jueves, 16 de octubre de 2008

Recuerdos de la CalleFeria


Siempre me ha gustado perderme en ella. Siempre me ha gustado acariciar sus entrañas de Historia y saborear sus rincones. Dejarme llevar por su música diaria y probar sus tapas de magnífica literatura ensartada en dulces de palabras perfectamente armonizados. Y sentir su ambiente y su gente. Y sumergirme en el batiburrillo de tesoros callejeros cuando llega el ecuador de la semana. Y me encantan sus Hermandades. Y la añoraba porque hacía tiempo que no paseaba por ella y que no tenía estas sensaciones. Fue quizás por este motivo que me decidí a recorrerla como antaño. A verla y contemplarla lentamente, recreándome y haciéndome de rogar en cada paso para sentirme como siempre me he sentido. Pero en esta ocasión fue un doble juego de recuerdos y mi corazón me avisó de que había echado de menos a un amigo muy querido.


Tenía la mañana libre y no lo dudé ni un momento, pues si tenía que elegir un día, tenía que ser aquel. Jueves. Bajé por Regina desde la Encarnación y llegué a la esquina de San Juan de la Palma, rincones y recovecos perdidos de conventos, aderezados con dogmas inmaculistas, llegaron a mi cabeza. Esta Sevilla mía y sus disputas internas. Allí estaba la plaza y la leyenda que recorre el cementerio y su palma, y al otro lado comenzaba la calle Feria ahora, antes llamado ese tramo, hasta la Capilla de Montesión, San Juan de la Palma. Y entonces respiré profundamente y me adentré en su corazón. Lentamente. Como llega la Amargura envuelta en la oscuridad de la noche e iluminada su Mirada por la luz de la candelería a los sones de su marcha. Sobre los pies y sin mucho paso, contemplé el Señor Cautivo de la ventana, el despertar de una persiana tardía, el baño de lejía y agua sobre la acera, el primer lingotazo de aquél jubilado sobre la barra del bar, el olor a tostadas del poco madrugador y el crujir de espalda de la calle, que bosteza ante las primeras horas de sol de la mañana. Fue entonces cuando me crucé con dos turistas. Un matrimonio de media edad que lucían una bonita sonrisa y ojos sorprendidos, todo bajo un dosel de cabellos rubios. Ella llevaba una camisa remangada y una mochila, y él una camiseta de franjas horizontales verdiblancas que reconocí al instante. La camiseta del Céltic de Glasgow. Escocia en la calle Feria. Recordé las sabias palabras de mi profesor, aunque él se empeñe en lo contrario.

“Si viajaran con vosotros,
si se mezclaran con vuestra gente,
sabrían la alegría que contagiáis allá por donde vais,
descubrirían cómo una pinta sabe mejor en vuestra compañía
y se sorprenderían y mucho
al veros llenar las iglesias allá por donde vais.
Porque ellos no lo saben pero
no, no sois iguales”

No eran iguales. Curiosas palabras las de mi amigo, pues él tampoco se daba cuenta que no era igual. Así estaba, dando vueltas a la cabeza, cuando se estrechó la calle y un coche me pitó sacándome de mis recuerdos. Le dejé paso y descubrí el lugar donde había visto este año a Los Javieres, cuando su vuelta se consumaba y la Estación de Penitencia expiraba cerca de su parroquia. Seguí mi camino y crucé la línea de Castellar para sentir el cuello de embudo que antecede a las Plaza de los Carros. Allí estaba El Kilo y el Vizcaíno, sellos imborrables de la Historia más cercana de la calle, tatuados a fuego en la cabeza de los sevillanos. Y el Jueves. Se abría como un abanico extendiéndose y prolongándose hasta el giro de Corredurías, vulgo Doctor Letamendi. Aquello era una parada obligada, pero no ahora, después. Cuando el sol apretara a pesar de ser ya otoño, y la garganta pidiera algo más que agua. Dejé mi curiosa vista aparcada y continué hacia Omnium Sanctorum. Hacía mucho tiempo que no entraba en la antigua parroquia y contemplaba el buen hacer de Pires Azcárraga y la Negación de San Pedro. Recordé cómo mi amigo había hablado con alegría de la nueva Hermandad de su calle y cómo, una vez más, había dejado que su corazón escribiera por él, como sólo los grandes saben hacerlo...

