de lo efímero, recordé cómo había transcurrido todo.


El Sábado de Pasión me retorcía en la cama. Nervios. Un año más. Como si fuera un chiquillo esperando el alba del seis de enero. Lo recordaba todo una y otra vez. Todo estaba preparado. Traje de chaqueta. Corbata. Camisa. Zapatos. Zapatos que se convertirían en torturadores sin piedad. Patíbulos de mis pobres pies. Instrumentos para desollar los dedos meñiques. La penitencia empezaría antes de lo esperado. También estaban preparados aquellos elementos indispensables: la radio, que en esta Semana se convertía en transistor, el programa y la cámara de fotos. Al día siguiente sería Domingo de Ramos. Al día siguiente sería el gran día. Al día siguiente... volverían las Manos del Señor.


Alguien intenta colarse en la fila. Chasqueo del diputado de tramo. Media vuelta. Continúa el parón. Me pierdo en mis recuerdos del Domingo de Palmas. Fue una espléndida jornada. Mi primer paso: la Sagrada Cena. Mi primer Palio, la Virgen del Subterráneo. Revirá en la calle Gerona. Enfila Doña María Coronel. La Madrugá suena. Bambalinas al aire. Balanceo. La gente se mueve. Permanezco quieto. Aquel manto... cuando ves cómo se aleja el primer palio, sientes que algo termina. Cuando el primer palio que ves se marcha, sabes que ha comenzado el principio del fin. La Borriquita volvió a realizar la Sagrada Entrada en Sevilla viniendo de la Plaza del Salvador. De nuevo niños. Esperanza blanca entre diputados de negro ruán. Cantera cofrade entre la madurez del Amor. El Amor. La única Hermandad que fragmenta su salida. Negro ruán para el Cristo de Juan de Mesa. Se vuelve a teñir el Salvador de silencio. El señor Falserío disfrutaría de nuevo de su Amor y su Socorro en esa sevillana plaza. Este año con dos nuevos motivos. Dos motivos iguales a los que repartir amor. El Domingo es un día de lecciones. Es un día de virtudes necesarias en nuestra vida. Amor y Socorro. Y Paz. Tan necesaria La Paz. Amor y Paz. Como los amigos. Del Porvenir. Nombre del barrio. Santo y seña de mi amigo. Del mismo Porvenir de donde llega la primera en pisar la calle. Que no debe ser otra. Debe ser La Paz. Paz del mundo. Un nuevo mordisco me saca de mis pensamientos. Una rápida sacudida me sirve para escupir la cera del pábilo. ¿Estará por aquí Cabezota?. Me acordé mucho de él, cuando me deshice entre los sones de Virgen de los Reyes y el andar prodigioso de esa cuadrilla de Jesús Despojado, que cada año demuestra que sigue creciendo. Barco surcando las aguas de las calles de Sevilla. Busqué entre los antifaces oscuros, pero no lo vi. Como tampoco vi a Calleferia. Lo echaba, y lo echo, de menos. Así que decidí escoger una calle íntima. Una calle recogida. Una calle donde esa piel morena de la Señora de la Hiniesta me envolviera. Una calle donde pudiera escuchar sollozar a María Magdalena. Una calle donde, al contemplar la Buena Muerte del Señor, sus hachones sirvieran de marco entre Él y yo. Y busqué entre aquellos hombres fajados. Entre aquellos costales. Pero no lo vi. Y la jornada se completó. No podía ser de otra forma. San Juan de la Palma. Era temprano, pero la gente ya esperaba. Estaba cansado. El agotamiento imponía su dictadura. Ánimo renovado al ver aparecer la Cruz de Guía. Llega el silencio blanco. Noche cerrada. Blancura de Desprecio. Oscuridad eléctrica. Pasan los nazarenos. Dolor agudo e intenso en los pies. ¿Meñique perdido?. Tal vez se había caído. Quizás el bulto que sentía en la planta del pie era mi desprendido dedo. O eso o una ampolla como la antorcha del Prendimiento. Suenan cornetas. A lo lejos se ve venir. Impresionante. Bocas abiertas. Silencio Blanco. Desprecio de Herodes. Y ahora quedaba Ella. Ella y Su Mirada. Esa Mirada que conseguía helarme. Ahora más que nunca, Silencio Blanco en la Plaza. Marcha fúnebre para la Virgen de San Juan de la Palma. Ya no había dolor. No había cansancio. Entonces un escalofrío recorrió mi cuerpo. No vi a Reyes entre la multitud. No vi a mi amiga Dama entre la gente. La vi en Su Mirada. La misma Mirada que me hizo llorar. Ella lo iluminaba todo. Ya no había oscuridad. Se escuchaba Amarguras de Font de Anta. La Señora vuelve a su casa. Enmudece la Plaza. Y sólo se escucha su llanto. Hasta el año que viene, si Tú quieres. De vuelta a casa, me di cuenta que buena parte de la Semana Santa había acabado. Dos golpes. Frío. De nuevo movimiento. La cera se consume. Cirio arriba. La cera se seca. Cinco pasos. Piernas entumecidas. Quieto de nuevo. Acordeón cerrándose. Cirios abajo.


