Entonces fue cuando Toñi sacó las fotos. Quizás fueran de las últimas instantáneas de papel cuché. Aún olían con ese peculiar aroma de lo antiguo. De aquello que ha pasado y se ha perdido. Pepe se acercó a su señora. Sonrió anegado de melancolía y recuerdos. La vieja caja de cartón contenía un buen taco de fotografías. Soporte desvanecido de la existencia. Blanco, negro, sepia y color. Figuras y formas que el tiempo se había encargado de convertir en polvo. Personas que vivían en lo más profundo del corazón y el cariño. Aquello que fue y no era ya. Y entonces, entre la amalgama de momentos latentes, apareció ella. Pepe cogió la instantánea. Su pulso ya no era el de antes. Su mirada ya no era la de aquel joven lleno de vida. Pero sus ojos, sus ojos seguían siendo los mismos. Los mismos que la habían visto una y otra vez. Toñi lo miró. En silencio, contempló como su querido esposo tragaba saliva una y otra vez mientras su cabeza se perdía en el pasado. Pepe repasó con cuidado cada rincón de aquella fotografía. Allí estaba él, con cincuenta y cinco años menos. Llevaba aquellos vaqueros que tanto le gustaban y ese calzado deportivo tan cómodo. Pasaba su brazo derecho por el hombro de Toñi, la que con el tiempo sería su señora. Y detrás de ambos, ella. Cuando aún se podía salvar. Cuando aún tenía vida. Pepe suspiró. El nudo de su garganta le oprimía. Casi se quedaba sin aire. Se la habían quitado. Se la habían arrebatado. Él seguía pensando que podía haberse salvado. Derrotado y cansado, dueño de una pesada angustia se dejó caer sobre su sillón. Toñi le quitó la fotografía y la guardó en la vieja caja de cartón.
Era temprano. El verano se hacía sentir como siempre. En Sevilla la llegada de Helios era siempre prematura. Pepe cogió su bastón. Había pasado el tiempo, los años, y el presente era el futuro, pero había algunas cosas que no cambiaban nunca, y el viejo bastón de su abuelo, que luego utilizó su padre, le ayudaba ahora a caminar por su Sevilla. Arrastrando su ánimo y su pesadumbre, llevó sus desvencijados pasos hasta aquel lugar que mostraba la fotografía de la tarde de ayer. La misma que ahora descansaba en el bolsillo de su camisa. Quería verla. Quería ver lo que quedaba de ella. Sabía que su corazón le traería amargura y que los recuerdos lo atravesarían con saetas del olvido. Desde que ocurrió aquello no había vuelto. Hacía ya varios años, pero tenía la imagen grabada a fuego en su cabeza. Era ya mayor cuando sucedió, y en ese momento pensó que no volvería por allí. Sin embargo, hoy tenía ese impulso. Esa necesidad. Y ya le quedaba poco. El frescor de la calle Azafrán se apagaría pronto, pues el calor ya amenazaba. Entonces emergió ante él. Pepe empalideció y su rostro quedó petrificado como si la Gorgona le hubiera mirado con sus ojos malditos.
