Lo primero que aparecía era la preocupación de la gente por el tiempo, ¿el paso del tiempo?, no, eso solo ocurría el sábado de Feria, cuando el final estaba cerca y las ansias de disfrutar al máximo, se filtraban por los poros de los pocos sevillanos que quedaban en el Real para despedir una semana de fiesta. Me refería al tiempo meteorológico. Al igual que en Semana Santa, aunque salvaguardando las tremendas distancias, la lluvia amenazaba con aparecer por la Feria, y aquellos que tanto tiempo han dedicado en prepararla, sopesaban la posibilidad de una visita inesperada del líquido elemento que desluciría el cuadro. La preocupación crecía cuando el tiempo era escrutado en las cadenas de televisión, donde los meteorólogos predicaban una semana lluviosa a partir del miércoles. Pero una vez más, volvieron a fallar, demostrando que la interpretación de las isobaras, los anticiclones, las altas y las bajas presiones, son tan complicadas como las cartas del tarot. Un día le dedicaré a este tema una entrada propia. Pese a ello, la lluvia volvió a Sevilla para visitar la Feria, como viene haciendo los últimos años, al igual que en Semana Santa. Cuán ricas son nuestras celebraciones, que hasta del Cielo bajan a contemplarlas.
Se animaba la cosa y la Feria comenzaba. En los diferentes informativos se hacían eco del comienzo de esa fiesta semanal que llega a Sevilla en el mes de abril, en ocasiones lo hacían de manera acertada, pero en otras, palabras desafortunadas aparecían en el vocabulario de los presentadores, destacando dos que apunté en mi trozo de papel: “disfrazarse” y “faralaes”.
Si buscamos en el diccionario la palabra faralaes, no la encontraremos. Sin embargo, sí aparecerá “faralá”, con el siguiente significado:
m. Volante suelto por la parte inferior, que adorna los vestidos femeninos.
2 fam. Adorno excesivo y de mal gusto. Pl. faralaes.
No creo que nuestros trajes de flamenca o de gitana tengan nada que ver con volantes sueltos o con adornos excesivos (si acaso resaltaría algún que otro traje recargado y Barroco que se ha quedado obsoleto, pero nada más), tampoco creo que sea de mal gusto, así pues, parece que los informativos no se informan lo suficiente, y un año más, siguen llamando faralaes a nuestros trajes de gitana o de flamenca. Y por cierto, la gente en Sevilla, ‘se viste’ no ‘se disfraza’.
La siguiente nota que aparece en mi lista de detalles hace referencia a la guasa sevillana, a esa que tiene tanto que ver con el fútbol y los colores que exornan nuestra Feria de Abril, el verde y el rojo. Se empezaba a levantar una pequeña nube de polvo, como las que aparecen cuando el albero está poco asentado, con el tema del pin y el llavero con el escudo del Sevilla F.C. en la portada, que este año estaba dedicada a uno de los balcones de la Giralda y no al Real Betis. Ondeaba la bandera del Centenario verdiblanco cuando se retiraban los dos objetos que imitaban el gesto de hace dos años en la portada, esta vez sí, dedicada al Sevilla. La directiva del Real Betis salía al paso de lo ocurrido y no le daba importancia, quitando hierro al asunto y decidiendo no denunciar a nadie, demostrando por fin, un comportamiento adulto, serio y responsable, que ya era hora.
El luto se apoderaba de mi hoja: fallece don José Antonio Garmendia Gil. Se iba el genio bioquímico con alma de historiador, ese sevillano incombustible que tanto amaba a su ciudad y que tanto nos dejó en sus magníficas obras literarias. En Feria, en abril, en primavera... en Sevilla.
