Llegábamos algo más tarde que otros años. Parecía que estaba saliendo todo a pedir de boca, aunque pareciera ser una trama cargada de golpes de efecto. El hilo argumentativo de esa película en la que todo va perfectamente hasta que al director, o al guionista, dependiendo de la soldadura del cerebro de cada uno, se le ocurre aliñar la historia con un quiebro. Y no una bicicleta o un taconazo llegando a la línea de fondo, pues sería espectacular, sino otro tipo de regate. Algo furibundo para el espectador. Pero, afortunadamente, iba todo sobre ruedas, o sobre zapatillas de esparto olvidadas por deportivas. Mejor, mucho mejor. Pero que todo estuviera saliendo bien no significaba que no llegáramos algo más tarde que otros años. Se notó enseguida. La gente se agolpaba con ansia y el ambiente traía aires cargados de humo aromático, pero aún no se veía ni la cruz de guía. Cogimos asiento frente a la farola que está a eje con la puerta. Un buen sitio. El suelo aún sigue siendo gratis. Desde allí podíamos contemplar la entrada sin problemas. Miré al cielo buscando estrellas. Enfoqué lo mejor posible, pero la contaminación lumínica había guardado las estrellas en la mochila de su luz, así que lo único que pude distinguir fue un negro perfectamente limpio. No llovería al día siguiente. Y casi enfrascado en mis predicciones miopes, el redoble del tambor sonó de la misma forma que huele un petisú recién hecho. Creció el rumor, aumentó el público y pronto regalaron pisotones y empujones a diestro, siniestro, delantera y trasera. Yo saqué mi cámara nueva. Una flamante Canon Reflex Digital que me hacía babear cada vez que la miraba y maldecir a final de mes. No tenía ni idea de cómo usar más de la mitad de los botones que ocupan su dorsal, pero si girabas el objetivo eras capaz de ver las imperfecciones faciales de un niño de dos meses. Poco más sabía, así pues, modo automático. Pulso el disparador y el flash ejerce una erección fulgurante. Presiono con más fuerza y la imagen queda petrificada en el momento exacto. Un instante del tiempo atrapado en un fragmento de segundo. Sientes la luz, ves la luz, pero sólo en tu recuerdo. No eres capaz de seguir el encendido y apagado lacónico del destello, solo intuirlo. Sabes que ha ocurrido, y como prueba de ello, aparece un resorte en tu memoria que queda archivado, pero apenas es una idea. Una impresión fugaz de algo familiar.
Todo es efímero. Me lo habías dicho con naturalidad. Me encogí de hombros y acepté aquella afirmación. Al fin y al cabo llevabas razón. Pero ese día, mientras esperaba al segundo de los pasos, supe que te habías equivocado. Todo tiene un final. La existencia es perecedera y el Barroco nos lo enseñó hace cuatrocientos años. La Semana Santa es barroca en su mayor parte. Contemplé aquel río de capirotes morados de hermanos nazarenos avanzando por la calle Oriente y girando en San Benito para aparecer su blanco inmaculado. El desgaste y la erosión se hacen patente en cada una de las marcas hechas por las horas. Los cirios han consumado el tiempo, y éste se ha evaporado en volutas negras y derretido en recuerdos sólidos. La cera puede ser un ejemplo brillante para ilustrar esta reflexión. Cuando los años hayan llenado de polvo el alma de la memoria, las cenizas de la vida sustituirán nuestra existencia. Fue entonces cuando me di cuenta que te habías equivocado, al ver aparecer al Santísimo Cristo de la Sangre. Tambores y cornetas para un Crucificado de suma elegancia y clase exquisita. Música para los cuatro clavos de la calle Oriente. Se siente el aire de Juan de Mesa en las manos de Francisco Buiza. Se palpa el Amor en la Sangre de Cristo. Giró y avanzó por la calle para encontrarse con la puerta. Desde hace años espero el segundo paso con otras cosquillas diferentes, con un interés especial. Y allí estaba el bosquecillo de ángeles mancebos, el Sacramento y el Hijo de Dios. Un nazareno levanta la mano. Lleva bocina. Yo te sonrío, intento saludarte y hago el mayor de los esfuerzos por hacer una foto decente. Al menos que se vea bien. Lástima. Otro año será. Me dio coraje porque no pude acercarme para decírtelo. Para comentarte que me había dado cuenta que estabas equivocado. Luego pasaron los días, las semanas y los meses. Nos vimos, pero nunca te lo he dicho. Y ahora, intentando escribir algo con sentido para ti y tu cumpleaños, me acuerdo de este momento. Menuda entrada que me está saliendo... ¿aún no sabes por qué estás equivocado?