“Sentimos una inmensa, total y plena alegría, porque aquel día, aquel Miércoles, llegaron a la Catedral muchos años de PAZ que llevasteis antes que a la Campana, a los hogares del barrio de la Feria...”



Gracias a CalleFeria


Salí y me di de bruces con el mercado, el sempiterno regalo de vida que tiene este tramo. Allí se puede encontrar de todo y saborearlo de verdad. Saludé a mi prima, frutera del ilustre edificio desde hace años, y luego me adentré por su calle central y su jaleo diario, tan familiar y singular a la vez. Todo apretado y aparentemente desordenado, pero siguiendo un programa iconográfico digno de la mejor fachada barroca. Dispuesto de manera confusa pero ordenada a la lógica, el producto de uno se abraza con el de otro, y las voces del que atiende aquí se cruzan con el de allí. Toque especial que denota el barrio. El mercado de la Feria es algo arraigado en la semilla del fruto de la calle. ¿Habría chicharrones?. Me acordaba otra vez de él, quizás porque sé que ha vuelto y eso me llena de alegría. Y de recuerdos...

“No tardes en volver querido amigo,
no tardes que en el barrio te esperamos.
Como cada verano, como cada año te esperamos,
a ti y a tu hechura y aroma inconfundibles.
No tardes en volver chicharrón,
chicharrón del mercado de la Feria...”


Y tal vez como su chicharrón, se decidió a volver. Afortunadamente para todos. Sonreí y continué mi paseo por los recuerdos de la CalleFeria. El último tramo se convertía en un despiezado dominó de fichas desordenadas. Coches alineados y rectificación de tráfico hasta que Resolana irrumpía con fuerza en su estrenado sentido único. Por allí va y viene la Esperanza Macarena, y era ese tramo de Feria, al pasar el mercado, uno de mis preferidos para ver cómo se aleja. Tiempo ha de aquello, cuando aún no seguía con mi cirio al Señor de Sevilla y antecedía a mi Virgen del Mayor Dolor y Traspaso. Recordaba esto cuando volvía sobre mis pasos y me encontré dos amigos charlando y sonriendo luciendo la camiseta del Sevilla F.C. uno y la del Real Betis el otro. Mi amigo también es sevillista. Pero es diferente. Lo demostró en dos ocasiones, porque él es muy elegante. No sólo escribe como si la literatura fuera su religión y las palabras su condición, sino que además, es exquisito en su forma de ser. ¿Exageración?... no. Ya lo demostró cuando su equipo iba a jugar una final.

“Y Sevilla está en Silencio...
Porque como dicen en Anfield Road:
‘El fútbol no es una cuestión de vida o muerte, es algo más importante’.
Por eso ayer, al saber que jugaremos otra final me acordé de vosotros,
de los que os fuisteis sin ver un título, sin vivir una final,
de los que vivís en el tercer anillo y siempre empujáis al equipo”


Su equipo jugaba una final y él se acordaba del tercer anillo. Ese anillo sevillista donde todos tenemos a alguien. Ya os lo he dicho, que es muy elegante. Pero su elegancia la demostró cuando más llovía en La Palmera. Cuando verdaderamente hacía falta que apaciguara el chaparrón. Cuando muchos hicieron leña del árbol caído y las chanzas y corrillos agravaban y se aprovechaban de la situación. Fue entonces cuando su estilo y buen hacer derramó en forma de palabras un capote sobre los hombros de aquellos aficionados béticos que sufríamos las embestidas de los medios de comunicación...

“A los que, como yo, dejáis la paga de verano en los carnets,
A los que, como mis hijos, no coméis cuando perdéis,
A los que, como yo, no necesitáis títulos para mantener una devoción,
A los que, como mis hijos, limpiáis lágrimas con banderas.

