Me acosté con la espalda hecha trizas. El silencio me envolvía y la penumbra me arropaba. La negra boca de la oscuridad se cerraba ante mis ojos, completamente abiertos, pero agotados por el trajín de los días. El tiempo no se detenía. No se compraba. El maldito reloj de arena no dejaba ni un solo grano en la base superior, ni un solo resquicio por el que se pudiera arañar un minuto. Las fauces eran enormes y su apetito voraz. Es curioso el tiempo, pues se hace notar cuando la espera se convierte en la sinrazón de una vida y el ostracismo marca el tedio de un compás que languidece. Y es fugaz cuando el momento se goza y las tareas lo asaltan. De pronto me acordé de aquella imagen. En la negra noche y el gris silencio, contemplé ese momento congelado en la calle Laraña, anclado en mi memoria. Aquella imagen que había encontrado en la Fototeca de la Universidad de Sevilla.
Manchas fugaces de personas se dejaban entrever a lo largo de la calle. Un par de coches de caballos y los raíles de un tranvía, ya desaparecido, acompañaban a tres automóviles antiguos, que también se habían perdido a lo largo de los años. No estaba el actual kiosco de prensa ni los semáforos. Pero allí estaba la Iglesia de la Anunciación y la antigua Universidad, persistentes en el pasado y el presente. Testigos de los cambios y del paso del tiempo. Aquellas personas aparecían desvanecidas, en movimiento, como si el reloj corriera para ellas... pero una se mantenía inmóvil. Es como si el mundo girara sin descanso para todos menos para el señor de la esquina. Un hombre tocado con una gorrilla o mascota, ataviado con un traje de chaqueta y corbata, y un abrigo sobrepuesto para calmar el frío. Ese señor parece suspendido en el tiempo. Libre de las cadenas que tiran a los demás a un paso fugaz. Inmóvil y perdurable como la portada de la Iglesia de la Anunciación.
El silencio comenzaba a zumbar con fuerza en mis oídos y la oscuridad se hizo más tenue, cómo si un gris marengo se derramara por las paredes de mi habitación. A veces paso por Laraña y me quedo mirando aquella esquina. La ausencia del hombre inmóvil está allí... pero en otras ocasiones, esos días en los que el cielo se vuelve plomizo y una fina capa de agua cae sobre Sevilla, una sombra se refleja en el suelo y la silueta de un hombre aparece entre las luces brillantes del semáforo. Hay algunas cosas que el tiempo no se puede comer... o no quiere comerse.
17 comentarios:
Queridos amigos, parroquianos de esta casa, sedientos silentes, y anónimos lectores:
Llevo dos semanas con muy poco tiempo. El final del curso para mis alumnos, hace que las clases se intensifiquen y el trabajo me deje menos tiempo.
Al concluir el curso... la semana que viene es posible que tenga más tiempo y pueda visitaros y actualizar mi blog con mayor frecuencia.
Muchísimas gracias a todos por estar ahí. Gracias de todo corazón y mil disculpas por la tardanza en actualizar y mi ausencia de vuestras casas.
Sin más, vuestro amigo Ramsés.
Que hermoso es mirar un pasado con los ojos de la imaginación.
La Sevilla que describes y que muestras en las fotos mereció la pena conocerse. Por suerte, hay quien como tú nos hace conocerla.
Un abrazo
Precioso el comentario, la verdad que la foto es curiosísima. Da mucho pié a perderse en ella.
Es la primera vez que visito tu blog, y lo poco que he visto me ha parecido muy interesante.
Desde aqui mis felicitaciones
Procuraré no pisar nunca esas baldosas, yo creo que ese señor, de alguna manera, continúa ahí.
Un abrazo, querido Ramsés.
Creo que a partir de este momento todos los que pasemos por ahí tendremos cuidado.
Si tu agua se embotellara habría que importarla hasta al más allá.
Estoy segura que cuando pase por allí miraré para el suelo y tendré, al igual que mis compañeros, ciudado de no pisar por la zona.
Aunque tardes tiempo en volver, el agua de tu cántaro seguirá sabiendo a gloria.
Preciosa entrada amigo.
Besitos
Y es que antes de dormir nos asaltan mil recuerdos, incluso de las cosas que no llegamos a vivir, pero son nuestros recuerdos de otro modo. Y no te hablo del paso del tiempo y su vértigo porque ya ni tiene sentido… ahora todo va muy rápido, y lo extrañaré en el futuro, como ahora echo de menos que todo corra mas lento…
Kisses
No te disculpes, estás más que justificado, corazón.