Amigo Antonio, a veces nos da la sensación de que pasaremos desapercibidos en la vida. A muchos les preocupa este detalle pero para otros, no deja de ser algo inevitable. Me dijiste que es efímero cuanto nos rodea, que todo es perecedero. Quizás sea así. Algunos momentos son destellos cegadores. Imágenes desvirtuadas por el paso del tiempo que han perdido su nitidez. Recuerdos atrapados en figuras sin color. Son la pincelada fulminante de un instante atrapado en la memoria. Como la luz del flash. Sabemos que ha ocurrido y las sensaciones que tuvimos permanecerán intactas. En otras ocasiones, sin embargo, somos conscientes de cómo se derriten los años a nuestro paso, y aflora la angustia por el apetito voraz del tiempo. Todo se consume, como el cirio que nos acompaña en nuestra Estación de Penitencia. Cada año, una velita más en la tarta de la vida. Esta es la teoría y, casi siempre, la realidad. Pero la noche del Martes Santo, cuando contemplé el rostro del Cristo de la Sangre, su bello perfil compacto, más reunificado que el mesino del Amor, me di cuenta que no llevabas razón. Un hombre como tú no debe preocuparse por lo efímero o por el paso del tiempo. Lucía y Martín aprenden contigo los valores necesarios para moverse en este mundo que cambia cada día más. Lo sé porque lo he visto. Eso es suficiente. Esto te hará imperecedero porque ellos se encargaran de transmitirlo, como tú lo hiciste. Será la mejor forma de evitar la fugacidad de los momentos. Y luego está Él. El Cristo de la Sangre. Muchos de nosotros lo relacionamos contigo, y Él, amigo mío, no es efímero. Es eterno.
14 comentarios:
Fantástica felicitación para una de las personas que más merecía algo así.
Yo llegué a cometer ese desafío al protocolo, volver a ponerme el antifaz y agenciarme una vara, me puse en la representación que formaba en la puerta ojival esperando poder saludarle; y después de tan gran desvergüenza, no pudo ser. Lo hicieron andar, pararon el crucificado delante de mí, y me ví obligada a saludar al Hhermano Mayor y a media Junta, y yo sólo quería saludarle a él… y no pudo ser, pero tenía que intentarlo…
Me la jugué, lo mismo el año que viene nos saludamos vestidos de la única forma que nos deja pasar desapercibidos por la vida.
Kisses para los dos
P.S. Lo que he dicho al final tiene una excepción, Zapateiro me reconoció vestida de nazareno y de espaldas, increíble pero cierto; y omito lo que nos reimos de tu cámara y el automático en San Bernardo porque hace muy buenas fotos, y porque tampoco soy nada ducha en esas cosas…
He tenido que esperar a que los dos querubines se durmieran, tras los baños, esta vez venían cenados de la calle... para celebrar el cumpleaños y recoger el mejor regalo que es su alegría fuimos a Casa Zapatones, la del Payaso con nombre de Pato... y tras varias lecturas de cuentos... cayeron... y mientras dándole vueltas a tu llamada...nervioso como un niño chico... y de fondo las cuarenta mil almas rojiblancas a tiro de piedra me retransmitían los sueños europeos... pero todo me desconcentraba hacia la espera...¿una entrada por mi cumpleaños?...no esperaba nada.... y el detallazo de ser en el ¡uy! de los cuarenta (sabes que lo no típico es lo que me gusta de verdad) .... ¿y dices que me merezco otra mejor?.... ¿se puede hacer mejor? no lo creo... y después de haber escrito la que para mi es tu (la) mejor entrada de la blogosfera en los últimos meses...
A todo esto: GRACIAS
Sigo pensando lo que te dije: lo efímero es lo bello, es todo lo que vale la pena... seguramente mis cortas miras no supieron adentrarse en la profundidad y acariciar la idea final: la sucesión de actos efímeros... llevan a la verdad, a lo eterno...pero eso sólo muy pocos lo palpáis...
