domingo, 19 de octubre de 2008

Tamborileo


No se escuchaba nada. El silencio se había erguido como dueño de la casa mientras la lluvia arreciaba con fuerza en el exterior. La rutina de la insonoridad se había instalado lentamente en aquellos días. Ya no sentía que el agua caía y golpeaba las ventanas, que acariciaba los canales, que rumoreaba entre los tejadillos. Ya no escuchaba caer el agua como antaño, pero hay sentimientos que no se olvidan. Hay sensaciones que se almacenan en recuerdos apilados en nuestra cabeza. A veces, cuando menos lo esperamos, esas sensaciones vuelven a aparecer, y un abanico de sentimientos se despliega en tu corazón. Sientes que vuelve a latir con fuerza y que, después de tantos años, después de tanto tiempo de ausencia, hay sentimientos y sensaciones que no se pierden. Se asomó a su ventana y contempló caer el agua. El cielo lloraba desconsoladamente y acariciaba con sus lágrimas el cristal de su habitación. Silencio. Abrió un poco la ventana y dejó que el olor penetrara en su interior. Tierra mojada. Humedad. Agua. Cerró los ojos y su cabeza viajó entre sentimientos que creía perdidos. Entre recuerdos anclados en su memoria.


Y fue entonces cuando volvió. La infancia se le presentó ante sus ojos y aquellos momentos inolvidables aparecieron como pinceladas de color. Todo seguía como lo había dejado hacía muchos años atrás. Y llovía. Podía sentir que el agua calaba los huesos de su antiguo hogar. Pero lo que le hizo sonreír fue el tamborileo. Ese sonido repetitivo y mecánico que la lluvia convertía en música al besarse con las ventanas. Aquellas ventanas antiguas de cristal y marco de madera, donde el agua chocaba y sonaba. Casi podía tocar con la punta de los dedos el frío cristal de su antigua casa. Abrió los ojos y volvió al presente. Una profunda melancolía, aderezada con un buen pellizco de nostalgia, la abrazó. ¿No volvería a escuchar aquel tamborileo?, ¿no volvería a sentir lo que había sentido?... ¿nunca más?. Un escalofrío le recorrió la espalda como si le azotaran con un látigo recubierto con espinas de dura realidad. Y de repente sintió algo que le heló la sangre. Tragó saliva y se dio cuenta. Tenía miedo. Miedo a no volver a tener nunca más aquellas sensaciones, aquellos momentos, aquellos sentimientos... La lluvia no cesaba y su inconfundible olor se pegaba con fuerza a su piel. La ventana de su habitación permanecía abierta y ahora podía escuchar las gotas golpear contra el suelo, contra el patio, contra los coches. La cerró y se sentó sobre la cama. De nuevo un impertinente silencio la acompañaba junto a su vista perdida en recuerdos. El tamborileo estaba en su corazón, poniendo música a recuerdos y momentos que quizás no se volverían a repetir. Seguía lloviendo pero no escuchaba nada. No veía nada. De pronto, y casi sin darse cuenta, una lágrima acarició su rostro con tremenda dulzura. Llovía en su habitación. Llovía en su corazón...

31 comentarios:

La gata Roma dijo...

La lluvia trae muchas cosas, como las trae el silencio; la diferencia es que la lluvia también se lleva muchas otras, al menos a mí me gusta creerlo. Hoy está soleado, me parece que no va a llover, una pena…
Kisses

Canónigo Alberico dijo...

que grande Ramses!!!!

sevillana dijo...

No entiendo por qué los días de lluvia son tan tristes, a mi me suelen traer, como bien has escrito, muchos recuerdos que a veces no quieron que aparezcan, pero ahí estan.
Bonita entrada. Besitos

Er Tato dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Er Tato dijo...

No tengas miedo a la palabra nunca, porque la vida regala a veces algún siempre y muchos de vez en cuando.

Un beso fuerte

Anónimo dijo...

¡Que meláncolico te veo con el cuartito de siglo a cuestas!Que dejarás para cuando cumplas 30, o 40...o taitantos....
Muchos besitos con olor a tierra mojada

El Caliz de la Canina dijo...

Po no sabe tu ni ná lo agustito que se está en el sofa sintiendo la melodia de la lluvia viendo una pelicula, leyendo un libro, o haciendo otras cositas .....

Un abrazo canino.

La Canina seguirá cavilando ....

María_azahar dijo...

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo el coro infantil
va cantando la lección:
"mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón."

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

Antonio Machado, "Recuerdo infantil" (Soledades).

PD: Querido Aguaó, prueba un día a abrir la ventana, descorrer la cortina de agua y, cerrando los ojos, atravesar el Arco Iris.

Besos.

Carmenchu dijo...