A su alrededor la gente pasaba. Idas y venidas. Todo giraba mientras la locura se apoderaba de él. ¿Qué habían hecho con ella?, ¿dónde estaba?. Había desaparecido. Los restos de su existencia se acoplaban sin sentido junto a una nueva construcción. La gente comenzó a mirarle. Su corazón le soltó una punzada profunda que le recorrió su cuerpo. Las piernas le temblaron y sintió que la vista se le nublaba. Todo le daba vueltas. Alguien le preguntó algo, y las palabras resonaron a lo lejos. Un par de brazos le ayudaron a sentarse en un escalón cercano, mientras algo se movía con fuerza ante su mirada perdida, abanicándole. Entonces reaccionó. Llevó su temblorosa mano al bolsillo de su camisa y extrajo aquella fotografía. La volvió a mirar. Sus ojos se humedecieron mientras la mirada desprendía una cariñosa melancolía. Suspiró. ¿Se encuentra bien?. La muchacha lo miraba con gesto de preocupación. Pepe asintió con la cabeza e hizo el ademán de levantarse. Los mismos brazos que lo asentaron le ayudaban a recuperar el equilibrio. Hemos llamado a una ambulancia, tranquilo, no se mueva. Dijo una voz a su alrededor. Pepe escuchaba pero no hablaba. Dio un par de pasos para asomarse a la esquina que no había llegado. A la confluencia de Azafrán con Juan de Mesa. Y allí pudo verla. Un escalofrío recorrió su espalda hasta la nuca, y en su garganta, la angustia de los recuerdos le quemaba. Ya no escuchaba nada. Una explosión de sentimientos afloraron inmediatamente. Dos lágrimas comenzaron a descender por las arrugas de los años. Un suspiro entrecortó la respiración. Y una boqueada de aire cedió el turno al llanto. La gente lo miraba, pero él no veía a nadie. Sólo podía ver los restos de aquella amante arquitectura que le habían cautivado desde niño. La torre, y detrás de ella, la cúpula de la Capilla Sacramental.
Dio media vuelta con el rostro surcado de lágrimas. Pepe negó con la cabeza. No necesitaba una ambulancia. Volvió a fijarse en aquella fotografía en color que mostraba la bella Parroquia de Santa Catalina. Acarició el papel cuché. Cariñosamente. Con aquel maldito temblor que le había llegado algunos años atrás. La guardó en el bolsillo de su camisa delicadamente y sonrió a las personas que le habían ayudado. Alguien le dijo algo, pero no escuchó. La joya mudéjar se había perdido para siempre. Entonces recordó la primera vez que cruzó su doble puerta. Las impresiones cuando era niño. Recordó a su Hermandad. Recordó cuando salió por primera vez vestido de nazareno. Todo se había perdido en el pasado. Tan sólo la Capilla Sacramental y la torre recordaban la desidia y la dejadez del ser humano. Pepe no comprendía cómo había podido desaparecer la joya mudéjar de Santa Catalina. Suspiró. El tiempo pasó. Los que podían hacer no hicieron. Y así... fue muriendo poco a poco. Primero un desprendimiento. Luego otro. Y al fin, se la tragó el futuro. En un puñado de décadas, desapareció aquello que no lo había hecho en siglos. Luego llegaron los lamentos. Las protestas. Las quejas... pero ya fue tarde. Y ahora... ahora tan sólo existía en las fotografías que se apilaban en los recuerdos de memorias de cartón. Agarró su bastón y volvió a avanzar hacia su casa. Sus pesados pies enganchados a un arrastre continuo. Silencio. Roto tan sólo por aquel monótono compás de pesadumbre. O quizás fuera lo único que Pepe alcanzaba a oír. Eso, y una vieja canción de aquel grupo de su infancia. Un hilo melódico que comenzaba a crecer en sus recuerdos. Aquella letra lo resumía todo muy bien...
boomp3.com
18 comentarios:
Que angustia Aguaó, ha sido tremendo, nada comparable a la que tuvo que sentir el protagonista del relato ante la huella infrenable del hombre.
Esa huella que algunas veces aplasta sin consideración recuerdos, emociones y vivencias.
Ver una foto antigua es un ejercicio muy duro algunas veces, nos podemos encontrar a nosotros mismos casi irreconocibles.
Magnífica entrada como siempre Aguaó, eres grande.
Que tremendo, pero estamos a tiempo, imagino que es algún objetivo de esta entrada,saber que no todo está perdido aún. Eso si, nada se hace solo, vivimos un tiempo en que nadie va a venir a darte nada porque si, es tan triste como real, pero pienso que Santa Catalina tiene tantas posibilidades como trabajo. Siempre que la veo me pega un tirón mi Iglesia múdejar; que vivió algo parecido, y al final, ahí está; por eso digo lo del trabajo, sé de lo que hablo.