El instante en que releo lo impreso, escrito por alguien a quien admiro por su equilibrio entre grandeza y humildad....este me lo quedo para siempre...
El tempus fugit que tanto nos gusta sufrir lo dejaremos para otra ocasión. El aire que respiraste al escribirlo se guardará para los restos en mis poros...
Un abrazo, de mi bocina a tu Canon Reflex Digital...
Antonio
Gracias Gata de la judería por tus palabra y sobretodo aquel intento.. tan significativo entre nuestras túnicas...
Besos
Antonio
Pues creo que si admito que se me han saltado las lágrimas queda todo dicho. Las grandes personas, por su sencillez y calidez, dejan impronta siempre y qué duda cabe de que mis blogueros favoritos sois unas excelentes personas -por algo sois mis blogueros favoritos;)-.
Admirándome con la felicitación del aguaó, me lamento de no tener esa capacidad para haberte felicitado ayer como merecías y, a cambio, haberte dejado una estúpida pregunta en tu callejón. ¡Qué se le va a hacer! Espero que me excuses ya que ahora sólo veo Ibizas por doquier, jejejeje.
Un beso para los dos artistas.
Muchas felicidades Antonio. Si Ram te ha escrito una entrada así es porque te lo mereces sin duda alguna...
Pepe Santos.
Abusando de la amabilidad de el aguaó...
Híspalis, muchas gracias por tus palabras, conoces de sobra al autor y su especial sensibilidad y ¡¡como la transmite!!. Es un honor que no merezco.
Zapat, ¡ay! si supieras que no lo podia leer en pantalla, tuve que imprimirlo y aislarme mientras el viento me daba en la cara asomado a la ventana... y a tí que te digo... que me salvaste de un suicidio virtual... y los adictos al suicidio virtual tenemos que ser fuertemente vigilados...
Besos
Antonio
Querida Gata, un saludo anónimo para el mundo, pero de confianza para los ojos que se miran, sería uno de los regalos más curiosos y originales que os podríais otorgar. Esperemos que el año que viene lo consigáis. Y sí: lo merecía. Y sí: os reísteis más de mí que de mi cámara, pero yo tambiéwn me rio más de mí que de mi cámara.
Tus palabras de agradecimiento consiguen emocionarme a mí. Eres grande amigo Antonio, por eso te mereces una entrada mejor.
Muchísimas gracias querida Zapateiro. Todos coincidimos en que se lo merece.
Grcias amigo Pepe. Un día os conoceréis y os daréis cuenta de lo que ambos tenéis enfrente.
La entrada es tuya y el blog es tu casa amigo Antonio. Sin permiso...
Abrazos varios y besos a repartir.
Gran detalle el tuyo, al que me sumo. Se que ando perdida por estos lares, pero el pluriempleo es necesario para salir de la crisis.
A ver si pronto lo celebramos,
Besos
En primer lugar: ¡¡muchas felicidades, Antonio!!
Y luego: impresionante Ram, sencillamente sobrecogedor. Estas entradas tuyas de Semana Santa son, con diferencia, las que más me gustan de todo bloguilandia. Enhorabuena, amigo, realmente deslumbrante.
Un fuerte abrazo.
Me sumo a las felicitaciones.
A veces, cuando voy de vuelta a casa con mi túnica crema y mi antifaz y mi capa celestes tengo la suerte de cruzarme con el Stmo. Cristo de la Sangre, me paro apenas unos segundos y disfruto de la única imagen que puedo ver un Martes Santo aparte de las que acompaño.
Nada es efímero cuando toca al corazón, y más, cuando de vivencias cofrades se trata.
Magnífica felicitación pilatera.
Ya te daré consejos "fotográficos".
Un beso, artista.
Puedes darte con un canto en los dientes querida Mer, el pluriempleo es hasta necesario actualmente.
Muchísimas gracias amigo Juanma. Estas palabras, viniendo de ti, son un auténtico honor.
Cuando sales de nazareno y te encuentras una Imagen diferente a la tuya, tras el antifaz se viven emociones diferentes amigo Maese. Buen apunte.
Los aceptaré totalmente encantado mi querida Dama.
Un fuerte abrazo y besos a todos.
"La gente cree que equivocarse es una desgracia; pero es mucho mayor no equivocarse” (Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura).
Besos.
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