Frío. Mucho frío para recibir a San Pablo. Jornada histórica. Mi amigo Cáliz entraba en la historia de la Semana Santa de Sevilla el Lunes Santo. Aire. Y frío. El Polígono entero llega a La Campana. Aplausos. Regalos para las Dolorosas de la jornada. Bonito detalle. Cautivo y Rescatado por su barrio. Ojos verdes. Cautivadores. Y niños. Muchos niños. Que no dejen de llegar niños. La esperanza. El futuro. Luego Judas entregaría con un beso al Hijo del Hombre, mientras Paco Reguera se deja la voz, y El Rocío inunda Sevilla. Volverá Cristo Cautivo. Desde el Tiro de Línea. Y Su Madre de las Mercedes tras Él. Blanca Inmaculada. Un empujón. Quieren pasar. Pecho y espalda. El diputado de tramo acude. Mueve la cabeza negativamente y señala el comienzo del tramo, que se divisa cerca. El cuerpo de nazarenos es un haz luminoso totalmente comprimido. El parón comienza a pasar factura. Cera al suelo antes de que salte a la mano otra vez. Miro la llama. Recupero imágenes del Lunes Santo. Y recuerdo a Caravaggio. Y veo su cuadro hecho realidad. Su obra sacada al mundo. Veo a don Luis Ortega Bru. Y veo una rosa roja. Y veo Caridad. Nazarenos en silencio. Juan Antonio entre ellos. Un Traslado. Ese rostro de María Magdalena. Santa Marta. Cirios oscuros. Esa noche San Andrés se convertió en Santo Sepulcro. Y luego esa mirada. Ese mar atrapado en dos ojos. Ese bello azul cielo. San Gonzalo trae muchas cosas. El barrio León trae a Caifás, trae a Triana, trae perfume de azahar, trae izquierdaso, trae Salud, Ego Sum, Garduño, Mi Cristo para Sevilla... el barrio León trajo este año a mi amiga Ainoha. Y luego la pequeña talla. Toma tu Cruz y Sígueme. Gótico. Tristezas. Illanes. Cincuenta años. Isabel. Y casi sin recuperarnos, carey en la Caída de San Vicente. Tus Dolores Son Mis Penas. Pasó Tejera. Exquisita, como siempre. Llegaron los penachos blancos. Banda del Sol. Las únicas Aguas que se quieren ver las recoge un ángel con un sagrado cáliz. El Cristo que Illanes calificaría como su mejor obra. Ya nos explicó su historia el bueno de don José Antonio Garmendia. Perfección para que Su Madre del Mayor Dolor llore a Sus pies. La Virgen que le gusta a mi amiga Ana. Y casi sin reponernos, llegó Guadalupe. La niña de Álvarez Duarte. Inevitable no acordarme de mi amigo José. Y en la mirada retrospectiva, casi abandonado a los recuerdos de jornadas pasadas, cerraba un último suspiro. Nunca antes un grito fue tan silencioso. Cristo Expiró cuando entró la madrugada en la Plaza del Museo, y Su Madre de Las Aguas lloraba tras Él. Titilante, la luz de mi cirio se inquieta por la brisa fresca que la azota. Este año La Trianera lleva retraso, pensé mientras cambiaba el peso de mi cuerpo en el otro pie. La confluencia de Arfe con Castelar se convertía en la fábrica de frío de Sevilla. El racheo fresco de la Madrugá más grande del año, me ponía a prueba. Los riñones se resentían. No había más agujeros en el esparto. El cinturón me bailaba. Una pareja se comía un bocadillo. El olfato de calentitos reavivaba mi estómago en el Postigo, y ahora mis oídos eran los que despertaban mi apetito: vamos a por unas torrijitas, era la frase culpable.