Al día siguiente, abría el periódico y aparecía una noticia que era digna de resaltar y de estar en mi papel, que comenzaba a convertirse en una lista. A un hombre le había tocado un “pirulo” de la policía en una tómbola y decidió probarlo en las Tres Mil Viviendas. Muy bien chaval, una gran idea. Se ve que el tio no tenía emociones suficientes en la calle del Infierno y decidió colarse de lleno en él. Me lo imagino acelerando al máximo, con su pirulo puesto, el coche volando por las calles de las Tres Mil, que ya para ser cómico del todo, podría ser un R5, ‘patrullando’ a toda velocidad mientras los usuales de esa zona lo miran con recelo y empiezan a pensar si practicar, con el posible ‘policía secreta’, el tiro de los dardos al globo. Cuando se acercaba a la zona más oscura de Las Vegas, según la noticia, fue detenido por la policía (la de verdad) e interrogado sobre la adquisición de su preciada joya, indicando el infractor (o el loco) la tómbola donde le había tocado, para solventar el problema de raíz.
La otra joyita que tocaba en las tómbolas este año era un megáfono, que afortunadamente al señor de antes no le tocó, porque lo único que le hubiera hecho falta ya, era un pirulo y un megáfono, para convertirse en uno de los Hombres de Paco. Y así estaba la Feria, llena de niñatos y canis con megáfonos de un lado a otro. Lo del Perrito Piloto queda ya en el olvido.
Otro aspecto novedoso este año ha sido la sustitución, en algunos casos, de las flores de madera por las de peluche. Pocos son ya los que reparten claveles frescos, sustituidos por esas rosas de madera que rozan la oferta descarada con el rótulo “5 rosas por 1€”, a las que se le suma las antes mencionadas de peluche.
El detalle de los farolillos aparece tarde en mi lista, pero aparece, no fue hasta el final cuando se decidió reponer los farolillos verdiblancos que este año iban en honor del Centenario del Real Betis, y era curioso también observar, como la única zona exornada contemplaba sólo la caseta municipal... ¿escasez o escaqueo?.
Y por último, en ese manuscrito listado que había ido creando a lo largo de la semana de Feria, tenían un sitio especial los maridos y padres sacrificados con regalos de tómbola mayúsculos. “El 45..., el 23..., el 4...”, “¡¡Bingo!!”, “¡Han cantado bingo!, vamos a comprobar si es correcto, no tiren los cartones. El bingo es correcto, te damos un vale y eliges un regalo”. Aquí viene el quid de la cuestión: juego de 10 cuchillos extrafuertes, inoxidables, con mango adherente, y que cortan un tomate y una lata con la misma eficacia (lo pone en la caja), unos timbales o una yogurtera... porque con un bingo no se hace nada, los regalos son todos iguales de inútiles, pero aún así, se elige la yogurtera. Y allí estaba ese hombre que merecía entrar en mi lista, dirigiéndose hacia la lanzadera del Charco de la Pava cargado como uno de los Reyes Magos, rodeado por su mujer y sus hijos: cara desolada, aguantando una caja de gran tamaño para ser una yogurtera, tres peluches, dos de ellos grandes, con el rostro contorsionado por la resignación, un gesto facial que parece decir “a ver para qué queremos nosotros una yogurtera, con lo que se tarda en hacer un yogur con éste cacharro, y aparte le tienes que echar yogur comprado, cuando vas al Día o al Supersol y lo compras ya hecho, con sus tapas y su caducidad. Además, ¡si ya tenemos dos yogurteras en casa y no las usa!, ¿y los peluches...?, por favor, que tenemos las camas forradas de animales cosidos”.
Y final. Punto final. Se acabó la Feria. Fuegos artificiales para una semana cargada de caballos, manzanilla, tortillas, lunares, peinetas, churros, chocolate (la mayoría de las veces ambas cosas a la vez), bingos, megáfonos, sevillanas, farolillos (solo al final y escasos), rebujito, jamón, albero, zotal, minimotos, luces, eneas, toldos, personajillos, bombillas, verde, blanco, pulseras, yogurteras, peluches, volantes y fiesta. Y ahora voy a echar un trago de agua, tan necesario para el gaznate, atiborrado con una cuarta de albero... ¿os apetece un poco de agua?, ¿cómo habéis pasado la Feria vosotros?, ¿lo habéis pasado bien o mal?, ¿visteis al hombre de la yogurtera?... Sevilla despide su temporada alta y nos anuncia la llegada del calor, tomaos un trago de agua fresca para saciaros la sed.