Porque sois y sentís cómo yo.
Porque vuestro equipo nunca caminará solo,
porque el amor no se compra con dinero,porque una lágrima vale más que una acción,
porque al final de la Palmera no hay una empresa, hay un sentimiento.

A vosotros, porque sois, soñáis y sentís como yo...”


Éste es mi amigo. Y no dejaba de acordarme de él porque sabía que cuando llegara a mi casa lo encontraría de nuevo. Revisando mi memoria y encontrando cada texto escrito en imágenes latentes, llegué ensimismado al famoso mercadillo de la calle. Una pena que se redujera tanto. Allí se podía encontrar de todo, como demostró don Juan de Mata Carriazo al encontrar el famoso bronce de la diosa Astarté. Curioso y popular. Tan ricamente exornado con los tesoros de la calle o aquellas joyas desprestigiadas por el paso del tiempo. Se amontonan los años y la Historia se revuelve en viejas revistas, desnudos de tersas pieles arrugadas en el presente. Una panera olvidada y sin limpiar. Una vieja lámpara que fue comprada antaño para alguien que la perdió cuando el olvido llegó a su existencia. Hay de todo. Todo está en el Jueves. Retales de vidas anónimas esparcidos por la calle. Y como marco incomparable, la Plaza de los Carros, con el Kilo, el Vizcaíno y la Capilla de Montesión. Y allí fue donde acabé mi paseo. Sentado frente al Señor de la Sagrada Oración y Su Mirada. Aquella Mirada que suplicaba y pedía ayuda entre olivos.


Fotografía recortada de Roberto Villarrica


“No es fácil escribirte, es mejor hablarte.
No, no es fácil escribirte, es mejor contarte.

Hablarte sobre lo pasado y por pasar,
hablarte de lo acontecido y por venir,
contarte lo acaecido y lo vivido,
contarte lo soñado y deseado.

Hablarte de las ilusiones rotas y de las que incólumes están,
hablarte de eso que Tú sabes y que a veces te oculté,
contarte sueños que hiciste realidad,
contarte realidades que nunca soñé.

No es fácil escribirte, es mejor hablarte.
No, no es fácil escribirte, es mejor contarte”



Gracias a J. Iván Martín


Es mejor hablarte, escribía mi amigo. Es mejor contarte, decía su corazón. Volví a sonreír, como otras veces lo había hecho esa mañana, porque sabía que volvería a leerle. Porque cuando vi a María Santísima del Rosario recordé, una vez más, que mi amigo había vuelto y que la ausencia no es el olvido. Estaba feliz. Salí de la Capilla y contemplé la luz bañándolo todo. Volvería a disfrutar de aquellas visiones del mundo desde la Plaza de los Carros. Ya no serían recuerdos de CalleFeria. Los recuerdos son la voz de ese apuntador escondido en tu cabeza. La ausencia no es el olvido y yo no te he olvidado amigo mío. Y me alegro que vuelvas para deleitarnos con tu magnífica prosa, tu fina literatura, tu excelente buen hacer y tu elegante pluma. Pero sobre todo... me alegro que vuelvas para disfrutar de tu compañía. De tus lecciones. De tus valores humanos. De tu exquisita forma de ser. De tu amistad. Me alegro que vuelvas, amigo mío... y tú ¿me sigues llamando profesor cuando nunca he dejado de ser tu alumno?


Y vuesas mercedes... ¿no lo conocen aún?, ¿y a qué están esperando?... os presento a mi amigo CalleFeria.

Para Luis...

25 comentarios:

Juan Duque Oliva dijo...

No me hagas estas cosas Aguaó que todavía llevo el olor de la calle pegado al cuerpo y algunas veces cuando me asomo al balcón alzo el cuello como intentando ver alguna cúpula entre los bloques.

Cuesta alejarse de unas calles en las que tanto has vivido.


Gran homenaje y por lo que estoy viendo del blog merecidísimo.

Ya una vez me hablaste de esa foto del mercado que me encanta.

Un abrazo

Híspalis dijo...

Precioso Ramsés, precioso. Y además, homenaje merecido. Si tienes oportunidad de verlo transmítele mi intención de entrevistarlo.