Kisses y enhora buena por la entrada.
Suscribo lo que dice la Gata: nosotros en San Esteban estuvimos a punto de caer en el olvido, pero muchos fueron (o fuimos) los que nos movilizamos ante la administración, hablando con este o con aquel, sobre todo dos hombres que creo que fueron los que cargaron con todo el peso de aquello: el rector de la Iglesia, Don José Robles; y un hombre joven por entonces completamente desconocido en el mundo cofrade y en el gran publico cofrade (esos que presumen de saber tanto) que se llamaba (y se llama gracias a Dios) Manuel Román, en aquel momento Hermano Mayor de San Esteban.
Creo que en el caso Santa Catalina falta el empuje en la dirección correcta. Y creo que cada día que pasa se va haciendo más tarde...
Felicidades por la entrada.
Cuando tus letras unes papel cuché a una vieja melodia... miras la realidad y... duele.
Magnífico amigo.
Tengo mi propio parecer sobre los blogs y en lo que han derivado y las personas que tras ellos se refugian, parecer que seria muy extenso dejar escrito aqui, asi que concluyo diciendo que solo me pronuncio ante aquello que me llega al interior como es el caso....precioso escrito Aguador. Gracias
Ojalá eso no pase nunca, nunca jamás.
Firmado: un hermano de la Exaltación
¡que miedo! ni Stephen King, mi querido y admirado Stephen King lo hubiese contado más horrible.
Ojalá nunca tengamos que ver la imagen de la torre con esos edificios.
¡horrible!.
En esa Iglesia está media vida mía, dentro, fuera, en mi corazón y en mis recuerdos.
Un texto muy bien contado, muy original pero tremendamente terrorífico.
Un besazo.
¡¡Por favor, Aguaó!! Comprendo que uses como protesta tan magnífico texto... Pero no me des esos sustos con esta edad, que uno ya está mayor.
Felicidades. Es una maravilla leerte.
Escrito está lo que esperemos que nunca suceda, para algo está el arte de la literatura y hay mucha y fresca en ese agua bendita que vd. reparte cuando escribe. Su devoto lector, se quita el sombrero una vez más.
Pues en manos de todos está que tu entrada se quede en un mero toque de atención y nunca llegue a hacerse realidad.
Yo soy de las que creen que las cosas pueden cambiar si uno quiere que cambien, pero la masa es un borrego y si no está bien dirigida puede ser catastrófico.
Aquí hace falta que se abandere una portesta continua y que la encabece un grupo visible, que vaya cogiedo fuerza, al que la sociedad vaya adheriéndose. Así ocurrió con el Salvador.
Querer es poder. Lo que pasa que aquí somos mucho de protestar en el sofá sentao, con el ventilador en la cara y el botellín al lao.
Un beso aguaó.
Aguaó lo que acabas de plasmar no es el futuro es el presente.Si no fijaos como va a quedar la Encarnación con los Champiñones de Pitufilandia.
Sevilla será siempre añeja digan lo que digan y hagan lo que hagan.
Menos tonterias en el Consejo de Cofradias y mas miramiento por el Patrimonio SEvillano ......
Señores Viva la Sevilla Añeja ....
La Canina seguirá cavilando .....
Pues no que he cogio la bici emprestá del ayuntantamio y me ido p´al centro, que me lo había creío y tó. El OrsonWells este del Aguaó, con los extraterrestres, fotos sepia y derribos Pavón, quillo no nos acojones, y encima los caños de Carmona no estaban, digo ya está el virus se extiende y es que le estan quitando el polvo, que susto, quillo
No escribas tan bien y tan creíble porque no matas, y te quedas sin lectores ;-)
Saludos
Muchísimas gracias querido Juan. Llevas razón. En algunas ocasiones, observar y contemplar lo que se esconde tras el paso de los años en una foto, a veces duele.