Aún no sabía que escribir. Seguía inmerso en la sucesión de acontecimientos. En cómo el tiempo había corrido sin dejar tregua. Continué mi paseo retrospectivo por el Martes Santo. ¡Qué gran día surgió este año!. Día para resarcirse del año anterior. La felicidad me embargaba. Mi hermana realizaría su Estación de Penitencia. Atrás queda el llanto del año pasado. La Semana Santa no había existido nunca, que diría Núñez de Herrera. Era un día para disfrutar de omnipresencia. Para estar presente en cada revirá. En cada salida. En cada entrada. Como Charo Padilla. Y para salida y entrada, la calle Águilas. Allí se consumó el milagro como cada Martes Santo. El celeste del cielo se hizo capa. Una vara cruza una cruz. El sol bañó un rostro surcado de lágrimas. Y el Hijo de Dios volvió a llorar. No por la burla, lloraba de emoción, al ver cómo sus hijos hincaban las rodillas para volverlo a pasear por Sevilla. La gente no lo sabía, pero yo lo pude ver y oír, porque mi amigo Miguel me lo había contado. Y cuando la emoción sobrepasa lo material. Cuando lo imposible no se puede explicar. Cuando una duda surca el aire en forma de susurro: eso no sale por ahí. Cuando el tiempo se para. Cuando el silencio se hace esfuerzo. Cuando el suspiro se ahoga. Cuando asoma la primera perilla... es entonces cuando empiezas a creer en los milagros. Y los Desamparados sienten el abrazo de la Madre de Dios, que baja hasta el suelo para salir de su parroquia. Perilla a perilla. Varal a varal. Y me viene a la mente una Gata con nombre de ciudad eterna. Cuando lágrimas de emoción surcan mi rostro. Un año más. Otro año más. Y como cada Martes Santo, las madres del Cerro acompañaron un río de capirotes burdeos, la Buena Muerte del Señor se hizo Arte, entre ruán, esparto y Angustia de Gaudeamus Igitur, la Salud volvió a cruzar los jardines de Murillo y La Candelaria lloró de madrugada, cuando se dio cuenta que los cirios habían menguado y tenía que volver a casa. Santa Cruz echaría en falta este año al maestro Garmendia. Seguro que la Virgen de los Dolores lo buscaba con Su Mirada al Cielo. Había sido una jornada espléndida. Sonreí bajo mi antifaz. La salida del Dulce Nombre fue concurrida. El chaparrón del año pasado se tenía presente. Había ganas de ver a la primera Virgen de don Antonio Castillo Lastrucci. Primero abofetearon a Jesús. La noche caía. Recorrió San Lorenzo y se perdió por Cardenal Spínola mientras Las Cigarreras le ponían en bandeja el izquierdo por delante. Y luego la Virgen morena del Dulce Nombre. ¿Cómo estaría el amigo Vicenteeldelasalmendras?. De una manera u otra, sabía que tenía que estar allí cerca. Al igual que el amigo Andrés, que seguramente vestía ya de blanco con capirote. Recordaba dónde había visto al Cristo de las Almas. Apenas un puñado desperdigado de fieles. Calle Feria. Como no podía ser de otra forma. Primera fila. Miraba con atención, pues sabía que bajo uno de aquellos antifaces se escondía uno de los Historiadores que más admiraba, don Manuel Jesús Roldán Salgueiro. El creador de un Almanaque de efemérides sevillanas. El que nos enseña qué pasó en nuestra bendita ciudad. El Historiador don Manuel. El amigo Rascaviejas. Así andaba, buscando, cuando el rachear de pasos me hizo levantar mi mirada. Allí venía. Se acercaba la creación de José Pires Azcárraga. Me persigné. Y casi sin darme cuenta, Gracia y Amparo. ¿Me habrá visto?. Eso me preguntaba cuando me dirigía en busca de San Benito. Día de visitas tras la Presentación a Sevilla. Ese día, más que nunca, encarnaba al aguaó. Agua en Encarnación a la ida. Y ahora tocaba agua en la Alfalfa. Mi hermana nos esperaba. Hambre y sed. Yo sostenía el cirio. Como ahora lo hacía, envuelto en recuerdos de imágenes grabadas... Mi madre le daba el bocadillo. Rápido interrogatorio: ¿todo bien?, ¿necesitas algo?, nos vemos en la Calzá. Y allí fue. Allí fue dónde terminé ese día. Entraba la madrugada. La una de la mañana. Por horario científico, Miércoles Santo. Por horario sevillano, Martes Santo aún. Algo se mueve dentro. Llega la Cruz de Guía. El barrio espera a sus imágenes. La fugacidad de los días. Cuando llegue la Palomita de Triana, un nuevo fin. Empiezan a entrar los primeros nazarenos. ¿Dónde irá el creador de la Cuarentena Sevillana?. La rapidez de esos cuarenta días me hizo estremecerme. El amigo Antonio era uno de aquellos. Llegó Pilatos. Delante. De blanco. Presentando al Hijo del Hombre. Izquierdo por delante. Enmudece la Calzá. De costero a costero. Rompe de nuevo. Aplausos en la puerta de San Benito. Mis ojos se nublan. La visión se hace turbia. El pellizco en la garganta no me deja respirar. Trago saliva. Suena Presentado a Sevilla. Revirá y parón en la puerta. Frente a mí. ¿Cómo estará el zagal?. Me acordé de él en ese momento. Levantá. Suena Saeta. Mi madre junto a mí. No quiere entrar. Entra el Señor. Pilatos mira a un lado y a otro. No quiere entrar. Busca con la mirada al Cristo de la Sangre. Ya se escucha. Pilatos se despide hasta el año que viene. Llega el Cristo que tallara Buiza. Mi hermana ha concluido la Estación de Penitencia y viene junto a nosotros para ver la Sangre de Cristo manar por su pecho. De nuevo ante mí. Mi madre reza una oración en alto. La saeta cruza el aire. Lágrimas en los ojos. Se desborda la emoción. Sus hijos lloramos. De nuevo al Cielo con el Cristo de la Sangre. Hasta el año que viene. Y casi sin tiempo para reponernos, llega la Señora. Ya todo da igual. La gente llora. La turbación crece. Los corazones se sacuden. El Martes Santo está muriendo. Y llega la Virgen de la Encarnación a los sones de la Salve. Cantan los costaleros. ¡Qué bonita viene la Palomita de Triana!. La gente estalla en aplausos. Y se acerca ese suspiro contenido. Suena Callejuela de la O. Vuelta para que todos la vean. Silencio para escuchar. Los costaleros la miran. Los ojos arrasados. Ella baja Su Mirada. De nuevo al Cielo y preparada para entrar. Ahora sí. El Martes Santo se deshace en un suspiro. Apenas una lágrima. O muchas. Lo que tardan en recorrer una mejilla. De nuevo la Salve. Hasta el año que viene Madre. Me descubrí con los ojos arrasados. La fila no avanzaba. Un suspiro. El retraso ya era un hecho. Las cinco y veinticinco, dijo alguien a mi espalda. Vaya... sí que vamos atrasados. La cera caía a borbotones sobre el capirote del diputado. Los brazos cruzados. Cambio de pierna. El parón hace mella.