Un fuerte abrazo y lo dicho, entrada 'pa' nota.

PEPE LUIS TRUJILLO DEL REAL dijo...

Impresionante y magnífico...
La calle Feria, aromas de una Sevilla que jueves a jueves intenta no despegarse de su pasado...
Me ha encantado.

Zapateiro dijo...

Si yo fuera tu amigo calleferia estía con las lágrimas saltadas porque la entrada está escrita desde el corazón y se nota a leguas.

Enhorabuena.

Westley dijo...

Ola, hace tiempo ke no escribia, por favor, pasate por mi rincon y dime que t parece mi relato.

Anónimo dijo...

Precioso.

Ah, y felicidades atrasadas!!!

Reyes dijo...

Sin palabras me has dejado.
¿Así eres tu con tus amigos? estarán orgullosos de tí.
Una preciosidad, digna de él, que es un caballero y de tí, que eres también un caballero, velazqueño, pero caballero.

Y felicidades atrasadas.

vicenteeldelasalmendras dijo...

Excelso, querido Aguaó. Desde luego nuestro admirado calleferia debe estar contento de tener un amigo como tu.

P.D. Como siempre, llego tarde a casi todo, deben de ser las pastillas que me acompañan a todas horas. Muchas felicidades amigo.

Unknown dijo...

Como siempre, una maravilla de relato amigo Ramsés, además de un magnífico homenaje a calleferia.

Por cierto, una calle que siempre me ha llamado bastante la atención, ya que encierra en si misma bastantes contradicciones. Siempre me ha parecido extraña, fuera de lo común y de los cánones de las otras calles de la ciudad.

Saludos.

ANTONIO SIERRA ESCOBAR dijo...

Bendita sea la madre que te parió, querido Ransés. El amigo Luis tiene que estar más ancho que su calle Feria. Impresionante entrada, tu deliciosa prosa, llena de Gracia y amparo y finísimo paladar. Un fortísimo abrazo, amigo.

Anónimo dijo...

Tus palabras para con nuestro amigo, querido Aguaó, al igual que tu Palio... llevan Música...esa que solo unos pocos privilegiados tienen el placer de sentir... y se que tu lo sabes porque la has escuchado

Un abrazo.

Antonio dijo...

Gente así hay poca, tu tienes mucho de eso, y se nota.

La plaza de los carros se la llevaron y siempre me acuerdo de algo que grabé a fuego en una noche de luna...

Sevilla, ha perdido tantas cosas.
Perdió la Cuesta del Bacalao
Perdió el Postigo
Perdieron los niños su ángel
Nos perdieron los olvidos.


Tus amigos deberían cuidarte. Tu ya lo haces con ellos.

Antonio

sevillana dijo...

Qué me gustaba hace años pasar los jueves por la calle Feria, ver tantos tenderetes, tiendas, etc se te pasaba la mañana sin darte cuenta, pero desde que nos mudanos de piso hace ya mucho que no voy.
Bonito homenaje a tu amigo CalleFeria
Besitos

Verdial dijo...

Que entrañable. Me ha parecido que leía un relato, un relato maravilloso lleno de humanidad y de sentimientos fraternales.

Un abrazo

sevillana dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
sevillana dijo...

Aguaó entro en el blog de CALLE FERIA y no me deja hacer comentario alguno, no se activa abajo, mejor dicho no aparece abajo del cuadro de cometarios ni PUBLICAR COMENTARIOS NI VISTA PREVIA.
Sabes como lo puedo hacer?

orfila dijo...

Ramsés, es que contigo no hay quien pueda. Como dice mi padre: "Acabas con el cuadro".

Me he alegrado enormemente del regreso de nuestro amigo. Se fue cuando yo llegaba.

Un abrazo a ambos.

María_azahar dijo...

No lo conozco pero tal y como lo has descrito tú y viniendo de ti la recomendación, será mejor que me ponga a leer ese fantástico blog enseguida. Preciosas la entrada y las fotos -claro, yo qué voy a decir si soy hermana je je.

Besitos.

Enrique Henares dijo...