Está claro que nadie da nada y que el movimiento es necesario querida Gata, pero la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento también están el deber de intervenir, pues Santa Catalina es Patrimonio.
Cada día es más tarde seguro querido Miguel, sin lugar a dudas. Entiendo que se deban mover, pero es lo que le he dicho a la Gata, tiene que haber una colaboración colectiva y global.
Duele. Y duele muchísimo, porque a veces la realidad te puede hacer presentir el futuro amiga Glauca.
Muchísimas gracias por tus palabras y por tu visita querida Reina_Guapa. Vuelve cuando quieras, pues en este humilde rincón puedes conocer a grandes personas mientras sacias tu sed. Estás en tu casa.
Amigo Finidiblanco, eso espero yo tsmbién, que esto no ocurra jamás. Que no tengamos que recurrir a las fotografías para recordar Santa Catalina.
Querida Dama, a veces el presente, y el futuro, pueden ser terroríficos. Me da miedo, igual que a ti y a nuestros amigos, pensar que jamás voy a volver a entrar en Santa Catalina o que denro de unos años desaparecerá, pero si no se actúa... y pronto. Ojalá que se solucione.
Amigo Lacava, eso es lo que pretendo: protestar. Y quizás también meter algo de miedo, pero es que se debe hacer algo YA.
Muchísimas gracias por tus palabras Natural de Sevilla. Esperemos que nunca suceda, porque si es así, algo falla Algo muy gordo.
Protestar en el sofá es algo usual querida Zapateiro, aunque en este caso hay que movilizarse, como bien dices. Pero una movilización en condiciones. No me gustaría ver, o más bien, NO ver Santa Catalina.
Querido Cáliz, afortunadamente, estamos a tiempo. No se ha perdido nada... aún. Pero no se puede esperar mucho.
Lo último que querría es mataros amigo Antonio, pero esto es un ejemplo de lo que el tiempo y la desidia pueden hacer. Esperemos que me equivoque.
Un fuerte abrazo a todos amigos.
Impresiona la historia. Una hipérbole perfectamente narrada y a la que tengo que quitarme una vez más el sombrero. Habría que ver la carita que se le quedó al hombre al ver esa monstruosidad arquitectónica en pleno centro de la ciudad. Pobre Pepe... Ni que decir tiene que más de uno de nosotros, cuando pasen los años, podamos ser los protagonistas de esta historia quizás con otro contexto, pero muy similar... ojalá estemos todos para poder contarlo y denunciarlo en presente.
Una vez más, gracias Ramsés por tu forma de llegarnos y por describirnos de una forma tan especial el futuro al que parece que vamos...
Me he permitido el lujo de enlazar tu entrada en mi blog...
Un fuerte abrazo, amigo mío.
No se puede escribir tan bien, hijo mio, que tienes al personal temblando. Esperemos que te lean los mismos que a Du Guesclin (pusieron el pato), a Moe (tambien las pantallitas del bus) o a Luz de gas (Alcalde) y algunos con mano en el nuevo consejo..y veremos ya mismo obras allí en vez de jaramagos.
Un besazo
Eso es lo que no podemos permitir amigo Híspalis, que ese futuro ficticio que protagoniza el protagonista no se haga realidad. Me alegro de verte por aquí.
Ojalá querida Mer, porque al menos mi grito llegaría a algún sitio.
Un fuerte abrazo a todos.
Qué relato más tierno.
Pues sí, los recuerdos están asociados a nuestros sentidos que envuelven todo lo que nos ha rodeado en la vida.
Cuando se destruye un edificio por dejadez de las autoridades se hiere el sentimiento colectivo de quienes tienen su memoria asociada a ellos.
Me encanta esta canción de los Beatles.
Un beso
Sólo había sentido algo parecido cuando "CHARTON GESTON" descubrió a una Estatua de la Libertad caída y semienterrada en la arena de aquella playa, aquello lo ví, esto me lo has enseñado con maestría.
MAGNÍFICO.
1BESO.
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