Nuevo soplo. Se quiebran algunos pábilos. Éste había sido fuerte. Se hacía sentir el frío. El diputado se apresura a encender aquellos huecos huérfanos de fuego. El aire tan sólo dejó unas volutas grises que ascienden al oscuro cielo. Miré hacia arriba. La luna. Luna llena. Despejado. Este año habría Viernes Santo. ¡Qué pena lo del Miércoles Santo!. Con lo bien que iba la Semana. El recuerdo de mis amigos vino a mi mente. San Bernardo se quedó en casa. El barrio torero se queda sin ver este año al Señor de la Salud y su Virgen del Refugio. Mi amigo Iván... ¿cómo estará?. El fotógrafo cofrade. Vi las imágenes en televisión y lo busqué. Entré luego en Internet y viajé a Bogotá para dejarle un comentario a esa mezcla de Gazpacho con arepa. Día triste. Día de radio, o de transistor, que es más rancio. Primero La Sed. ¡Qué injusta paradoja!, el Señor que tiene Sed no pudo saciar a su barrio porque caía agua del cielo. Luego San Bernardo. El Carmen tampoco. Voz quebrada de su hermano mayor. Se me saltan las lágrimas en mi casa, mientras por la ventana escucho el llanto de los hermanos y por la radio veo llover. Los franciscanos del Buen Fin tampoco salen. Llanto. Llueve el Cielo y llueve Sevilla. Lloran los niños. Lloran las madres. Llora la Centuria. Y seguidamente, Charo. Esa Reina Mora amante del Renacimiento. No nos íbamos a poder ver. La Sagrada Lanzada se quedaba en casa. El azahar se moja. Las calles se empapan. Crecen los charcos. No deja de llover cuando me entero que El Baratillo no podrá sacar sus capotes toreros de azul eléctrico. Mi amigo Canónigo no podrá inmortalizar a su Hermandad. Seguro que sabrá expresar lo que sintió con sus fotos. Y amaina. No escampa. Quizás un chispeo. Gotas al azar que dejan al Cristo de Burgos en casa. La jornada es gris. Un gris plomizo que se torna en negro. La oscuridad se cierne sobre la ciudad. Pronto se hará de noche. Vacilan Las Siete Palabras y Los Panaderos. ¡Ay El Prendimiento!. La última esperanza. Salen tarde, una ventaja. Palio prestado, un inconveniente. Siete Palabras no sale. Sospechas encontradas. Los Panaderos se quedan en casa. No podremos deleitarnos con el barco de la calle Orfila. ¡Mi amigo Orfila!. Lo recordaba una y otra vez. Y casi lo podía ver. Casi lo podía contemplar en su iglesia. Este año Sevilla se quedaba sin el Prendimiento de Castillo Lastrucci. Se quedaba sin ese izquierdo por delante en el andén del Ayuntamiento. Me acordé de mi amigo Juli. Nos quedábamos todos sin la Virgen de Regla y su finura. A esperar un año. ¿Tendrá que ver la luna de Parasceve con la lluvia?...