La lluvia es motor de sensaciones. El olor de la tierra, esa mirada desde la ventana viendo como el agua frustra algún plan y la humedad que deja recuerdos en los huesos.
El agua en la cara, la lluvia en el mar (de lo mejor que he vivido) y casi siempre la lluvia calando mis pies con sandalias negras de dos tiras volviendo a casa el Jueves Santo.
Recuerdos.
Muy bonita la entrada.

Anónimo dijo...

Faraón de la lluvia apiádate de las bestias y de mí...
Yo estoy con mi Canina: aprovechen el tiempo de lluvia para pasarlo bien entre cuatro paredes... los que puedan...
Yo me obligo a salir a la calle, montarme en mi moto y ponerme hasta las trancas de agua, a ver si así se me limpian las penas. Para pesado el otoño, pesado yo.

Juan Duque Oliva dijo...

Nunca dejaras de escuchar ese tamborileo.

Aunque estés ciego y sordo, sentirás su humedad calándote la piel, trayéndote una vez más aquellos recuerdos.

Un abrazo, nos leemos a la vuelta.

Calleferia dijo...

Bendito el que lo escucha amigo.

Benditos los que lo podemos escuchar, porque si eso es así, es que vivimos.

Y tu estás vivo.

Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Y ahora, leyéndote, también lloro. Bellísimo escrito.

ANTONIO SIERRA ESCOBAR dijo...

el tamborileo de la lluvia sobre los cristales, siempre ha sido un buen antídoto, para queel hombre comience a conocerse a sí mismo y haga un buen pacto con la melancolía y la soledad. Como siempre, un abrazo de tu amigo y fiel lector.

Pasión dijo...

Y dentro de cuatro años dirán: ¡En Sevilla no llueve! y nos acordaremos de Santa Bárbara.

Desde 1995 no ha parado de llover. Ése año y los siguientes ha caido sobre nuestra Ciudad y Provincia raudales de aguas.

Donde vivo el Pluviómetro así nos lo cuenta..., por cierto, aguas desaprovechadas.

Me encanta que llueva y que haga mucho frío en otoño e invierno. Después llegará la Primavera con sus flores, y en el verano... ¡ay el verano! cuánta pasión.

Juanma dijo...

La lluvia y el fuego...tan irreconciliables como imprescindibles. ¿Verdad?
Un abrazo, querido amigo.

callejón de los trapos dijo...

como ya comenté en una de mis entradas,el suave escalofrío que recorre tu cuerpo al oler la tierra mojada, el frescor distinto que acaricia tu cara y las sensaciones y recuerdos que traen siempre las primeras gotas de agua, para mí, son inconfundibles. Pero nunca huiese podido expresarlas de esa manera.

Perol y Mortero dijo...

Que hermoso y que identificada me he sentido. Casi he vivido las misma sensaciones hace unos días... será que la lluvia nos pone los sentimientos a flor de piel.

Un abrazo

Verdial dijo...

Aguaor, se me fue el santo al cielo y te hice el comentario desde mi blog de cocina. A veces se me va la olla.

Un abrazo

Anónimo dijo...

No siempre es la lluvia triste, pero para mí que la tengo muy presente en mi vida, es portadora de nostalgias de azules. A veces me gusta la lluvia, siempre que despierte los aromas, de brillo al verde y me traiga reflejos de mar.

Unknown dijo...

Depende de la época y bueno, de como me coja el cuerpo, la lluvia me produce distintas y variadas sensaciones.

Melancolía, tristeza, rabia, impotencia... Ya digo, depende del momento y del estado anímico.

Saludos y bellísimo texto, como siempre.

Anónimo dijo...

Lo grandioso es que siempre escampa... quedando el recuerdo del tamborileo.

el aguaó dijo...

Querida Gata, casi como una premonición, el día que escribiste tu entrada estaba soleado, pero se tornó gris y tormentoso. Volvió la lluvia y todo lo que ella trae consigo.

¿Me llamas grande a mí cuando soy yo el que tengo que mirar arriba para verte a ti amigo Canónigo?

Siempre me han gustado los días de lluvia querida Sevillana, y desde hace poco... me gustan más.

Querido Tato, siempre he dicho que la palabra nunca no se debe utilizar a la ligera... pero ahora, sí le tengo miedo. Y en otras ocasiones es incluso necesaria.

La melancolía es un estado muy propicio para escribir querida Mer, aunque los resultados sean algo... espesos emocionalmente.

O en el coche amiga Canina, sin la radio puesta y escuchando cómo golpean las lágrimas del cielo en los cristales y el techo.

Magnífica aportación amiga Charo. El Arco Iris se contempla sin necesidad de correr la cortina de agua...

Muchísimas gracias amiga Carmenchu. La verdad es que en cada persona, la lluvia cala de forma distinta. Eso sí... imagino a Quién acompañas el Jueves Santo para volverte cabizbaja... ¿un Crucificado de Andrés de Ocampo y una Virgen de Ángeles?

Es otra forma de disfrutar la lluvia querido Persa. Yo no tengo moto... o me llevas o cogeré mi bicicleta.