Tu descripción de esa calle auténtica debilidad de muchos de nosotros (¿cuántos le hemos dedicado una entrada en nuestros blogs?) es magistral, pero es que tu homenaje a mi amigo Luis es ya de sombrerazo.

Pd: un día de estos me voy y vuelvo para que me escribas algo así, jaja!!

Un abrazo.

La gata Roma dijo...

Yo he recorrido mil veces esa calle, en situaciones tan diferentes, con tantas cosas diferentes en la cabeza… Y tengo cosas del Jueves de lo mas variopintas, en mi casa o mías en propiedad…
Por lo demás, es precioso hablar de alguien a quien se admira, es aún mejor hacerlo de quien es un amigo, y mucho mejor todavía hacerlo así.
Kisses

Anónimo dijo...

Hola aguaò: Desde hace algunos meses la estupenda Plaza de Abastos de la calle Feria hay un puesto "Itagnolo": se llama "Mamma Parole" y es de una italiana de Roma, que ha decidido de irse a vivir a Sevilla y hace con sus manos una pasta maravillosa! Tortellini, agnolotti, etc. Todo tipo de pasta rellena con lo se le encargue.
Yo la descubrì en marzo, paseando por el "jueves" de la calle Feria que me encanta.Le hice una foto y le dediquè una entrada en mi blog.

el aguaó dijo...

Querido Juan, lo bueo de la calle Feria es que siempre estará ahí y podrás volver a recorrearla. Y lo bueno de CalleFeria, precisamente, es eso, que es muy bueno.

Cuenta con ello amigo Híspalis, y gracias por tus palabras.

Me alegro que te guste querido Pepe Luis. Y llevas razón, es una de las calles que intenta no despegarse de su aroma añejo.

Muchísimas gracias querida Zapateiro. Te invito además que pasees por su extraordinario blog.

Ahora me pasaré querido Westley.

Muchísimas gracias amigo Maese.

Muchísimas gracias mi querida Reyes. Si yo soy un caballero... voacé es una auténtica Dama.

Muchísimas gracias querido Vicente, espero que vuesa merced esté mejor.

Pues a ver si hace una entrada de las tuyas sobre esta calle amigo Du. Sería muy interesante.

Gracias amigo Antonio. Gracia y Amparo... me ha gustado eso.

Querida Glauca, aquellos que escuchamos esa música que dices, somos unos privilegiados.

Amigo Antonio gracias por tus palabras y tu poético comentario. Son un auténtico honor para mí.

Me alegro que te haya gustado querida Sevillana. Lo bueno de la calle Feria es que siempre se puede volver.

Querida Verdial, con estas palabras un relato maravilloso lleno de humanidad y de sentimientos fraternales, me demuestras que has leído con el corazón.

Gracias querido Orfila... y que conste que no me quiero cargar el cuadro, sólo contarlo.

Amiga Charo, sin lugar a dudas, hazle una visita, porque te va a encantar.

Gracias querido Pregonero, pero no hace falta que te vayas para dedicarte un homenaje amigo.

Muchísimas gracias querida Gata. Cuando se escribe con el corazón, el raciocinio desaparece.

Querida Marina, recuerdo esa entrada a la perfección. Aún no he ido... pero tengo que hacerlo.

Un fuerte abrazo a todos.

Calleferia dijo...

Ahora que nadie viene, que estamos solos, puedo comentar.

Sabes que no me lo merezco. No puedo escribirte nada.

Solo Gracias, Gracias amigo

Un beso y un abrazo.

nefer dijo...

Tú, PENUMBRA, que quedo yo.

Esto que has escrito, amiguísimo AGUAÓ, lo leí el lunes a primera hora. No podía haberlo leído el jueves con el viernes en puertas. Lo leo un lunes, y no me fuí pa Sevilla de milagro. Vamos que me fartó er cantunduro.

BUENO MUY BUENO.

Me voy y os dejo solitos.

2BESOS

el aguaó dijo...

GRACIAS siempre a ti amigo CalleFeria. Por todo... por todo en absoluto.

Amigo Nefer... eres grande ¿lo sabías?

Un beso a los dos.