Dos golpes secos me sacaron de mi ensimismamiento. Avanzábamos. Ya era hora. Cirio en alto. Un paso. Dos. Tres. Ahora sí. El dolor agudo y punzante se resentía en mis piernas. Aún seguía sin saber qué escribir. ¿O ya lo tenía?. Daba igual. Reanudábamos la marcha. Seguro que ya habrá pasado la Esperanza de Triana. Pecho y espalda. Ahora sí avanzamos. Me he quedado en el Miércoles Santo. Cirio en alto. Cae la cera. Buen trecho. Padre Nuestro. Dios te Salve María. Nos paramos. Chasqueo de dedos. Alguien intenta colarse. Siguen los cirios en alto. No paramos. Llega Reyes Católicos. Empujones. Filas juntas. Fugacidad de la vida.


Estaba haciendo la Madrugá en ese momento. El reloj de arena no para. El tiempo no se detiene. Vanitas barrocas. Aún queda... en el próximo parón continuaré...

34 comentarios:

el aguaó dijo...

...si vuesas mercedes lo ven conveniente.

Un par disculpas:

- Siento la extensión de la entrada, pero son los últimos coletazos de la Semana Santa...

- Lamento la dejadez de los últimos días, pero es lo que tiene ser un jartible de la Semana Mayor, que todo lo que decliné desde el Viernes Dolores tengo que arreglarlo ahora. Ha sido un comienzo de semana atareado.

Sin más, aquí estoy de nuevo. Un fuerte abrazo a todos.

La gata Roma dijo...

A estas alturas te podrás imaginar cuanto me ha gustado, cuanto comparto y en cuantos momentos me veo reflejada. Muchas gracias por acordarte de mí, pero me vas a permitir la misma corrección que le hice a la señora Padilla. La calle Águilas está pasando la Plaza de Pilatos; la calle dónde están la ventana, la ojiva y la Iglesia se llama, como no podía ser de otra manera, San Esteban.
Creo que los jartibles tenemos dispensa de ausencia blogera, porque es difícil llevarlo todo.
Un abrazo

J. Iván Martín dijo...

Muchas graciaspor acordarte de mi amigo aguaó... la verdad es que ese dia estaba muy triste, aunque ya lo tenia un poco asumido por como se habia despertado el dia y sobretodo por la frustrada salida de la Sed... sali en sevillaTV de refilon pero por la tarde leyeron uno de mis comentarios en directo...

Me acorde mucho de ti cuando fui a ver al Señor de Sevilla y a su Bendita Madre por la plaza del museo... me los pararon a los dos delante por qe estaba detras de la representacion de la Hermandad del Museo...

Un fuerte abrazo amigo

del porvenir dijo...

Vaya memorandum. Un abrazo

Antonio dijo...

Gracias aguaó por la crónica. Recordar, que bello es recordar, es la esencia de todo esto. Nos ayudas a mantener vivo lo vivido, lo sufrido, lo llorado, lo gozado. Gracias por el recuerdo personal. Allí, efectivamente, iba un servidor. Uno más entre tanto corazón morado. El próximo año animas a tu madre a entrar. Allí hay otros sonidos, y se canta la salve, y hasta Callejuela de la O suena distinta (me acordé de Macarena que era habitual otros años). Preciosa entrada, la de San Benito, tu narración la eleva más aún.