Amigo Juan, estoy seguro que nunca dejaré de escuchar ese tamborileo. Entre otras cosas... porque no quiero. Pero no es lo mismo escucharlo en recuerdos, porque, al fin y al cabo, los recuerdos son el reflejo de una realidad pasada.

Eso no me cabe duda amigo CalleFeria. Ese tamborileo me da vida. No sabes la alegría que me da volverte a ver por estas tierras.

Queridísima Iglesia de Auvers... no llores. No llores porque no puedo estar contigo para besarte las lágrimas. No llores porque no puedo estar contigo para sonreirte. No llores porque no puedo estar contigo para abrazarte. No llores porque no puedo estar ahí contigo para darte un beso... No llores por favor. Un fuerte beso.

Y si es en compañía... mejor amigo Antonio.

Pues sí querida Pasión, a mí también me gusta que en otoño e inierno haga frío y llueva y que en la primavera y verano se aclimate el tiempo... sobre todo en Cuaresma.

Un comentario tremendamente acertado querido Juanma.

Es una sensación indescriptible querido Callejon de los Trapos. Yo sólo he intentado acercarme.

Amiga Verdial y Cocina Mía a la misma vez, llevas razón, la lluvia saca a flor de piel sensaciones especiales. En cuanto a tu equivocación, me servirá para conocer tu otro blog, el cual no sabía que existía.

Querida Pilar, el gris de un día de lluvia es un color que conjuga perfectamente con el aroma de tierra mojada.

Muy importante el estado anímico querido General. Nostalgia y melancolía es lo más usual.

Un recuerdo... como reflejo de la realidad pasada y deseosa de volver a revivir amiga Glauca...

Siento mi desaparición casi completa en estas dos semanas de mi humilde rincón y de los vuestros, pero el tremendo trabajo por un lado y varios compromisos por otro, me tienen algo acotado mi escaso tiempo libre, que se reduce al descanso.

Un fortísimo abrazo a todos.

Reyes dijo...

Eres un genio, vaya manera de transportarme a mi niñez, cuando llovía y mi madre me dejaba que asomara la cara para mojarme de lluvia y oler la tierra.
Esos momentos no pueden olvidarse, siempre están ahí, sobre todo para los que como yo, les encanta la lluvia.
Un besazo para mi aguaó.

América dijo...

Debe ser algo atávico,por alguna razón debe permanecer en nosotros esos sentimientos que nos remueve la lluvia,probablemente nos invita a recordar...El tamborileo de la lluvia sobre la ventana,en otros tiempos quizás un sonido sobre los arboles,un refugio,una calidad hoguera todos alrededor compartiendo....

América dijo...

Se me olvidaba el tema musical es extrordinario,melancólico.....
Tema de amor de los Puentes de Madison,quien no ha visto la película o leído el libro!.....De esas historias directo al corazón

Néstor dijo...

La lluvia. En el corazón, en la cabeza, en la mirada y en los recuerdos... Qué buen puñado de sensaciones me sugiere tu entrada.

Corina dijo...

Ahora estoy leyendo el Ensayo sobre la ceguera de Saramago y tu relato lo he asociado a la sensación de pérdida de uno de nuestros sentidos, que son regalos, y al sentimiento de tristeza de los protagonistas.
Yo tengo un sueño muy profundo, pero siempre me despierto si escucho llover, es uno de esos acontecimientos que, por antiguos, se quedan grabados en el subconsciente y por ello la caída del agua es capaz de introducirse hasta en los sueños.
Es un placer leerte.
Besos

nefer dijo...

Desde las alturas con retraso Amigo.

Tierra Mojada = FÚTBOL

Tierra Mojada = CECOP

Tierra Mojada = Mirar llover ..... oler .....

1BESO.

el aguaó dijo...

Amiga Reyes, has acertado: Esos momentos no pueden olvidarse. Y a mí también me gusta mucho la lluvia. Me quedo con tu beso...

Ese tamborileo que nos hace abrazar la nostalgia a veces amiga América. En cuanto a la película, he decidido crear una entrada, como ya habrás podido comprobar.

Espero que las sensaciones, amigo Néstor, sean buenas. Gracias de verdad.

¡Qué alegría volver a verte por aquí amiga Corina! Esta frase tuya la sensación de pérdida de uno de nuestros sentidos, que son regalos, es una verdad como un templo. Para mí es un auténtico placer que vuelvas a saciar tu sed.

La tierra mojada es lo que tiene querido Nefer... que aporta sentimientos y emociones diferntes a cada uno...

Un fuerte abrazo a todos.

Híspalis dijo...

Pues como bien sabes la lluvia no es que me guste mucho. Más bien, lo que llevo peor es el color del cielo, cuando se nubla gris...

En cuanto a la entrada, preciosa, como siempre, no esperaba menos.

Un fuerte abrazo.