Cuando veo alguna foto antigua siempre miro a las personas que salen, pero hoy tu le has puesto vida.
Escribes de maravilla, enhorabuena.
Bonita historia. Me encanta encontrarme con fotos antiguas y reconstruir una historia a partir de ellas tal y como tú lo has hecho. Esconden tantos secretos y recuerdos...Sólo hay que dejarlas hablar y dejar volar la imaginación y tú lo has conseguido... Ahora ese señor saldrá del anonimato ennegrecido de los clichés y quedará inmortalizado para siempre; en nuestro recuerdo. Me ha gustado mucho.
Dejas congelado el instante vivido que permaneceran para siempre querido Amigo... para siempre.
Ahí radica su fuerza.
Un abrazo.
Siento no venir a beber por estos lares con más frecuencia, pero llevo una rachita un poco liado.
Pero después de leer esta entrada, quedo saciado y con creces.
La foto tiene su cosa: la gente casi evaporándose y el señor de la esquina quieto cual Belmonte en el centro del albero maestrante.
Cuanto más sed se tiene mejor sabe el agua amigo. Gracias a tí siempre.
Sabes, desde siempre me ha impresionado, sobre todo en lugares con muchos siglos entre sus muros, el hecho de ocupar el mismo espacio que tantos sevillanos como nosotros ocuparon, hace decadas o siglos. Porque ¿estarán ahí todavía en su tiempo?. Por eso con esta entrada he podido ver, mis pensamientos.
1BESO.
Si algún día vuelvo a Sevilla, me acercaré sin dudarlo a esa esquina. Y esperaré ansioso el reflejo.
Qué gran entrada, Aguaó. Vale la pena la espera.
Veo más modernidad en esa foto que en muchos proyectos actuales...
Y ese hombre, la forma de vestir, estaba esperando a alguien, iban de visita comercial, trabajo...
Antonio
Amiga Verdial, muchísimas gracias por tus palabras. Esa Sevilla podemos conocerla gracias a estas imágenes, yo tan sólo las interpreto y vuesas mercedes aportáis con vuestra imaginación.
Bienvenido a este humilde rincón querido Alguien de la ciudad, aunque podría llamarte Edward y felicitarte por tu maestría a la hora de pintar silencios y soledades. Para conseguir sentir eso, tiene que haber gente que quiera perderse en ella. Gracias por tus palabras y espero que vuelvas pronto, pues ésta es tu casa.
Cuando llueva... fíjate bien mi querido Juanma, quizás le veas esperando.
¡Qué grande eres amigo Juan! Tal vez sólo aparece cuando el tiempo corre para todos y él consigue quedarse inmóvil...
Muchísimas gracias querida Sevillana. Lamento mucho mi tardanza, pero los examenes de mis alumnos están encima, y apenas me queda tiempo.
Querida Gata, siempre echamos de menos aquello que teníamos y perdimos. Ya sea un objeto, una persona o el propio tiempo.
Amiga Reyes, gracias por tus comprensibles y cariñosas palabras. Parece que la cosa se va calmando.
Querida Charo, hay mucha gente que busca la inmortalidad con el recuerdo de sus nombres o sus imágenes. Este señor, sin saberlo y sin pretenderlo, ha quedado inmortalizado. Y es curioso... pues es el único de la imagen que puede decir eso.
Efectívamente querida Glauca. La inmortalidad.
Disculpado queda vuesa merced mi qurido Maese, pues un servidor está como el gemelo derecho de un armao...
¿Estarán ahí todavía en su tiempo?. Me ha sorprendido tu pregunta gratamente querido Nefer. Magistral comentario.
Fíjate bien, mi querido Nestor, porque sigue allí sin que él mismo lo sepa. Si vuelves a Sevilla... házmelo saber.
¿Visita comercial?, ¿trabajo? o ¿una cita?, quizás de todo un poco mi querido Antonio.
Un fuerte abrazo a todos, y una vez más, disculpad mi retraso y desaparición parcial de vuestras casas y la mía propia.
Quizás ese hombre cambiara de esquina, calle arriba, con el paso del tiempo. O que sea una costumbre en la zona.
Lo digo porque me resulta curioso que en La Campana, hasta hace pocos años, se situaba todos los días un señor junto al actual Pans & Company (entonces Burguer Alameda, toma castaña) y se pasaba las horas muertas, en pie, esperando algo o alguien.
Y este señor me ha recordado a aquel otro. O quizás eran el mismo. Quién lo sabe... A veces los bucles que hace el tiempo nos deparan sorpresas.
Saludos.
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