Un abrazo
Antonio

M. Andréu dijo...

Muchas gracias por acordarte de mí y de los capirotes celestes de la calle San Esteban (que no Aguilas como te enmienda mi hermana la Gata).

Pero sobre todo por acordarte del Hombre que llora.

Un abrazo y a ver si llega el próximo parón.

Híspalis dijo...

Cómo sabía que volverías regalándonos un artículo como este. Lo he reeleído, como suelo hacer con tus entradas, y me han gustado todas las lecturas, incluso aquéllas que he tenido que cortar por culpa de algo. Y como siempre, se lo leeré esta noche la señora Híspalis para que también se emocione y lo más importante, para que la sevillanita que tiene que llegar en pocos días conozca mejor la ciudad donde va a nacer. Gracias Ramsés por delicias como esta, ya estoy esperando esa segunda parte...

Herodes Antipas dijo...

Lo he leído y releído, y la verdad es que como tu dices, a los jartibles, no nos cansa nada de nada. Bellísimo texto, y a mí, sinceramente se me ha hecho muy corto.
Un abrazo

el aguaó dijo...

Querida Gata, muchas gracias por tus palabras amiga mía. Era consciente de ese fragmento llamado San Esteban, que no Águilas, pero para no repetir el nombre de la Hermandad, y que no sonara cacofónico, decidí alargar la calle que viene de la Alfalfa. Igual que en San Benito me refiero a la Calzá. Eso sí, llevas toda la razón del mundo.

Por eso no te escribí nada ese día querido Iván. Ahora, la decisión fue acertada. Yo iba en el lado derecho con el cirio a la izquierda amigo. No pude verte en el Museo.

Gracias querido Del Porvenir.

Te intuí, querido Antonio. La Estación de Penitencia de tu Hermandad: genial. Y con la Salve es que no sé qué me pasa que me emociono ipso facto.

Me alegro que te haya gustado querido Miguel. Lo de la calle, lleváis razón.

Querido Híspalis: gracias. Gracias amigo. Espero que le guste a la señora Híspalis y es todo un honor para mí que tu niña escuche esa crónica de la Gloria. Habrá segunda parte.

Muchas gracias querido Herodes. Me alegro que se te haya hecho corto, pues es la mejor señal de que te ha gustado.

Dudaba en hacer la segunda parte por la extensión de esta entrada. No quería que fuera pesado. Gracias por vuestras amables palabras, las cuales me animan a continuar en el próximo parón.

Un fuerte abrazo a todos.

Zapateiro dijo...

Aguaó enhorabuena por describir tan bien, a la vez que nos describes parte de tu estación de penitencia, tus primeros días de gozo vividos.

Seguramente nos vimos sin saberlo el Domingo de Ramos en la calle Gerona, recomendable sitio para ver la bella estampa de la hermandad de la Cena.

Espero la segunda crónica con ansia.

Un saludo.

Zapateiro dijo...

¡Ah! se me olvidó decirte lo único imperdonable que he observado: dejar pasar un Martes Santo sin ver la maravilla que es la Hermandad de los Estudiantes. Exquisitez pura. La disfruté de lo lindo y, para colmo, con Soleá dame la mano como colofón. Casi ná.

La gata Roma dijo...

Es cierto Aguaó, yo también tiro de algún recurso para que la calle, la hermandad y la Iglesia no se me repitan; pero es que la señora Padilla, entre muchas otras faltas, cometió esa cuando trasmitía la salida, lo cual me tenía ya con la antena puesta.
Un beso

Finidiblanco dijo...

Peaso de texto.

El parón del Gran Poder hasta que la Esperanza de Triana pasa por la esquina de Zaragoza va a matar a tu cofradía.

Hay que reorganizar la madrugá, seguro.

eres_mi_cruz dijo...

¡Este sí que es el verdadero quién es quien cofrade del bloguerío sevillano!...
impresionante documento...

¿Jartibles?... este pasado Domingo de Resurrección escribía Javier Criado una columna en el ABC titulada "cansancio"...
y digo yo...

ese bidé con la catarata de agua hirviendo...
esos pies como pimientos morrones...
esas ampollas con la mercromina descoloría...
¿existe mayor placer que éste?...

el que la lleva la entiende...

Anónimo dijo...

Anoche fuistes mi B.S.O....

Ahora, he vuelto a leerlo pero no sola, sino rodeada de mis compañeros que no salen de su asombro.

Todos piensan lo mismo que yo... deberías publicar.

Un beso mio y un abrazo de todos los que están alrededor de mi sufrido portatil.

Anónimo dijo...

Solo tengo dos unicas palabras que ahra mismo me salen Te Quiero hermano, por todo lo orgullosa que estoy de ti lo feliz que me haces lo que me has enseñado ha valorar en la vida.Este recordatorio ha sido el más bonito y el que mejor he podido vovler a vivir con un simple gesto, el cerrar los ojos y dejarme lelvar por tus palabras.Eres grande,te adoro y eres mi idolo no sabes como lloro y como me emociono cada vez que leo cosas como esta,son las que te recorren y estremecen cada parte de tu cuerpo.Enhorabuena y que sepas que Te Quiero y que cada año que te veo esa cara de orgullo cuando ves que llego hacia ti vestida de nazarena,esa es la cara que me da fuerzas para seguir me cueste lo que me cueste.Un beso hermano eres lo mejor que mama me pudo dar como hermano mayor TE QUIERO

Ana dijo...

Redescubrir la Semana Santa a través de tus ojos ha sido una sorpresa y un gustazo. Lo vuelves todo especial.

Intuía un detalle así tuyo para todos los que te leen, para tu hermana. En la Madrugá, yo también me acordé muchísimo de ti, de 1 a 8 : )

Un beso y gracias, Ana.

Mar dijo...

mira te podría decir mil cosas, pero solo te voy a dar las gracias por este post que simplemente me ha dejado con los pelos como escarpias y llena de emociones...He pasado la semana santa mirando al cielo andaluz...

besos...Qettah

Er Tato dijo...

¡¡Ofufffff, lo terminé!!

Un abrazo, artista

Adri y Jose dijo...

Uy aguaó, he empezado a leer tu entrada y esto promete... En cuanto tenga un tiempo, me deleitaré leyéndolo.
Un abrazo

Paços de Audiência dijo...

De nuevo sublime Aguaó, calle Águilas, digo, San Esteban, incluído.

Pa qué decir más. El Domingo me quedé en casa. Unos inesperados problemas de salud.

Sin embargo, me desquité con un gran Lunes Santo por la calle Francos. Fue para recordar.

Mi Semana Santa acabó en Martes, con San Benito. Pero como siempre digo: otro año será.

Y por supuesto, siempre me quedará tu blog.

el aguaó dijo...

Querida Zapateiro, muchísimas gracias por tus palabras. La segunda entrega está casi. La calle Gerona es un lugar genial para disfrutar de la Sagrada Cena, pues la luz es muy clara en esos momentos. Por cierto, vi Los Estudiantes bajo el Postigo: espectacular. Tocaron Amarguras para el palio, y aparece en el texto en el fragmento que dice la Buena Muerte del Señor se hizo Arte, entre ruán, esparto y Angustia de Gaudeamus Igitur.

Sí es cierto, querida Gata, que mucha gente alarga la calle Águilas hasta la avenida.

Amigo Finidiblanco, este año ya se hablo de algo para solucionar el problema, pero no se llegó a nada. Después de lo de este año, cuando llegué a la Basílica, muchos hermanos coincidían en que tenía que arreglarse ese parón.

Jartible sin remedio alguno. No queda otra Eres_mi_cruz. Ahora eso sí, como bien has dicho... el que la lleva la entiende.

Ser tu BSO es todo un honor amiga Glauca. Mil gracias por tus palabras.

¿Y a ti qué te digo, si ya lo sabes todo?, ¡Yo sí que estoy orgulloso de ti!

Muchísimas gracias por tus palabras querida Ana. Te busqué, pero no te vi.

Querida Qettah, muchas gracias por tus palabras. Un año, podrías plantearte ver nuestra Semana Santa para sentir lo que escribo yo aquí. Muchas gracias por leer e interesarte por la tradición y el hacer de mi ciudad.

Querido Tato... lo sé. Soy un jartible. No puedo remediarlo. No puedo evitarlo. Y lo mejor de todo, es que no quiero evitarlo. No te preocupes, un texto más y el tema Semana Santa se despide hasta las próximas vísperas... en septiembre.

Espero tu opinión querido Gazpacho.

El Domingo me quedé en casa. Unos inesperados problemas de salud... sorpresa querido Cabezota. Por lo que veo está ya todo bien. Me alegro.

Un fuerte abrazo a todos y me reitero en daros las gracias por vuestras amables palabras.

Moe de Triana dijo...

Me ha encantao el texro aguaó miarma, precioso, de los que te captan la atención de principio a fín, gracias por dejarnos este extracto de pensamientos que te rondaron la cabeza en esa fría Madrugá que hemos vivido este año, gracias por compartir tus pensamientos.

Por cierto, viendo la entrada anterior, la de imágenes e ideas (II), he de decirte que me escapé de la tasquita para ver al Cachorro por la Pza del Triunfo y que practicamente por lo que aprecio en las fotos estabas al lao mía, supongo que disfrutarías de esa chicotá del Cristo mú poquito a poco a los sones de la banda de Dos Hermanas, al igual que se te encogería el corazón cuando la trasera del palio no subió en esa levantá que hizo estremecer a la plaza, y que llegaron a bordar en el segundo intento.

Un abrazo aguaó.

Antonio dijo...

Esperamos la segunda parte.

Me ha encantado el guión en que basas tu relato y que sirve de guía durante todos tus recuerdos. Las grandes ideas no surgen todos los días.

Dale caña a la manivela que ya se ven los ciriales...

Saludos
Antonio

Reyes dijo...

Estupendo...
No he tenido oportunidad de leerlo tranquilamente hasta este momento, me dejas sin saber que decirte.
Un beso enorme, por supuesto.

el aguaó dijo...

Amigo Moe estábamos al lado. Se me heló la sangre con la medio levantá. Creía que había pasado algo grave.

Querido Antonio gracias por tus palabras. ¡Ay que vé como somos los jartibles!

Otro beso para ti querida Dama. Me alegro que te guste.

Gracias a todos. Un fuerte abrazo.

orfila dijo...

Aguaó, la semana pasada la tuve bastante complicada y hasta ahora no he leído esta entrada.

De corazón, gracias.

María_azahar dijo...

Gracias por deleitarnos con tus hermosas palabras, Aguaó, y por el bonito detalle de acordarte de todos nosotros. El Miércoles me acordé también de ti, me dio mucha pena que te quedaras sin ver a mi Virgen del Buen Fin pasar y tenía curiosidad de descubrir entre la gente al gran Aguador de Sevilla, no hubiera sido difícil. Eso sí, te tengo bien guardadas las estampitas, ésas son para ti; sé que estarás allí donde siempre viendo la Sagrada Lanzada.

Besos.

Anónimo dijo...

Un agradecimiento de grande como una catedral. Y yo que este año me quedé sin Semana Santa pero sobre todo sin Lunes Santo...
Y todos y cada uno de los momentos que narras de la Semana Santa, hay tantos momentos como personas que llenan su corazón con la pasión de una semana.
En mi caso la pasión tiene por nombre Rocío aunque vaya "sin el tambor y sin el tapiz almonteño", así que gracias por dedicarle un par de palabras al Redentor y a Paquito Reguera al que admiro muchísimo.
De jartible nada que se agradece, que no sabes como se lleva de mal en la distancia la ausencia de Semana santa.

Un gran abrazo y gracias!

el aguaó dijo...

Gracias siempre a ti querido Orfila.

Amiga Charo, deseo de todo corazón que el año que viene me puedas dar esas estampitas. Allí estaré, si Dios Quiere.

Me alegro muchísimo que te haya gustado querida Veinteañera.

Muchas gracias a todos. Un fuerte abrazo.

Juan Antonio González Romano dijo...

Intenso y emocionante. Gracias por acordarte también de mí, amigo aguaó.

Antonio dijo...

Aguao parece que tu cántaro empieza a saciar la sed de mucha más gente. ¡Qué alegría!

Los resúmenes de la Semana Santa en los blogs I

el aguaó dijo...

En la calle Cuna estaba yo querido Juan Antonio.

Amigo Antonio, no sabes cómo me he quedado. Me ha sorprendido mucho. Gracias por avisarme. Me siento abrumado.

Un abrazo.

mª angeles dijo...

Es una de las cosas mas emocionantes que he leido me ha fascinado. solo los cofrades como nosotros sabemos lo que se siente cuando nuestra hermandad esta en la calle en ese momento solo quedan oraciones y reflexiones y recuerdos de momentos vividos, y no dejamos de pensar en quien al igual que nosotros esta haciendo la estacion de penitencia de un modo u otro con su hermandad en algun rincon de sevilla por eso mismo y porque se que realmente te acuerdas de mi cuando piensas en mi nazareno a lo largo de tu recorrido te agradezco que me hayas nombrado pero mas te agradezco que en tu corazon haya un sitio para mi en esa noche magica. gracias. por cierto la semana que viene te llamo que tengo que comentarte una cosilla.